Yo era una flor / que en la maleza creció / y me ofrecieron / un efímero amor. / Un ruiseñor mi cáliz se llevó, / destrozándome el alma / y dejándome sumida / en un dolor. /Yo era una flor / que perdió su color / cuando apenas / conocía del amor. / Allá en la pradera / hay flores que esperan / allí debe estar mi ruiseñor / con otra flor / como la flor que era yo.
Emocionados ante la poética musical de Sylvia Rexach, el pianista y compositor cubano Pepe Rivero y la cantante ibicenca Ángela Cervantes, se reúnen en este proyecto discográfico, producido por José E. Cruz, para rememorar y expandir el repertorio de la artista puertorriqueña.
Olas y Arenas se presentará en Madrid el día 23 de noviembre en el Teatro Bellas Artes.
Olas y Arenas, título además de una de sus más insignes canciones, pretende añadir una voz nueva a la sensible obra de Sylvia, mujer comprometida y adelantada a su época, cantante, compositora, guionista de comedia y poeta, así como a su intensa aunque breve vida.
Días narrados a través de su música, a horcajadas entre la Primera Guerra Mundial y la bohemia nocturna de los años 50, en un mundo que no supo ver, hasta después de fallecida, el valor de su arte.
Pepe Rivero y Ángela Cervantes nos ofrecen con su nuevo disco, ‘Olas y Arenas’ el fruto de un largo camino musical de ida y vuelta. Olas y arenas del mediterráneo catalán, que vieron nacer a los antepasados de Sylvia Rexach, quienes imaginaron exóticos mundos remotos y navegaron hacia un fascinante futuro, al otro lado de ese mar hasta desembarcar en las cálidas arenas de Puerto Rico. Allí nacería Sylvia, escucharía sus primeras tonadas maternas, aún con el carácter mediterráneo y, posteriormente, nuevas melodías de origen taíno, siboney, yoruba, bantú o hasta chino, coreano o japonés. Todo ese crisol de culturas, junto a su formación clásica, en mayor o menor medida conformaría de manera casi imperceptible, un bagaje cultural extraordinario.
Pasarían los años y Sylvia se convertiría en una extraordinaria intérprete de sus propias canciones y un símbolo para los puertorriqueños. Con el paso de los años la música de Rexach llegaría a los oídos de José E. Cruz, académico de profesión, bongosero de vocación, nacido en Puerto Rico y residente en Nueva York quien, como Presidente de Jazz Latino Inc., cuya finalidad era la difusión del Jazz en general y del Jazz latino en particular, se propuso revisitar la obra de la boricua. Con esa finalidad contactaría con Pepe Rivero, el gran pianista cubano residente en Madrid desde hace más de veinte años. Pepe, músico formado como pianista en la tradición clásica, pero imbuido de la tradición de los ritmos antillanos y el lenguaje del jazz, acogería el encargo con absoluta pasión.
Pepe Rivero, gran conocedor de las armonías, melodías y ritmos de la música caribeña, disponía de los ingredientes formales y estructurales del estilo Jazz filin. Pero Pepe quiso dar un paso más en la reinterpretación de las canciones de Sylvia Rexach. Y fue así como tuvo la brillante idea de ofrecer a Ángela Cervantes, el inmenso honor de revivir la voz de la cantante puertorriqueña. Ángela, ibicenca de cuna, buscando en las raíces de Sylvia aportaría su maravillosa voz mediterránea, el legado de su abuela, para poder dotar a las melodías de las canciones de Sylvia de ese carácter que, a bien seguro, están en el fondo de sus tonadas. Una vez más, el mar, como transmisor de culturas, las olas que en su viaje de regreso nos traen las canciones de Sylvia Rexach con aire renovado.
Sylvia Rexach (22 enero 1922 - 20 octubre 1961), hija de emigrantes catalanes nació en Santurce, Puerto Rico, uno de los vecindarios más icónicos de San Juan, la capital del país. Su primera presentación artística fue durante sus años de adolescencia, como vocalista en un programa de radio presentado por el pianista y compositor puertorriqueño Arturo Somohano. A esa temprana edad, Rexach comenzó a escribir las canciones que hoy día la ubican en el panteón de las figuras más destacadas de la música puertorriqueña en el siglo 20.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Rexach se unió al Cuerpo de Mujeres del ejército norteamericano. En el 1943 se casó con William Riley, un soldado norteamericano, a quien había conocido en Santurce. Con él tuvo tres hijos. El matrimonio no duró en parte porque Rexach no se conformaba con ser la típica esposa de los años 40 y 50. A pesar de que Sylvia lo amaba, sus almas no estaban en sincronía. Él carecía de inclinaciones poéticas y nunca apreció el temperamento artístico de ella. La violencia doméstica contra Sylvia fue también un factor maléfico en la relación. Luego de su divorcio, la artista siguió trabajando dentro y fuera de la casa, componiendo y cantando, manteniendo un estilo de vida bohemio, que la situó a la vanguardia de su época.
En el 1940, Rexach organizó y dirigió a "Las Mirlas," grupo musical pionero integrado sólo por mujeres, que se disolvió rápidamente. Rexach persistió en su afán y en el 1949 organizó el trío "Las Damiselas", luego adaptado a sexteto y también conocido como El Combo de Sylvia Rexach. Sylvia escribió guiones y una columna periodística, actuó, cantó como solista, y compuso jingles comerciales. Fue socia fundadora y Secretaria General de la Sociedad Puertorriqueña de Autores, Compositores y Editores de Música.
Ni una úlcera en el estómago ni, posteriormente, un cáncer de mama que se diseminó por todo el cuerpo no la detuvieron. Así, mantuvo su vida artística mientras batallaba contra una enfermedad marcada por tres intentos de suicidio. Murió en Santurce a la temprana edad de 39 años y en 1967, el Instituto de Cultura Puertorriqueña publicó Sylvia Rexach canta a Sylvia Rexach, un álbum que incluyó catorce temas de su composición en el que Rexach cantó acompañada del guitarrista Tutti Umpierre.
La obra de Sylvia Rexach la ha consagrado como intérprete magistral del bolero, en el estilo filin. Su canción "Yo era una flor," aunque no es de las más conocidas, es representativa del tema básico de su producción romántica: la dinámica del encuentro y la pérdida del amor. Por sus canciones Rexach figura como compositora de gran sensibilidad romántica y como una de las poetas esenciales en la historia musical del Caribe hispano.