Los 200 km que separan los extremos oriental y occidental de la provincia leonesa concentran el mayor censo de reservas de la biosfera del mundo con un total de siete, proponemos una una escapada a cuatro de ellas, que custodian elementos claramente sugerentes: Alto Bernesga, Babia, Omaña y Luna y Ancares. Montañas y valles, ríos y lagos, cañones y simas, una climatología de contrastes y una caprichosa actividad geológica han sido, desde su origen, los protagonistas de una biodiversidad excepcional que, en ocasiones, podría parecer el resultado de los antojos de un dios juguetón. “Todo un universo quebrado y retorcido” como la describió Plinio el Viejo en su Historia Natural.
Tal es la magnitud y diversidad de la orografía y del manto vegetal que las cubre y en las que cohabita toda una sucesión de especies animales como el oso, el urogallo o el lobo, que a vista de pájaro se asemeja a una inmensa alfombra de riqueza cromática y ecológica extraordinaria.
Reserva de la Biosfera del Alto Bernesga
Situada en la Montaña Central Leonesa dentro de la vertiente sur de la Cordillera Cantábrica, es zona de transición entre la España seca y la húmeda, por lo que su riqueza y biodiversidad es excepcional. Caracterizada por la existencia de espacios de alto valor ecológico en los que se pueden encontrar especies emblemáticas de fauna y flora y amplios bosques autóctonos de gran interés natural, turístico y recreativo, cuenta con más de 650 especies, entre los que podemos destacar hayas, abedules, sabinas, encinas y pinos.
Mención especial merecen el hayedo de Ciñera y el de La Boyariza. El primero, también conocido como “Faedo” de Ciñera, guarda un impresionante ejemplar de aproximadamente 500 años de vida que está considerado como uno de los cien árboles más singulares y destacados de España. De mayores dimensiones que el de Ciñera, el hayedo de La Boyariza está declarado Punto de Interés Biológico. Lugar mágico como pocos en el que no es difícil encontrar hayas imposibles de abarcar por más de tres personas, acebos, tejos…
Por su situación estratégica la Montaña Central Leonesa ha sido durante siglos zona de paso hacia el norte peninsular por infinidad de caminos que han sido utilizados por peregrinos, pastores, arrieros y nobles como el Camino de San Salvador.
También se conservan bellos testimonios del pasado minero, como el Pozo Ibarra. Un impresionante castillete, declarado Bien de Interés Cultural, que mantiene viva la memoria de un modo de vida muy arraigado y casi extinto.
La Guerra Civil Española también dejo su huella por las montañas del Alto Bernesga en forma de búnkeres, trincheras, parapetos y refugios hechos de piedra y casamatas blindadas y que formaban la conocida como “La Maginot Cantábrica”, que acompañan al impresionante paisaje de Fontañán, La Muezca o El Altico.
La reserva de la Biosfera del Alto Bernesga es también un escenario ideal para la práctica de todo tipo de actividades al aire libre, siempre con el respeto que el medio requiere, como escalada, deportes de invierno, trekking, pesca, etc. En el Centro de Visitantes de la Reserva de la Biosfera obtendremos un adelanto de los lugares que podremos visitar y conocer mejor el territorio en el Centro de Interpretación del Clima de La Vid, único en Castilla y León.
La oferta turística se complementa con un número importante de restaurantes, alojamientos rurales como la singular Fábrica de Cabornera, hostales, camping, campamentos y dos albergues gratuitos para peregrinos. Ya no hay excusa para no conocer la Reserva de la Biosfera del alto Bernesga.
Reserva de la Biosfera de Babia
Este rincón de la montaña leonesa es un increíble capricho de la naturaleza, un escenario de generosidad natural que se extiende bajo la mirada protectora de sus montañas de más de dos mil metros, un mundo de sensaciones que justifican la expresión “Estar en Babia”, pues unas nos hablan de reyes que se retiraban a estas tierras para alejarse de los problemas de la corte, otras se refieren a la nostalgia que los pastores sentían cuando estaban en la lejana Extremadura con sus rebaños y algunas tienen que ver con la ensoñación de los peregrinos en su camino a Santiago, pero sin duda alguna “Estar en Babia” es admirar sus paisajes, es vivificar el alma, es serenar la mente y es desterrar las prisas.
Este ecosistema, además de por sus altas montañas, se caracteriza por los verdes y extensos prados, por la casi absoluta falta de bosques debido a la ancestral actividad ganadera y por el agua. Como recuerdo de su origen glaciar han quedado un número considerables de lagos y lagunas como son Laguna Grande, Laguna de las Verdes, Lago del Chao y el conjunto de cuatro pequeñas lagunas de la Mata.
