El Instituto Cervantes acoge desde el 25 de abril la exposición «Del uno al otro confín. Las bibliotecas del Instituto Cervantes», una selección de algunos de los libros y documentos más singulares, significativos y desconocidos del patrimonio bibliográfico y documental de la institución, conservado en sus bibliotecas del exterior y en la Biblioteca Patrimonial de Alcalá de Henares.
Los versos de Espronceda, cuya «Canción del Pirata» (1884) se incluye en el corpus de la muestra, dan título a una exposición que, lejos de la fragmentación, presenta los fondos del Cervantes -distribuidos en 64 sedes en 35 países- como una sola entidad, la mayor biblioteca española en el mundo, fuera de España, conformada en red.
Un total de 308 documentos presentan los tesoros del archivo bibliográfico cervantino, entre los que se encuentran los libros más antiguos de los fondos de la biblioteca -publicados a partir de 1592-, cartas originales de Jorge Guillén y Rafael Alberti, o un mecanoescrito original corregido a mano por el Nobel Mario Vargas Llosa.
La exposición, que podrá visitarse hasta el 17 septiembre, es el resultado de una labor de selección entre casi un millón y medio de referencias que conforman el catálogo de la red de bibliotecas, con dos mil publicaciones anteriores a 1.900 y entre los cuales destacan piezas procedentes de donaciones, legados o herencias. Más allá de los dedicados a la enseñanza del idioma, publicaciones periódicas o novedades editoriales, la muestra comparte con el público excepcionales tesoros como libros destacados por su antigüedad, rareza, belleza, dedicados por sus autores o de una singularidad única.
El itinerario comienza con la sección introductoria «Una biblioteca, un autor», que recorre mediante libros y citas, los nombres de las figuras más relevantes de la cultura panhispánica que dan nombre a las bibliotecas del Instituto Cervantes en el mundo, desde Tánger a Roma, a Moscú, Shanghái o Chicago.
La bibliografía como cronología histórica y cultural
La mesa central sirve de espacio expositivo para un recorrido cronológico, dividido en seis secciones. «Viajeros por España» da comienzo y presenta al siglo XIX, mostrando primeras ediciones de Cadalso, Jovellanos, Pardo Bazán, Galdós o Valera que conviven con testimonios sobre España de algunos viajeros ilustres, como George Borrow, Hans Christian Andersen o Richard Ford.
La primera edición de la «Gramática de la lengua castellana» de Andrés Bello (1847) o libros de Larra y Fernán Caballero indican el camino hacia el inicio del siglo XX, representado por obras de Valle-Inclán, Rubén Darío, Pérez Galdós o Juan Ramón Jiménez. Continúa con representantes de la Generación de 27, Azorín, Unamuno o Manuel Azaña y, con dos dedicatorias de Federico García Lorca, cierra una primera parte que finaliza con la Guerra Civil. «Más armas que letras» está ilustrada por folletos de trinchera, propaganda de ambos bandos de aquellos años, procedentes de la biblioteca del Cervantes en Londres.
La posguerra y el exilio se ilustran con los libros de León Felipe, María Zambrano o Luis Cernuda, mientras que Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Josep Pla o Luis Rosales dan cuenta de los libros publicados en España en los primeros años del franquismo.
El relato concluye con la Generación de los 50, la literatura hispanoamericana sobresaliente, representada por Cortázar o Elena Poniatowska; o la generación de los «Novísimos» y la transición a la democracia con figuras como Caballero Bonald o María Teresa León. Sin descuidar las literaturas vinculadas de una u otra manera a nuestro idioma, como son la árabe, la sefardí, la chicana o la filipina, encarnadas esta última en la obra de José Rizal.
Manuscritos y libros de los siglos XVI y XVII
Paralelamente, en vitrinas laterales, se suceden secciones diferenciadas y complementarias. «Escucho con mis ojos a los muertos» recoge los libros más antiguos de las colecciones provenientes de las distintas bibliotecas, impresos antes de 1800. Entre ellas, piezas extraordinarias y reveladoras, como el «Parasat Bre'siyt», comentario al Génesis datado en 1600, de la biblioteca de Tánger; la «Chronica de la provincia de Syria y Tierra Santa de Gerusalem», de Juan de Calahorra (1684), conservado en la biblioteca de Estambul; o el «Tratado en loor de las mujeres», de Cristóbal Acosta (1592), de la biblioteca de Roma.
Los manuscritos son los protagonistas de la sección «De puño y letra», entre los que destacan las cartas originales de Isaac Peral, Jorge Guillén y Rafael Alberti, junto a poemas de Francisco Villaespesa, o el mecanoscrito original de «La guerra del fin del mundo», corregido a mano por Mario Vargas Llosa que regaló a la autora brasileña Nélida Piñón, y posteriormente ella legó a la biblioteca de Rio de Janeiro.
Finalmente, la selección de revistas y periódicos, tipográficamente valiosa, completa una exposición que también aporta información y curiosidades sobre la red internacional de bibliotecas del Instituto Cervantes.
Legados de bibliotecas personales al Cervantes
Dentro de la Biblioteca Patrimonial del Instituto Cervantes, con sede de Alcalá de Henares, cobran espacial valor las colecciones y donaciones recibidas por representantes de la cultura en español. Entre ellas destacan el legado cedido por el poeta, editor y traductor
Jesús Munárriz, formado por 7.500 volúmenes; el archivo personal cedido por el editor, escritor y fotógrafo argentino
Mario Muchnik; la biblioteca de
Juan Goytisolo, representada por «Industrias de Alfanhuí» (1951) de
Rafael Sánchez Ferlosio en esta muestra; o el
legado del cantautor Joaquín Sabina, quien cedió la colección completa de la revista argentina «Sur» que también se puede ver en la exposición.