Hablar de Madeira es hacerlo de paisajes deslumbrantes, densos bosques, verdes montañas volcánicas, jardines con flores de colores exuberantes, sabor a maracuyá e inmersiones en el agua azul del Atlántico. Es un destino para quien busca un cielo más azul y un sol más brillante, es cariño y sonrisas, una hospitalidad ejemplar que inspira tranquilidad y seguridad en sus cuatro grupos de islas: Madeira, Porto Santo, Desiertas y Salvajes, de las que sólo las dos primeras y las de mayor tamaño están habitadas. Las demás, Desiertas y Salvajes, son reservas naturales y hacen justicia al nombre que se les ha atribuido.
En cualquiera de ellas, no faltan opciones. Situada a aproximadamente 1.000 km del continente europeo y a tan solo 500 km del continente africano, esta cadena de islas tiene mucho que ofrecer, especialmente a quienes buscan naturaleza y mar, lo que ha hecho que Madeira ha sido elegida como Mejor Destino Insular del Mundo en 2015, 2016, 2017 y 2018 por los World Travel Awards.
Naturaleza en estado puro
El Parque Natural de Madeira se creó en 1982 y se considera una reserva biogenética. En él podemos encontrar una flora y fauna únicas, que ocupan aproximadamente 2/3 del territorio de la isla. Si se desea visitar esta reserva, hay muchas opciones para descubrirla. Se puede empezar por el propio Parque Natural de Madeira. Sin olvidarse de las reservas naturales de las islas Desiertas y de las islas Salvajes y, finalmente, sumérjase en las Reservas Marinas de Garajau, Sítio da Rocha do Navio y en la red de áreas marinas protegidas de Porto Santo.
Madeira cuenta con increíbles paisajes que despiertan los sentidos y dejan huella para siempre, sea cual sea el día del año en que los visite. Una de las mayores atracciones de Madeira es su exuberante vegetación autóctona, característica de Macaronesia, que combina los rasgos tropicales con los mediterráneos y que lo asombrará con la paleta de colores y el abanico de perfumes que ofrece. El bosque indígena de Madeira, la Laurisilva, fue reconocido por la Unesco en 1999 como Patrimonio Mundial Natural de la Humanidad y es uno de los puntos fuertes de cualquier viaje al archipiélago. El bosque de Laurisilva está caracterizado, sobre todo, por árboles de gran porte. No obstante, Madeira, por la localización geográfica de la isla, por el clima atlántico moderado y por su orografía es también el hábitat de una gran riqueza floral.
Madeira es un verdadero santuario del barranquismo o canyoning, con innumerables recorridos rodeados por verdes e imponentes paisajes. Una experiencia incomparable con mucho para ofrecer en cualquier estación del año. Los amantes del BTT encontrarán en el archipiélago excelentes carreteras y senderos listos para explorar, en momentos de mucha energía, reflexión y comunión con la naturaleza. Y quienes no tengan tiempo o energía de conocer los lugares más inaccesibles de la isla en BTT podrán optar por la alternativa sobre ruedas, el jeep safari.
Para alcanzar los paisajes más fantásticos y sorprendentes, nada mejor que recorrer el terreno a pie, a lo largo de los senderos, junto a las levadas. Existen varios tipos de recorridos por toda la isla. En total, son más de 2.000 km por descubrir, desde los 0 a los 1.861 metros, encontrándose en la cordillera central y en el norte de la isla más recorridos en áreas de montaña y los recorridos más accesibles en el sur.
El macizo montañoso de la isla de Madeira ofrece excelentes lugares para despegar en parapente o ala delta. Y se prefiere la aventura, los acantilados de la isla son perfectos para practicar la escalada. O si se busca la tranquilidad del golf, el archipiélago cuenta con tres excelentes campos: en Madeira (Palheiro Golf y Santo da Serra Golf Club) o en la isla de Porto Santo (Campo de Golf de Porto Santo).
El Hawái del Atlántico
Y para quienes su elemento es el mar, Madeira genera momentos a solas con la naturaleza, una oportunidad de conocer de primera mano toda la belleza, la calma y la fuerza del océano Atlántico. Para los amantes del surf a quienes les guste coger grandes olas, Madeira es cada vez más un destino a tener en cuenta, con algunos de los mejores lugares del mundo, como Machico, Porto da Cruz, Fajã da Areia en Sao Vicente, Ribeira de Janela, Paúl do Mar y Jardim do Mar, que han hecho que la isla sea considerada como el Hawái del Atlántico. Los más tranquilos pueden optar por el stand up paddle o SUP, que se practica de pie sobre una tabla, con ayuda de un remo. El mar más sosegado del sur de la isla, con mejores accesos, olas reducidas y fuerza constante del viento hace de la isla un local propicio para la práctica del windsurf.
Con un fondo marino con más de 3.000 m de profundidad, la costa de Madeira es la casa de una fauna riquísima preparada para que la descubra. En ella, un paseo en barco siempre le ofrecerá muchas sorpresas, al ser posible cruzarse con una ballena o con un amable grupo de delfines. Las excelentes condiciones de visibilidad, un barco hundido y transformado en arrecife de coral, los innumerables y amistosos animales hacen de este mundo azul una atracción irresistible para cualquier submarinista. En lugares como Garajau, Reis Magos o Caniçal es posible sumergirse desde la playa. Uno de los espacios más espectaculares es la Reserva natural del Garajau, donde se pueden observar barracudas, morenas, caballas de India, salmones, anémonas gigantes o rayas, así como meros gigantes, en contacto próximo con los submarinistas.
En Porto Santo, existe buena visibilidad hasta casi los 40 metros de profundidad. Los puntos de inmersión son los arrecifes artificiales, resultantes de los navíos afondados a 30 metros bajo el mar. El archipiélago de Madeira fue, durante muchos años, ruta de paso de buques de pasajeros y mercancías, que se desplazaban entre Europa, África y América. Algunos de estos barcos naufragaron frente a nuestras islas, constituyendo actualmente arrecifes artificiales a la espera de ser explotados. Otros fueron hundidos para este propósito, como es el caso del Madeirense, en 2000 y la corbeta General Pereira D'Eça, en el año 2016, ambos en Porto Santo, así como la corbeta Afonso Cerqueira, en el año 2018, en el Parque Marino del Cabo Girão.
Merece la pena pasar una tarde de relax en cualquiera de las playas que existen a los largo de la isla, con aguas frescas y cristalinas, ideales para pasar sumergirse y sentir la plenitud de la naturaleza. Aunque muchas ya cuenten con accesos al mar, construidos para facilitar la entrada en el agua, otras aún permanecen vírgenes, permitiendo que lleguemos a conocer el famoso calhau. El calhau son cantos rodados de basalto que pueden encontrarse en la mayor parte de las playas de la isla y que las caracterizan.
La imponente naturaleza de Madeira ha dado como fruto otra de sus maravillas: las piscinas naturales de agua salada de Porto Moniz y Seixal, compuestas por rocas de origen volcánico, en las que el mar penetra de forma natural. Se encuentran situadas en la costa norte de la isla de Madeira y ofrecen una soberbia vista sobre el Atlántico y sobre toda la costa. En ellas es posible avistar los verdes paisajes que se asoman al mar azul profundo y apreciar de este modo algo realmente especial.