En el Alentejo, una calmada región lusa que conserva toda la autenticidad de tiempos pasados, las tradiciones se mantienen intactas gracias a las nuevas generaciones que toman el relevo de sus legados centenarios. De padres a hijos y de abuelos a nietos, los alentejanos han sabido transmitir su maestría en oficios como la alfarería o la producción artesanal de vino, adaptando sus técnicas al presente sin perder su esencia.
São Pedro do Corval, una villa de alfarerías congeladas en el tiempo
Aplicando métodos heredados de la época romana, y con influencias de los árabes, las cerámicas alentejanas son producto de una larga historia. Un paseo por São Pedro do Corval, considerada la capital ibérica del barro, revela a los visitantes pequeños talleres de alfarería donde se puede ver a los artesanos creando obras de arte en los tornos. En las más de veinte olearias o alfarerías de la villa, en activo desde hace décadas, se puede aprender el proceso de fabricación de estas piezas, e incluso adquirir un original souvenir hecho a mano.
Trabajando con la misma pasión que sus antepasados, pero integrando nuevos diseños contemporáneos, estos artistas reinventan el oficio de sus abuelos. Además, también imparten talleres para los más hábiles, mostrando el moldeado y pintado de las piezas en sus propios estudios o en otros lugares como São Lourenço do Barrocal.
En la región, el viajero también podrá encontrar cerámicas en pueblitos como Nisa y Odemira, sin olvidar otras artesanías como los tapices de Portalegre, las alfombras de Arraiolos, o las mantas de lana de Monsaraz, un ejemplo idóneo de diseño que combina la tradición con la innovación; así como otros objetos decorativos elaborados con acero, cobre o corcho.
El cante alentejano, signo de identidad de los locales
La riqueza cultural de la zona también se encuentra en lo intangible, como sucede con el cante alentejano, Patrimonio Inmaterial de la Humanidad reconocido por la UNESCO desde 2014. Esta es una demostración única de canto coral a capella en la que tanto hombres como mujeres unen sus voces durante celebraciones y reuniones vecinales para trasmitir melancólicas historias sobre el amor y la vida en el campo.
En la actualidad, diversos grupos de jóvenes artistas mantienen vivo este arte, impidiendo que se olvide la tradición oral e integrando el saber de sus veteranos. El resurgir del cante ha sido tal que incluso se ha convertido en una asignatura escolar en la región.
Uno de los mejores lugares para conocer toda su historia es el Museu do Cante de Serpa y, aunque se trate de una expresión artística que surge de forma espontánea, sin planearla, por toda la región también se programan experiencias para que los viajeros puedan disfrutar del espectáculo.
Sabores familiares en cada mesa
En cada bocado de la gastronomía alentejana se encuentra presente la herencia de tiempos pasados. Tanto los restaurantes más distinguidos como las tabernas de toda la vida coinciden en servir sus propias versiones —más sencillas o más sofisticadas— de platos tan típicos como la açorda (sopa a base de pan) o el porco à alentejana (cerdo con almejas), sin olvidar las clásicas migas o quesos de la región.
De la misma manera, buena parte de las pequeñas bodegas alentejanas son negocios familiares. En Geracoes da Talha, tal y como su propio nombre indica, las artes vinícolas van de generación en generación, llegando actualmente hasta la cuarta. Adquirida a mediados del siglo XVI por el bisabuelo de la actual dueña, esta bodega especializada en vinos de talla elabora su reconocido producto en ánforas, siguiendo la receta tradicional romana.