“La esencia de un cuadro. Una exposición olfativa” propone un nuevo acercamiento a las colecciones del Prado, en esta ocasión a través del sentido del olfato. Para ello, con el patrocinio tecnológico de Samsung y la colaboración especial de la Fundación Academia del Perfume y la tecnología olfativa AirParfum desarrollada por Puig, el perfumista Gregorio Sola ha creado 10 fragancias relacionadas con elementos presentes en la obra El Olfato, parte de la serie de Los cinco sentidos que Jan Brueghel el Viejo pintó en 1617 y 1618 y en las que las figuras alegóricas fueron realizadas por su amigo Rubens.
El sentido del olfato permitirá al visitante recorrer los diferentes elementos representados en esta pintura. Para ello, Gregorio Sola, Perfumista Senior de Puig y Académico de Número en la Academia del Perfume con el Sillón Sándalo, ha creado, por ejemplo, Alegoría, que nos invitará a detener la mirada sobre el ramillete de flores que huele la figura alegórica; Guantes, que reproduce el olor de un guante perfumado de ámbar según una fórmula de 1696; Higuera, que nos animará a reconocer esta planta en la escena; Flor de naranjo, que dirigirá nuestra atención hacia los alambiques se usaban para destilar este producto; y así hasta 10 fragancias que acompañarán al sentido de la vista proporcionando sensaciones únicas en la apreciación de la pintura.
El Olfato, Jan Brueghel el Viejo y Rubens, 1617-18
La obra protagonista y germen de esta exposición, El Olfato, forma parte de la serie de Los cinco sentidos, expuesta en esta misma sala, que Jan Brueghel pintó en 1617 y 1618. Las figuras alegóricas fueron realizadas por su amigo Rubens.
La serie probablemente fue un encargo de la infanta Isabel Clara Eugenia y su esposo Alberto de Austria, soberanos de los Países Bajos meridionales, para quienes Brueghel trabajó como pintor de corte. Los objetos que se ven en estas escenas reflejan el coleccionismo y gusto de las cortes europeas de la época. En 1636 los cinco cuadros se encontraban en Madrid, en la colección del rey Felipe IV, quien los instaló en una sala decorada con dos estanterías de ébano y bronce junto a cuadros atribuidos a Durero, Tiziano y Patinir entre otros. Se encontraban entre las principales joyas del monarca.
Brueghel fue uno de los pintores más apreciados de su tiempo. Hijo de Pieter Bruegel (padre e hijo escribían su nombre de forma diferente), se formó con su abuela, la miniaturista Mayken Verhulst. De 1589 a 1596 residió en Roma, Nápoles y Milán y trabajó para Ascanio Colonna, (también patrono de Cervantes) y Federico Borromeo, entre otros. Este último escribió que su pintura reflejaba la belleza y variedad de la naturaleza.
La mayor parte de la carrera de Brueghel se desarrolló en Bruselas y Amberes. Fue uno de los primeros especialistas en pintar flores. En una ocasión afirmó que tardaba en finalizar sus cuadros porque incluían especies que florecían en diferentes épocas del año. Su particular manejo de la pasta pictórica evoca la consistencia de las formas vegetales y nos transmite una asombrosa empatía con ellas.