El territorio de la Reserva de la Biosfera de Babia es un espectáculo maravilloso a jornada completa. Su cielo nocturno es Parque Estelar y es el lugar ideal para la observación de las estrellas, las mismas que durante siglos guiaron a los pastores. El cielo de Babia es para vivirlo y la mejor forma de hacerlo es esperar a la noche cuando las montañas se funden con el horizonte y da comienzo esta prodigiosa representación.
Diseminadas por los diferentes valles que surgen del central, a los que se accede atravesando unas veces angostas hoces y otras abiertos valles, se esconden pequeñas aldeas de piedra, pizarra y madera que invitan al paseo tranquilo. Uno de los más singulares es Torre de Babia que conserva restos medievales, varios molinos harineros, la antigua fábrica de la luz o la Iglesia de San Vicente, conocida como la Catedral de Babia. De visita obligada en el pueblo es el Museo Etnográfico y de la Trashumancia, donde podremos descubrir el tradicional modo de vida de sus gentes babianas.
Y a la hora de buscar un establecimiento desde donde poder descubrir este paraíso, en el que algunos sitúan el nacimiento de Babieca, el legendario caballo del Cid Campeador, la mejor opción es La Casa Rural Las Verdes I y II, donde encontraremos una alojamiento rural completamente equipado, con un servicio esmerado y donde sin duda alguna podremos encontrarnos como en nuestra propia casa.
Reserva de la Biosfera de los Valles de Omaña y Luna
Claro exponente de territorio de transición entre la meseta y la cordillera, este antiguo suelo sirve de sustrato para algunos de los más impresionantes bosques de la provincia, entre los que destacan los abedulares, el roble melojo y los muchos endemismos florales característicos de estos valles, dando cobijo a algunas de las especies animales más emblemáticas de la fauna ibérica.
Los ríos Omaña y Luna vertebran el territorio en sus zonas altas antes de fundirse en uno solo que adopta el nombre de río Órbigo. Territorio de trashumancia desde hace siglos, el uso ganadero de estos valles le confiere una fisonomía genuina, al tiempo que salvaguarda un importante legado patrimonial material e inmaterial.
Como tampoco quiere ser olvidada la ruta de peregrinación que la surca la reserva de este a oeste. El Camino Olvidado o Camino de la Montaña, es una antiquísima vía de peregrinación utilizada antes que el Camino Francés para unir las tierras vascas con Villafranca del Bierzo siguiendo el trazado de viejas calzadas romanas. Su paso por los valles de Omaña y Luna significa atravesar un paisaje único, lleno de rincones ensoñadores y de un altísimo valor ecológico. Sirva como ejemplo el desfiladero de los Calderones, un paraje tan espectacular como estrecho en cuya salida, sobre un altozano, la Cueva de las Palomas esconde una pequeña ermita rupestre donde es venerada la imagen de Nuestra Señora del Manadero.
Una fresca corriente de aire sale encajonada entre dos paredes que desafían la gravedad y que representan la puerta del auténtico desfiladero, donde las condiciones resultan extremas para el desarrollo de la vida. Caminamos sobre el lecho del río, caudal que juega al escondite con el visitante dependiendo de la estación del año en que se recorra, siendo bravo en épocas de lluvias y deshielo, para seguir su curso bajo tierra en temporadas secas. El recorrido se convierte en una clase magistral de geología al aire libre, donde se abre un catálogo de caprichosas formas y de juegos cromáticos de la naturaleza. Un escenario ideal también para la práctica de deportes como la escalada, pero invitando siempre a realizar un ejercicio de imaginación de cómo un arroyo ha sabido esculpir la roca, a lo largo de miles de años, para entregarnos hoy un micro universo único en la provincia.
Pero si la Reserva de la Biosfera de los Valles de Omaña y Luna es a simple vista todo un espectáculo, un deleite para los sentidos y un remanso de paz, su valor medioambiental no se queda a flor de tierra y sus entrañas son, desde hace décadas, un aula permanente de geología. Un laboratorio al que acuden geólogos y paleontólogos de todo el mundo para estudiar las rocas y conocer los distintos aspectos de la evolución del planeta y de la Cordillera Cantábrica. El Centro de Interpretación de la Explosión de la vida en el Cámbrico acerca de manera magistral todos estos misterios de la naturaleza al público, una acción didáctica apoyada por su magnífica colección de fósiles.
