En tiempos de redes sociales en las que nada es lo que parece, creer que los destinos paradisiacos lo son en realidad es un acto de fe. Pero en el Algarve no hacen falta filtros, ni trucos de edición. Aquí no hay trampa ni cartón, el paraíso existe. Ése de las fotos. El de la arena blanca y las aguas cristalinas. El de extensos arenales solitarios en los que dormirse con el rugido del mar. El de dunas vírgenes que sirven de parapeto con el viento. Ese paraíso en el que descansar y fotografiar bellos recuerdos sin tener que apartar a media playa para que no salga en tu álbum familiar. El sol brillante y la ciudad lejana. Un paseo desnudo sin pudores ni vergüenzas. Fundirse en la naturaleza y darse un relajado baño de sol y de mar. El verano de postal es posible en el Algarve donde estas 10 playas aún sobreviven a la amenaza de la masificación.
Playa de la Isla Desierta
Pocas veces dos palabras evocan lo mismo a todo el mundo de manera casi inevitable, pero pensar en una ‘isla desierta’ es pensar en un paraíso ¿o no? A esta playa de unos diez kilómetros de arenas finísimas de vibrante color blanco, llamada Ilha da Barreta, la gente la conoce como Ilha Deserta. Imaginar el porqué te da una idea de cómo es este lugar en el que puedes pasear desnudo (es una de las playas naturistas oficiales) y al que únicamente puedes acceder en barco.
Desde las 10 a las 19 horas puedes embarcar desde el muelle de Porta Nova, junto al castillo de Faro, la capital del Algarve. Una travesía de media hora te llevará hasta este edén de aguas verdeazuladas, no sin antes mostrarte el espectáculo natural que forman las lenguas de arena a su alrededor cuando la marea baja las deja al descubierto. Si prefieres ir por tu cuenta, también tienes la opción del taxiboat. El caso es llegar hasta este paraíso que se esconde en el punto más meridional de Portugal: el Algarve tranquilo, silencioso y bello. Con restaurante y bandera azul, tienes garantizados los servicios necesarios toda la temporada. El paisaje idílico está puesto todo el año.
Playa da Ponta Ruiva
Cerrar los ojos e imaginar un lugar paradisíaco en el que pasar un día de playa. ¡Ese lugar es Ponta Ruiva! Su nombre se debe a una roca rojiza que se encuentra en el extremo sur del arenal y que, con la luz del atardecer, crea una atmósfera mágica, un filtro natural con el que realizar las mejores fotos. El acceso es una aventura divertida que hace que la playa sea aún más solitaria, pero merece mucho la pena la visita, sino que se lo pregunten a los halcones que encuentran en este rincón un refugio seguro en el que estar. Por la carretera de Sagres hacia el Cabo de San Vicente deberás girar a la derecha en la última salida antes del cabo. El camino de tierra será tu guía.
Playa do Barranco
Árboles frutales al final de un valle que se precipita al mar en un barranco que da nombre al arenal. Parece el Edén y, desde luego, tiene poco que envidiarle. Esta pequeña playa en Vila do Bispo tiene todos los encantos para convertirse en la favorita de los amantes de los rincones especiales y solitarios. Una bahía de aguas cristalinas que forma una piscina natural y casi privada y ricos fondos marinos que atraen la curiosidad de buceadores y aficionados al snorkelling. Desde la freguesía de Raposeira dirección Zavial, deberás girar a la derecha y tomar el camino de tierra. Allí se muestra Playa do Barranco como si el hombre no hubiese pasado por ella. Cargadita de cantos rodados (abundantes en esta zona), disfrutarás construyendo con ellos (los locales les llaman ‘rebolinhos’) tu refugio para protegerte del viento. La foto pasará a ser de tus favoritas de las vacaciones.
Playa do Castelejo
Naturaleza salvaje y belleza extrema. Este arenal, en el Parque Natural do Sudoeste Alentejano e Costa Vicentina (Vila do Bispo), es un espectáculo en todos los sentidos. Delimitado por dos colinas verdes y vigilado por robustos acantilados de hasta 140 metros de altura es el enclave perfecto para olvidar y ser olvidado. El contraste de las formaciones rocosas de pizarra, de un negro centelleante, con la arena blanca, invita a la relajación y a la admiración de un paisaje hermoso sin más. Un paraíso que, en días de buen mar, reúne a surfistas que juegan a esquivar la ‘Pedra da Lage’, un castillo rocoso que emerge en mitad del agua y sirve de abrigo a numerosas especies marinas.
