Si ha ido a comprar recientemente, habría visto que el aceite de oliva virgen extra no deja de subir de precio, pudiendo llegar a costar el litro unos 8, 9 ¡y hasta más de 10 euros!
Se ha llegado a tal punto que muchos supermercados han optado por poner alarmas antirrobo en las botellas, al igual que se haría con las joyas u otros productos de lujo. ¡Y no es para menos! El conocido como “oro líquido”, ahora lo es más que nunca.
¿Qué puede hacer ante esta situación?
El aceite de oliva es uno de los ingredientes estrella de la dieta mediterránea por los numerosos beneficios que ofrece. Sobre todo, el denominado “virgen extra”, que es el de mayor calidad porque se obtiene exclusivamente mediante métodos mecánicos, como la trituración de las aceitunas y la primera presión en frío. Por tanto, no se utilizan productos químicos ni un calor excesivo en su producción, lo que ayuda a preservar sus compuestos naturales, además de darle un sabor y aroma más pronunciados.
Respecto a sus beneficios para la salud, se ha demostrado que es cardioprotector, que reduce en un 51% el riesgo de sufrir fracturas y que ayuda a reducir el deterioro cognitivo y a prevenir patologías neurodegenerativas como el alzhéimer.
Ahora bien, ¿estaría dispuesto a arruinarse para obtener estas propiedades? Porque, visto lo visto, parece que hay que elegir entre ahorro o salud.
¡Nada de eso! Hoy quiero darle algunos consejos para que su salud no sufra las consecuencias de esta escalada de precios.
Alternativas al aceite de oliva virgen extra
Muchas personas han optado por sustituir el aceite de oliva virgen extra por otros de menor calidad, también más económicos. Pero esto es una verdadera pena, pues así se están perdiendo todas sus propiedades, que ya ha visto que no son pocas.
Lo que yo recomiendo es que reserve ese aceite solo para aquellos preparados con los va a sacarle el máximo provecho. Por ejemplo, si lo usa como aliño para ensaladas o platos ya preparados, ya que cuando está crudo ofrece un mayor aporte de ácidos grasos monoinsaturados (sobre todo, el ácido oleico).
Si lo que quiere es cocinar con aceite, o preparar vinagretas y salsas, puede optar por otras alternativas más baratas, pero que siguen aportando beneficios para la salud.
→ Para cocinar a temperaturas altas
Interesan el aceite de girasol y el aceite de oliva que no es virgen extra. Eso sí, en ambos casos debe tener en cuenta el punto de humeo. Es decir, el momento en que empieza a salir humo del aceite debido al calor. Esto es algo que debe evitarse, ya que significa que el aceite se está degradando y perdiendo sus propiedades, además del sabor.
Precisamente por esto el aceite de coco es otra excelente alternativa a la hora de freír, ya que su punto de humeo es bastante alto, de 177º C (el de girasol es de 107º C y el de oliva de 191º C), por lo que se mantiene estable a altas temperaturas.
Y otro aceite muy bueno para freír es el de orujo de oliva, que es una mezcla del aceite que queda tras la primera molienda de la aceituna, con los restos de hueso y piel. Además de resistir altas temperaturas, sin perder sus propiedades, puede reutilizarse hasta media docena de veces.
Aunque, todo sea dicho, la fritura no es la cocción más saludable, por lo que no conviene abusar de ella. Y es que además de degradar el aceite, hay riesgo de que se formen acrilamidas: sustancias que se producen cuando se alcanza ese punto de humeo y que han sido reconocidas como cancerígenas.
→ Para vinagretas y salsas en frío
En estos casos siempre es mejor optar por sabores más suaves, como por ejemplo el que ofrece el aceite de soja. Extraído de las semillas de la planta Glycine max, tiene un alto contenido en ácidos grasos poliinsaturados, entre los que destacan el alfa linolénico y el linoleico (ricos en omega 3 y omega 6, respectivamente), que protegen el sistema cardiovascular.
Además, sus propiedades hidratantes y antioxidantes han sido ampliamente probadas, por lo que también interesa para el cuidado de la piel.
Lo que ocurre con estos aceites es que son especialmente sensibles a las altas temperaturas, y por eso es mejor reservarlos para las preparaciones que se sirvan en frío.
Y si lo que quiere es dar un toque extra de sabor a sus recetas, ¿qué tal el aceite de sésamo? Extraído de las semillas oleosas de la planta Sesamum indicum, se emplea mucho en la cocina asiática para los platos que se sirven en crudo (ensaladas, sopas, marinados...).
Aunque también se ha utilizado en la medicina tradicional por su alto contenido en ácidos grasos poliinsaturados y en vitamina E, uno de los antioxidantes más potentes. Y eso por no hablar de su aporte en fosfolípidos y lecitina, que contribuyen al buen funcionamiento del cerebro, y por tanto ayudan a prevenir el deterioro cognitivo.
Y, por último, tome nota del aceite de almendra. Generalmente se obtiene con un prensado en frío y es habitual usarlo en cosmética por sus propiedades hidratantes. Se aplica directamente sobre la dermis para tratar pieles resecas, eccemas o quemaduras.
Pero si se toma por vía oral puede ayudar a aliviar el estreñimiento gracias a sus propiedades digestivas. Eso sí, asegúrese de que se trata de un aceite para consumo alimentario y no su variedad para cosmética.
Como ve, alternativas no faltan en cuanto a aceites saludables se refiere. Puede que no sean ese “oro líquido” que ocupa un puesto de honor en la dieta mediterránea, pero no hay duda de que ofrecen beneficios extraordinarios.
No se olvide de ellos cuando vaya a comprar.
(Extraído de https://www.saludnutricionbienestar.com/)