Si usted ya peina canas es posible que lo haya vivido en carnes propias: con el paso de los años cada vez se siente menos sed, incluso cuando uno realmente necesita beber.
Esto se debe a que el envejecimiento deteriora el sistema de regulación de la temperatura corporal y del equilibrio hidroelectrolítico, encargado de percibir y de responder a la falta o al exceso de líquidos en el organismo.
A consecuencia de ello, las personas de más edad suelen sentir sed únicamente cuando la deshidratación asoma.
Además de por supuesto beber más -incluso sin sentir que se necesita, y más todavía en pleno verano-, existen varias señales que el organismo envía para avisar de la falta de agua y ante las que conviene estar alerta. ¡Tome buena nota de ellas!
10 señales que indican que el cuerpo necesita más agua
- Dolor de cabeza.
- Cansancio y/o fatiga.
- Cambios de humor.
- Sensación permanente de boca seca (sin llegar a tener sed).
- Hinchazón.
- Piel especialmente seca.
- Presión en el vientre.
- Ralentización del tránsito.
- Dolor articular.
Quizá le sorprenda esta última. Sin embargo, no es nada raro confundir la sed con el hambre, ya que ambas necesidades pueden ser malinterpretadas por el cerebro.
Ahora bien, distinguirlas es fácil si se sabe cómo: basta con buscar el origen de la sensación (en el caso de la sed, viene siempre de la boca y no del estómago).
Además, qué mejor para salir de dudas que pararse a beber un vaso de agua y esperar a ver qué ocurre. Si se trata solo de sed, en unos minutos el problema desaparecerá por donde ha venido.
Por su parte, el dolor y otras molestias que provoca la falta de agua en las articulaciones son más que lógicas. Y es que ciertas partes del cuerpo, como por ejemplo los discos vertebrales, están conformados ¡hasta en un 70%! por agua.
De ahí que, cuando se deshidratan -algo que además va sucediendo paulatinamente con el envejecimiento- pierden volumen y se resienten.
¡Razón de más para aumentar la cantidad de agua que se bebe al día!
El paso a la deshidratación
Aunque pueda parecer un problema menor, la deshidratación puede causar graves trastornos que deben ser atendidos con urgencia por parte de un médico. Por ello es crucial evitar llegar a ese punto, aportando mayores cantidades de agua al organismo ante la primera señal.
Y no solo de agua: priorice las frutas y verduras ricas en líquidos, como son los pepinos, la lechuga, la sandía, etc., y apueste por las infusiones y tisanas remineralizantes, por ejemplo a base de ortiga o de cola de caballo.
Entre otros signos corporales que advierten de una deshidratación acusada destacan los mareos, la lengua hinchada, la pérdida de peso y, por supuesto, una orina muy oscura o muy escasa (en ocasiones, deriva en infección de orina).
Cuando el problema ya puede ser considerado grave con frecuencia provoca fiebre, una bajada de la presión arterial, un ritmo cardíaco más alto de lo normal… En estos casos es necesario acudir con urgencia al médico.
El secreto del agua
El problema del agua es que, como todo en la vida, esconde un pequeño “secreto”: no siempre es tan buena como parece.
En un libro que aborda en profundidad el tema de los tóxicos contaminantes presentes en ella, el doctor y profesor experto en la materia Gilbert Deray apunta que “las toxinas están presentes en el agua mineral que se bebe todos los días, incluidos arsénico, medicamentos, desinfectantes, cromo, alquilfenoles, pesticidas, perfluoroalquilo, metilparabeno, ftalatos y componentes radiactivos”.
Por supuesto, frente a este problema el agua embotellada no es la solución, pues lo habitual es que contenga plásticos y componentes nocivos procedentes del envase.
Entonces, ¿qué beber?
Lamento decir que en este caso no hay muchas opciones: lo mejor, sin duda, es filtrar el agua del grifo, pero haciéndolo de una forma concreta.
(Extraído de https://www.saludnutricionbienestar.com/)