Libros, cartas, textos manuscritos, un telegrama, artículos y ediciones de obras de distintas épocas en varias lenguas, símbolo de la universalidad de Onetti, se guardan en la caja n.º 1408 de la antigua cámara acorazada del Instituto.
La Caja de las Letras del Cervantes ha recibido esta tarde un prolífico legado de uno de los escritores imprescindibles de las letras hispanoamericanas, Juan Carlos Onetti (1909-1994). Libros, cartas, textos manuscritos, un telegrama, artículos y ediciones de obras de distintas épocas en varias lenguas, símbolo de la universalidad de Onetti, se guardan en la caja n.º 1408 de la antigua cámara acorazada del Instituto.
En el acto participaron el director del Cervantes, Luis García Montero; Dolly Onetti, música y viuda del escritor; Pilar Reyes, directora en la división literaria del Grupo Editorial Penguin Random House, y la periodista Hortensia Campanella, directora de la Fundación Mario Benedetti, y editora de las obras completas de Juan Carlos Onetti.
El legado de la familia de Onetti, que ha detallado Campanella, ha consistido en traducciones al chino de las novelas La vida breve y El astillero y la traducción al griego de la novela corta El pozo.
Entre los documentos legados destacan el texto para un telegrama dirigido a Rafael Alberti en el que le deseaba que recibiese el Premio Cervantes, cartas al escritor uruguayo Hugo Fontana, a su traductor al italiano Enrico Cicogna y a su suegra —a quien le reprocha con humor que nunca le dijo «que Dolly no sabía cocinar» —, a su gran amigo el dramaturgo Carlos Maggi o al periodista uruguayo Hugo Alfaro (que va acompañada del poema Balada del ausente, segundo y último poema de Onetti).
También se incluye el artículo Hijo y padre de la selva sobre la obra de Horacio Quiroga, en el que, al contrario de lo que era habitual, Onetti no escatima sus elogios hacia el cuentista.
Un referente para los escritores españoles
Por su parte el Cervantes ha cedido las obras Juntacadáveres, Tiempo de abrazar (novela inconclusa), Las máscaras del amor, El astillero y un número de la revista Cuadernos hispanoamericanos dedicado a Onetti, revista que el propio autor calificaba cariñosamente como ‘el ladrillo’ por su extensión y que lo situó «como figura de referencia para los escritores que representaban la dinámica de la literatura española», según García Montero.
Porque Onetti se instaló en España a mediados de los años 70, según explicó el director del Cervantes: «Su actitud política le llevó a enfrentamientos con las autoridades uruguayas y España tuvo la suerte de que se instalara aquí, donde enseguida se reconoció su mérito: fue un referente porque representó la verdadera apuesta por la vocación literaria».
El autor uruguayo, precursor de la gran eclosión de la novela latinoamericana, nos enseñó, según manifestó García Montero, «un camino a seguir, su manera de unir la lecciones del existencialismo en un mundo excesivamente narcisista, volcado en las apariencias de la vida feliz, ayudándonos a comprender a todos la ternura que existe en los naufragios de la vida cotidiana».
Para el director del Instituto, «Onetti es uno de los grandes de nuestras letras y no necesita este honor, pero instituciones como el Instituto Cervantes, sí»
Un autor moderno
Pilar Reyes manifestó que Onetti, que recibió el Premio Cervantes en 1981, «es un autor absolutamente moderno» y explicó que cuando Juan Cruz publicó en Alfaguara la última novela de Onetti en 1993, «ese libro se convirtió en una bandera editorial que tenía mucho que ver con el espíritu de Onetti: nacía la idea de que cada vez más proyectos editoriales pudieran circular en los dos lados del Atlántico. Onetti significaba eso desde su casa de Madrid».
A continuación, Dolly Onetti confesaba que su marido «podía vivir en una cama con un libro, el resto del mundo no existía». Y confesó que «a Juan le gustaría mucho saber que sus originales están al lado de otros grandes escritores como García Márquez o Mario Benedetti», tal y como sucede en la Caja de las Letras.
Tras el legado, se celebró un coloquio en el que participaron el escritor Antonio Muñoz Molina y Hortensia Campanella. Muñoz Molina explicó que había hecho recientemente una relectura en profundidad de la obra de Onetti, un escritor con el que tiene una afinidad especial desde la juventud y que lo ha acompañado en gran parte de su vida, incluso durante el servicio militar. «Onetti es un escritor con el que se establece una relación muy particular, muy distinta a la de casi cualquier otro. Hay escritores que parece que te hablan desde un púlpito; él parecía que te hablaba en voz baja», resaltó el autor andaluz refiriéndose a la complicidad que como lector siente por el narrador uruguayo.