Vuelven a saltar las alarmas por el enorme impacto de los tóxicos cotidianos.
Ahora se trata de la mayor investigación realizada hasta la fecha para la detección de contaminantes en el organismo de los europeos. Y la difunden varias instituciones oficiales unidas en la Iniciativa Europea de Biomonitorización Humana. Los datos son contundentes. Muestran, por ejemplo, que el 99% de los niños analizados contienen retardantes de llama dañinos para la salud.
También documentan que hay una exposición generalizada a ftalatos en niños y adolescentes, o que todos los jóvenes analizados portan los PFAS (compuestos perfluorados y polifluorados). Esos ftalatos están en muchos plásticos, en perfumes o en juguetes. Y los PFAS se encuentran en utensilios de cocina, envases de alimentos, ropa y alfombras.
Además, en el 92% de los europeos se ha detectado bisfenol A, presente en botellas de agua, envases de alimentos, productos electrónicos y recibos de caja. Todas estas sustancias pueden alterar nuestro sistema hormonal.
Esta iniciativa califica de “alarmantemente alta” la exposición a sustancias tóxicas, especialmente en los niños.
Esta institución lleva trabajando en este estudio desde 2017 y ha analizado la presencia en sangre y en orina de 18 de los grupos más problemáticos de químicos, para lo que ha contado con una muestra de más de 13.000 personas de 28 países europeos.
La exposición a esas sustancias está asociada a problemas de salud como cáncer, afecciones inmunológicas, respiratorias, endocrinas, reproductivas y cardiovasculares o, entre otros, a efectos negativos en el desarrollo neurológico.
BRUSELAS SE ECHA ATRÁS EN SU COMPROMISO
Según Carlos de Prada, director de la iniciativa Hogar sin Tóxicos, que colabora con European Enviromental Bureau (EEB) en la difusión de la problemática en España, “a pesar de la evidencia de que la actual legislación de la UE sobre contaminantes químicos tiene enormes deficiencias a la hora de proteger la salud de los ciudadanos, en estos momentos Bruselas parece estar echándose atrás en su compromiso de prohibir en tiempo y forma las sustancias más peligrosas”.
En 2020 la Comisión Europea anunció su compromiso de prohibir las sustancias tóxicas presentes en productos de uso cotidiano, corrigiendo algunas graves deficiencias del Reglamento REACH. Sin embargo, las presiones de la industria química (singularmente la industria química alemana) han logrado que la Comisión Europea incumpla seriamente sus promesas formales.
La propuesta de reforma, que debería haber sido presentada en 2022, se ha retrasado hasta el último trimestre de 2023, a la vez que se van debilitando sus ambiciosos objetivos iniciales, por ejemplo, en cuanto al número de sustancias a regular. Para EEB, los intereses a corto plazo de algunas industrias concretas pueden acabar prevaleciendo sobre la salud de los ciudadanos aun cuando ello no pueda defenderse ni siquiera desde el punto de vista económico, ya que los costos en salud que tendrá para la sociedad europea no actuar debidamente son infinitamente mayores que los pretendidos beneficios de algunas empresas.