Año tras año, los buñuelos van ganando adeptos hasta convertirse en uno de los dulces favoritos de muchos de nosotros. Puede que sea porque siempre puedes encontrar el perfecto para ti gracias a su gran variedad de rellenos, o es posible que se deba a su pequeño tamaño o a la facilidad para degustarlos. Sea como fuere, la realidad es que prácticamente nadie en nuestro país se quedará estos días sin comer al menos uno. Por eso, desde el obrador de Levaduramadre Natural Bakery, nos cuentan algunos secretos de este dulce tan particular.
¿Cómo es posible que una pequeña bolita de apenas unos 5cm esté tan espectacularmente buena? Pues el secreto parece estar, una vez más, en la masa o al menos así nos lo explican en las panaderías y pastelerías artesanas madrileñas Levaduramadre donde los preparan estos días siguiendo la receta tradicional, para rellenarlos luego de crema, nata montada o chocolate: “El secreto para que el buñuelo quede fino, esponjoso y poco aceitoso es tener cuidado en trabajar bien la masa y freír en aceite bien caliente. Una vez fríos, se rellenan con una manga pastelera. Tienen que quedar gorditos, bien llenos, pero con cuidado de que no se rajen o se rompan por haberlos cargado demasiado”.
A pesar de que su simbología religiosa está clara, ya que aseguran que cuando te comes un buñuelo sacas un alma del purgatorio, su origen es bastante más controvertido.
Si bien para algunos la palabra buñuelo deriva al parecer de puñuelos (unas bolitas de masa de harina de trigo que en tiempo de los romanos se amasaban con los puños), otros creen que procede del vocablo francés beignet, que significa bulto o protuberancia, sin embargo su origen más probable y mejor documentado está en los árabes, cuando allá por el siglo XI hallamos una receta del pastelero del rey árabe de Sevilla, quién preparaba unas bolitas de masa de agua y harina para luego freírlas en abundante aceite.
El dulce más típico de esta temporada otoñal, que ha ido ganando fieles con el paso de los años gracias especialmente a la popularización de los rellenos de todo tipo, se preparaba tradicionalmente en casa. Consistían sólo en la masa bien frita, espolvoreada con azúcar y en ocasiones con canela, es decir… los conocidos como buñuelos de viento. Más tarde, las pastelerías empezaron a incorporar rellenos dulces, principalmente crema pastelera, nata montada, cabello de ángel, chocolate o trufa, y con ello, lograron convertirse en uno de los dulces de temporada más consumidos en España.