La Caja de las Letras del Instituto Cervantes recibió como legado in memoriam de Severo Ochoa un cuaderno de laboratorio de 1956, de cuando el prestigioso bioquímico español trabajaba en la Universidad de Nueva York, y cuyas investigaciones le valieron el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1959. El ministro de Ciencia e Innovación, Pedro Duque, depositó en la caja de seguridad número 1.709 el valioso legado, cedido por el Museo de las Ciencias de la Ciudad de las Artes de Valencia, y propiedad de Fundación Bancaja.
En concreto, lo que guarda –hasta dentro de exactamente un año– la antigua cámara acorazada de la sede del Cervantes es el trabajo experimental que Severo Ochoa (Luarca, Asturias, 1905-Madrid, 1993) realizó sobre la enzima polinucleótido fosforilasa, investigaciones que culminarían con la síntesis del ácido ribonucleico (ARN). Estos hallazgos, que constituyeron una base fundamental para el estudio del código genético, le llevaron a conseguir el Premio Nobel junto con el estadounidense Arthur Kornberg.
El ministro dijo que Severo Ochoa, “un referente para la ciencia”, es “un caso paradigmático de cerebro fugado”, algo que “tenemos que corregir y ya estamos empezando a mejorar”. Sus hallazgos demuestran los beneficios que nos proporciona la tecnología (como internet, los medicamentos o las vacunas contra la COVID-19, basadas precisamente en el ARN), que son fruto de descubrimientos científicos previos.
Pedro Duque insistió en que la ciencia es “enormemente rentable” y en la importancia de apoyar esta “aventura intelectual” que, en palabras del propio Severo Ochoa, es “la búsqueda de la verdad por la verdad misma”.
El director del Instituto Cervantes destacó que el cuaderno depositado hoy está escrito en inglés, que es “el latín de nuestros días, el idioma obvio”, mientras que “el español es el idioma que marca la diferencia”. “Lo que pretendemos quienes defendemos su uso en el ámbito científico no es sustituir al inglés (…), lo que defendemos es la dignidad de quien investiga en español; el trato justo a nuestro idioma”. Por ello, agregó Luis García Montero, “defendemos que nuestro idioma sirve para el soneto y para la fórmula, para la biología y para la astrofísica. Defendemos que los matices de nuestra lengua plural llegan adonde muchas veces no llegan las simplificadas lenguas universales”.
Severo Ochoa, un “científico universal”
García Montero recordó que Severo Ochoa no perdió nunca “la ligazón con España, y podía haberlo hecho: ya era un científico universal”.
La pieza guardada en la Caja de las Letras forma parte de un importante legado del prestigioso biólogo molecular que es propiedad de la Fundación Bancaja y cuyo depositario es el Museo de las Ciencias de Valencia. Severo Ochoa lo donó a su alumno y amigo Santiago Grisolía cuando este dirigía el Instituto de Investigaciones Citológicas (1976-1992), a su vez propiedad de dicha Fundación, según explicó la directora de contenidos de la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, Miriam Atienza.
Aquella donación de Severo Ochoa, formada por el archivo y su biblioteca científica, contiene cuadernos de laboratorio, publicaciones, condecoraciones, conferencias, fotografías, correspondencia científica, prensa e incluso vestimenta utilizadas en sus investiduras como doctor honoris causa en más de 40 universidades españolas y extranjeras. Esos materiales repasan toda su trayectoria científica, desde sus notas de facultad, sus primeros trabajos de laboratorio en Madrid, su emigración científica durante la Guerra Civil a Alemania, Inglaterra y San Luis (EE.UU.), hasta conseguir un puesto definitivo como profesor en la Universidad de Nueva York, donde consiguió el Nobel. También contienen sus trabajos tras su jubilación en el Instituto Roche de New Jersey, y su vuelta definitiva a España en 1985.
Por su parte, la consejera de Cultura, Política Lingüística y Turismo del Gobierno del Principado de Asturias quiso recordar a los otros tres asturianos ilustres que dejaron legados en la Caja de las Letras: Margarita Salas (que en 2008 depositó sus investigaciones en EE.UU. precisamente como discípula de Severo Ochoa), la filósofa Amelia Valcárcel y el poeta y premio Cervantes Antonio Gamoneda.
Para Berta Piñán, la pandemia constata la gran relevancia de la ciencia y la cultura en nuestras vidas. Tenemos, sentenció, la necesidad imperiosa de dedicar tiempo y dinero a la investigación porque “nuestro futuro está en manos de los científicos”.