Es uno de los platos del momento. El lobster roll, un bocadillo de bogavante, un plato característico de las ciudades costeras de la región de New England en EEUU, ha dado el salto al otro lado del Atlántico donde, en los últimos meses, está convirtiéndose en trending topic gastronómico. Este ‘hot dog marino’, elaborado con pan brioche, relleno de marisco cocido y salsa mayonesa, empieza a figurar en la carta de grandes restaurantes de toda Europa, siguiendo el camino de otros platos que marcaron tendencia como el poke o el bocadillo de pastrami.
Como era de esperar, ahora llega el turno de Madrid. Si bien es cierto que en el último año ya habían aparecido determinados establecimientos que incluían este plato entre sus propuestas, la capital no contaba aún con un restaurante especializado en la elaboración de lobster roll original como ya sucedía en otras muchas ciudades europeas, incluso españolas. Un hueco que por fin viene a cubrir The Lobstar, un nuevo restaurante en la calle Carranza donde el famoso bocadillo de bogavante es el protagonista.
Y es que The Lobstar ha tomado la receta original del lobster roll que se sirve en los locales de los muelles de New England, donde surgió este popular bocado a principios del siglo XX. Hasta su interiorismo se inspira también en ellos, con esa decoración industrial que quiere hacernos recordar la de los restaurantes de los puertos de Maine. Como en estos, mariscos y pescados protagonizan una carta que -casi en su totalidad- se puede disfrutar con las manos; es la denominada casual seafood americana, sencilla y perfecta para compartir, con pareja o con amigos, mientras tomamos una cerveza, la bebida por excelencia cuando hablamos de lobster bars.
Sabor a Mar
The Lobstar importa a Madrid la receta del lobster roll más auténtico. Para ello, un equipo de cocineros estadounidenses viajaron hasta Madrid para enseñar a sus responsables las técnicas y productos con los que trabajan en sus propios establecimientos. De hecho, el bogavante que se emplea para el relleno llega vivo de Canadá y se prepara en la cocina del local, a la vista del público presente en la sala. A este marisco se le añade una mayonesa especiada y todo ello se coloca en el interior de un pan brioche -también de receta propia- que previamente se ha pasado por la plancha untado con mantequilla. La guarnición también sigue la tradición yanqui, y el sándwich marino llega a la mesa acompañado de unas patatas fritas caseras (tipo raqueta, en este caso), pepinillos dulces y salsa de tomate con un ligero toque de Buffalo.
Hay más. En la línea los lobster bar americanos, Losbstar también ofrece otras opciones con el marisco como ingrediente estrella. Uno de ellos es el Shrimp Roll, un bocadillo de langostinos preparado con el mismo pan brioche que el lobster roll, relleno de langostinos frescos en tempura y una salsa cóctel ligeramente picante. Otro bocadillo que no podía faltar es el Crab Roll, un sándwich con carne de cangrejo de concha blanda que también se sirve con el mismo acompañamiento de encurtidos y patatas fritas. Y, como todo americano que se precie, su carta incluye también una hamburguesa, en este caso, elaborada con carne de pez espada.
La oferta de The Lobstar se completa con algunas propuestas de finger food, como las Almejas Casino, unas almejas gratinadas con bacon y panko e ideadas para comer de un bocado, y otros clásicos de la cocina norteamericana como el Lobstar Mac & Cheese, su particular versión del popular plato de macarrones con queso al que añaden carne de bogavante, o el Clam Chowder (sopa de almejas), otro plato icónico de la cocina de New England.
Ya en el capítulo de los postres, dos propuestas muy americanas: el Donut de sidra, una receta propia que mezcla el típico donut estadounidense frito con el toque de la sidra y la canela, y su Butterscotch con Honey Comb, un batido de helado de vainilla con trozos de caramelo crujiente.
Interiorismo portuario
Para hacernos sentir cerca de la costa este estadounidense, los responsables de The Lobstar han creado un interiorismo que recrea la estética de los locales de restauración que habitan los puertos de la zona de Maine, aunque concebido de una manera más casual. Así, en el local encontramos paredes con texturas de zinc, ladrillos envejecidos, vigas y columnas en hierro y un techo de gran altura pintado en negro, que contrastan con el suelo de madera que emula al de los propios muelles. Un trabajo que se completa con elementos decorativos alusivos al mar como faros pesqueros, cestas para guardar los productos de la lonja y mobiliario realizado en herrería típica de los barcos pesqueros.
Finalmente, la tapicería en colores tabaco y azul de los bancos corridos, y la mezcla de sillas de distintos materiales terminan por otorgar un definitivo toque acogedor y chic al restaurante cuya ubicación estratégica, entre los barrios de Malasaña y Chamberí, le va a convertir en destino obligado para el público foodie de la capital.