Hasta el 24 septiembre 2017
Paul Cézanne pintó casi doscientos retratos durante su carrera, incluyendo veintiséis autorretratos y veintinueve retratos de su esposa, Hortensia Fiquet.
La exposición, que se puede visitar en el Museo de Orsay hasta el 24 de septiembre, explora las características estéticas y temáticas de Cézanne en esta disciplina, destacando el diálogo entre obras complementarias y la ejecución de múltiples versiones de un mismo tema.
El enfoque cronológico de Cézanne como retratista nos permite estudiar su evolución, centrándose en los cambios que se producen en la continuidad de su estilo y su metodología. Retratos de Cézanne también plantea la cuestión de su concepción de la similitud e identidad del modelo, así como la influencia que estos habrían ejercido sobre sus decisiones y el desarrollo de su práctica.
Las obras presentadas, procedentes de colecciones privadas y de prestigiosos museos de todo el mundo, van desde el notable retrato del tío Dominique, de la década de 1860, hasta las últimas representaciones de Vallier, el jardinero de Cézanne en Aix-en-Provence, realizadas poco antes de la muerte del artista en 1906.
Cézanne es considerado como uno de los artistas del siglo XIX que más influyó a las generaciones posteriores. Su forma única de construir formas a partir del color, y su enfoque analítico de la naturaleza, influyeron en los cubistas, los fauvistas y las vanguardias que les sucedieron. Matisse, al igual que Picasso, consideraba a Cézanne como «nuestro padre». Sin lugar a dudas, sus retratos permiten descubrir la faceta más personal, y por lo tanto, más humana de su obra.
Paul Cézanne (19 de enero de 1839-22 de octubre de 1906) fue un pintor francés postimpresionista, considerado el padre de la pintura moderna, cuyas obras establecieron las bases de la transición entre la concepción artística decimonónica hacia el mundo artístico del siglo XX, nuevo y radicalmente diferente. Sin embargo, mientras vivió, Cézanne fue un pintor ignorado que trabajó en medio de un gran aislamiento. Desconfiaba de los críticos, tenía pocos amigos y, hasta 1895, expuso sólo de forma ocasional. Fue un «pintor de pintores»,1que la crítica y el público ignoraban, siendo apreciado sólo por algunos impresionistas y, al final de su vida, por la nueva generación.