Y para reponerse de tantas emociones, nada mejor que elegir entre toda la oferta de alojamientos y restaurantes por la zona, destacando especialmente por su calidad y excelente trato la Casa Rural Entrevalles, en la serena localidad de Benllera.
Reserva de la Biosfera de los Ancares Leoneses
La comarca leonesa de El Bierzo guarda celosamente el territorio de Ancares, un destino de paisajes bucólicos, idóneo para disfrutar de la naturaleza en estado puro y que concentra una gran diversidad de flora y fauna. Es posible descubrir este entorno protegido a través de una serie de rutas que recorre lugares emblemáticos como el municipio de Candín, el Pico Miravalles, el valle del río Burbia con sus molinos y sus mágicos rincones o el incomparable escenario etnográfico de Campo del Agua.
Este espectacular ecosistema concentra una gran variedad de árboles milenarios, sotos de castaños con gigantescos ejemplares entre los que destaca el de Villasumil, en cuyo interior del tronco llegan a caber hasta 8 adultos, hayas, robles, abedules, avellanos y chopos, sin olvidarnos de los arroyos y ríos de aguas puras y cristalinas, de fuentes de aguas minerales que brotan con el vigor de la alta montaña y bellísimas cascadas como la de Fumeixín. Además, es el hábitat de hasta 48 especies, muchas de ellas protegidas, entre las que se incluyen corzos, rebecos, jabalíes, ciervos, osos pardos y gatos monteses. Destaca la presencia del urogallo, ave insólita que pervive desde la era glaciar y que desde 1986 se encuentra protegida para evitar su extinción.
Decenas de rutas que parten, en su mayoría, de las diferentes pedanías repartidas por el territorio permiten un acercamiento a cada rincón de la reserva como el pico Cuiña, el más alto de los Ancares con 1.992 metros y donde se encuentra la laguna glaciar declarada Lugar de Interés Geológico. Desde las cimas del Mostellar, del Miravalles, de la Sierra del Padrón o de los puertos de Ancares o Lumeras es posible disfrutar de panorámicas realmente sobrecogedoras, de rincones que atrapan la mirada en angostos y sugerentes valles llenos de contrastes cromáticos y formas caprichosas. Desde la Casa Rural El Rincón del Cuco en Tejero de Ancares nos ayudarán eficazmente a planificar y diseñar sugerentes excursiones, además de ofrecer un trato excelente y un alojamiento de calidad.
Nos encontramos en uno de los espacios naturales en los que mejor se ha conseguido la armonía entre el hombre y la naturaleza, llegando en muchos casos hasta casi el mimetismo. El mejor ejemplo lo vemos en la aldea de Campo del Agua, en el municipio de Villafranca del Bierzo, que hacia la función de “braña” siendo el lugar donde convivían las gentes con el ganado durante la primavera, verano y otoño. Su característica principal son las pallozas, construcciones redondas de origen celta, en cuyo interior se escenificaba el universo en el que giraba la vida familiar al ser a la vez vivienda, establo y almacén. Pero no es el único enclave posible, pues en Pereda de Ancares o en Balouta es posible admirar estos ejemplos de la ancestral sabiduría constructiva heredada de generación en generación, pudiendo incluso visitar el interior de alguna de ellas. Concretamente en el Hotel Rural Miravalles en Balouta facilitan la visita a una palloza magníficamente restaurada y conservada, además de ofrecerla posibilidad de disfrutar de una reconfortante y sabrosa comida casera y alojamiento. En Pereda de Ancares bastará con acercarse al Hotel Rural Valle de Ancares, disfrutar también de una buena gastronomía y mejor alojamiento y visitar la palloza que hay al otro lado de la calle o la genuina que se conserva a pocos metros. Pero además de estas y otras joyas etnográficas, la Reserva de la Biosfera de los Ancares Leoneses guarda otras sorpresas en forma de vestigios históricos. El municipio de Villafranca del Bierzo, más allá del legado patrimonial y cultural de su conjunto urbano elegido como el Pueblo más Bello de Castilla y León, es la fiel valedora de un espectacular yacimiento arqueológico: Las minas de oro de La Leitosa, consideradas junto con Las Médulas las más espectaculares de El Bierzo. Se calcula que en ellas se llegaron a excavar 40 millones de metros cúbicos de tierras aluviales con un método similar al de Las Médulas. Hoy se conservan varios estanques de retención y algunas galerías subterráneas. Además en los alrededores se ha localizado varios castros que probablemente sirvieron como asentamiento de la población trabajadora astur: La Toralina y Campo do Castrelo, en Prado de Paradiña; El Castrillón, en Ribón, y El Castro en Velgueliña.