Playa da Arrifana
Imponente. Una ensenada en forma de concha de espectacular belleza en la que el océano se adentra para dejarte una orilla de aguas cristalinas que te invita al baño desde que llegas. De respaldo, un impresionante acantilado de pizarra oscura que protege del frío y del viento y, en su parte norte, los vestigios del mayor Ribat musulmán de la Península Ibérica, una fortaleza-convento de gran valor arqueológico que hace de este lugar un escenario de película. En mitad del agua, la ‘Pedra da Agulha’, un icono de la Costa Vicentina, vigila que nada altere la tranquilidad de los nidos de las cigüeñas blancas. La naturaleza todo lo tiene pensado aquí, para que nada salga mal.
Playa do Telheiro
La última playa antes del Cabo de San Vicente. Aquí hace millones de años las tierras chocaron y dieron lugar a esta belleza. Playa do Telheiro, en Vila do Bispo, es El Dorado de los geólogos y la inspiración para los amantes del arte, por su paleta de colores en tierra y su mar de azul intenso. Aquí se encuentran cara a cara el macizo oscuro de pizarra de la costa occidental (antigua cordillera) y el borde sedimentario del sur, con sus arenas anaranjadas (por el gres de Silves) y las piedras calizas que el viento y el mar esculpen a su antojo. Una obra de arte en forma de playa.
Playa do Homem Nu
Como buen paraíso que es, aquí nadie sigue los designios de la moda ni es esclavo de ningún canon de belleza. Es la Playa del Hombre Desnudo. Si bien su nombre se debe al único superviviente de un naufragio que llegó sin ropa a las orillas de este impresionante arenal, lo cierto es que se conoce como espacio naturista. Situado en la parte occidental de la Isla de Tavira (acceso en taxiboat desde Fuzeta), esta playa puede presumir y presume de ser virgen y salvaje. Un auténtico paraíso al que, por supuesto, también están invitadas las personas vestidas.
Playa de Benagil
¡Tu postal del verano! Esta playa, cerca de la ciudad de Lagoa, esconde el mayor secreto natural que guarda el Algarve: la cueva de Benagil. Una gruta natural excavada por el océano y el viento durante miles de años, coronada por una claraboya que deja penetrar una luz que crea una atmósfera casi angelical. El espacio (al que se aconseja acceder en canoa o en barco) es un auténtico templo desde el que observar el mar; algo así como penetrar en las entrañas rocosas de Portugal. No olvides llevar la cámara o el teléfono bien de carga y libres de espacio, porque te hartarás a hacer fotos de este mágico lugar.
Playa da Barriga
La inmensidad, la calma… el paraíso. Todo confluye en esta playa “de belleza feroz”, en palabras del Financial Times. Playa da Barriga, en Vila do Bispo, se muestra imponente ante la primera mirada del visitante. Hermosa por donde se mire, aguarda al final de un valle verde y extenso, que la nutre y la protege. Tras una caminata por prados vírgenes y dunas que ella misma va levantando a su alrededor, podrás disfrutar de una tranquilidad desconocida para la mayoría. Si eres de grandes paseos, podrás alcanzar Castelejo con la ventura de la marea baja. No olvidarás lo diminuto que te harán sentir los infinitos acantilados en mitad de ese desierto de arena blanca.
Playa da Salema
Paraíso por muchas razones. Su arenal fue elegido por el diario británico The Guardian como una de las 50 playas más bellas del mundo, si bien su enclave también es de película. Un encantador pueblo de pescadores situado en Vila do Bispo en el que mezclarse de verdad con la auténtica vida de un pueblo marinero. Los pescadores regresando a puerto tras la faena, la descarga, las redes… no comerás un pulpo o un sargo más delicioso que el que te prepararán en los restaurantes de Salema. Si además te gusta combinar la playa y la gastronomía con algo más, la localidad presume de ruinas de una villa romana y hasta de huellas de dinosaurio de hace 140 millones de años sobre las rocas de los acantilados. Imposible obtener más de un lugar tan pequeño.