Cada 23 de abril, las agendas se llenan de planes culturales. Hoy proponemos uno, cultural y no solo cultural, que deberás hacer al menos una vez en la vida. Ahora o cuando tú quieras. Pero qué mejor que el Día Internacional del Libro para conocer la cuna del castellano en un viaje que empieza así: "Érase que se era un lugar llamado Valpuesta."
En el norte de la provincia de Burgos, en plena comarca de Las Merindades, colindando con Álava, la inspiración fluye y las sorpresas no cesan en la noble villa de Valpuesta. Un punto de partida memorable para un viaje a siglos atrás en la historia de la Península Ibérica y sus pobladores. Y el lugar desde el que lanzarse a la búsqueda de tesoros naturales insospechados.
La villa de Valpuesta fue conocida en los siglos X y XI por encontrarse en una de las rutas que dirigían a Santiago. Miles de peregrinos pasaban cada año por estas calles de camino y recalaban en estas posadas, en su andadura para encontrarse con el Santo.
Once siglos después, Valpuesta es conocida mundialmente por los cartularios encontrados en su colegiata, que datan del siglo XII. Estudios recientes consideran que son los primeros testimonios escritos en lengua castellana. Por ello, desde su descubrimiento, Valpuesta ha recibido el sobrenombre de "Cuna del Castellano". Una cuna muy singular, mecida por la historia de la Vieja Castilla y el sonido apacible de una naturaleza cautivadora.
A pesar de contar tan solo con una veintena de habitantes, la villa hace gala de un fantástico patrimonio histórico y cultural. Sin duda alguna, su joya es la colegiata, una de las construcciones religiosas más importantes del norte burgalés. Una iglesia del periodo gótico con una torre adherida que data del siglo XVIII y un pórtico con tres arcos de medio punto. También destaca su claustro, restaurado recientemente, y unos grandes ventanales cubiertos por vidrieras del siglo XV.
Más allá de la colegiata, los palacios y casas solariegas que perviven en Valpuesta denotan el lustre que tuvo esta pequeña localidad en la Edad Media.
En las calles aledañas varias edificaciones llaman la atención. Como la torre del homenaje, de cinco alturas y cubierta a cuatro aguas, que preside el Palacio de los Velasco. O quizá nuestros ojos se posen sobre los dos escudos que coronan el Palacio del inquisidor Zaldívar. El primero, familiar; el segundo, con su inscripción "vive bien que has de morir", claro aviso de su inquilino para los viandantes que por allí pasaban.
El Nueva York de los Bosques y Monte Santiago: dos espectáculos únicos en la Península Ibérica
Los alrededores de Valpuesta invitan a sumergirse en el paisaje y aventurarse en largas caminatas. En el Parque Natural de Montes Obarenes-San Zadornil, las montañas se elevan por encima de los mil metros y las hoces que dibujan increíbles desfiladeros. En el interior del Parque, un enorme corazón verde late entre grandes bosques de hayas, robles, sabinas, encinas y secuoyas, salpicados de abetos, tejos, madroños y otras muchas especies de flora y fauna silvestre.
Es el Nueva York de los Bosques: una gran masa forestal organizada a modo de ciudad, en donde la naturaleza se disfruta a raudales paseando a pie, a caballo o en bicicleta eléctrica por el "Barrio de los Extranjeros", el "Barrio de las Hayas", el "Barrio de las Encinas".
Otra parada natural imprescindible en las cercanías de Valpuesta es el Monumento Natural Monte Santiago: con sus impresionantes cortados de fondo y su peculiar relieve en cuesta, ofrece una estampa única en Europa.
Su peculiar paisaje kárstico, con formaciones de cuevas, dolinas, simas y lapiaces, hacen de este un espacio único, no solo para el ojo humano ávido de lugares bonitos. Muy especialmente para los buitres leonados, el halcón peregrino, el águila real y otras aves de roquedo atraídas por el singular relieve de esta zona.
Y luego están los bosques. un auténtico santuario de hayedos, pinares y encinares ofrecen el cobijo perfecto a los senderistas, deseosos de alcanzar el premio gordo: el Salto del Nervión. Un enorme torrente de agua de 222 metros de altura. El mayor salto de agua de la Península Ibérica.
Para disfrutar de las mejores vistas de esta cascada impresionante que desde hace millones de años erosiona a su antojo un monumental cañón, dirigirse al Mirador del Salto del Nervión.