Creada en 2019 para afianzar un turismo de calidad en entornos privilegiados de la comunidad autónoma y preservar edificios patrimoniales que en su día corrieron serio riesgo de desaparición, la red de Hospederías de Castilla-La Mancha se consolida con la adhesión de sus cinco primeros establecimientos en un momento en que es más necesario que nunca apostar por los destinos nacionales El colectivo lo forman el hotel boutique Adolfo (Toledo), el hotel Convento del Giraldo (Cuenca), la hospedería Santa Elena (San Carlos del Valle, Ciudad Real), Molino de Alcuneza (Sigüenza, Guadalajara) y el Palacio del Infante Don Juan Manuel (Belmonte, Cuenca), todos ellos posicionados como punta de lanza de la oferta hotelera de la región y unidos por una serie de valores comunes: ubicación, gastronomía, arquitectura, servicio esmerado y fuerte identidad castellanomanchega.
Como región en sí misma, Castilla La-Mancha es la idiosincrasia común que mantienen las cinco provincias que la componen, todas ellas variadas y diferentes entre sí. Hospitalaria y de gran riqueza monumental, cultural y paisajística, reclama ahora su lugar en un momento de fuerte apuesta por el turismo de proximidad y gracias a la red de Hospederías de Castilla La-Mancha, iniciativa de colaboración público-privada impulsada en 2019 por la Junta a través de la Consejería de Economía, Empresas y Empleo para dinamizar el sector turístico de la región a largo plazo, impulsar una política de desarrollo rural y proponer una oferta apetecible a través de sus alojamientos más singulares, que vienen a rescatar y defender el olvidado concepto de hospedería: la casa del pueblo, el hogar de toda una comunidad destinado a recibir viajeros y regentado con calidez por sus dueños. Actualmente son cinco los establecimientos que forman parte del proyecto: en Cuenca, el hotel Convento del Giraldo y el Palacio del Infante Don Juan Manuel; en Guadalajara, Molino de Alcuneza; la hospedería Santa Elena en Ciudad Real y el emblemático sello Adolfo en la ciudad de Toledo, donde ubica su hotel boutique homónimo. Todos ellos tienen una identidad corporativa común, comparten unos parámetros de calidad turística en su funcionamiento y cumplen con unos determinados requisitos para su adhesión: están inscritos como hotel (de entre tres y cinco estrellas) y asentados en edificios de interés patrimonial o en un entorno paisajístico, monumental o natural privilegiado; promueven la región, ya sea a través de su personal, conocedor de los encantos de la zona, o de su oferta culinaria y enológica (sus menús gastronómicos incluyen producto típico o de kilómetro cero y su carta de vinos debe incluir al menos un 50% de referencias de las diferentes D.O. de la región); su interiorismo, aunque adaptado a la identidad del hotel, hace un guiño al estilo castellanomanchego; por último, velan por la conservación del medioambiente a través de la obtención de sellos como la Ecoetiqueta turística. Además, contribuyen a rehabilitar el patrimonio de Castilla La-Mancha mediante la cesión a la Junta de edificios históricos susceptibles de reconvertirse en hoteles. Así, en lo sucesivo la red acogerá nuevas hospederías públicas como la Real Fábrica de Bronces de Riópar (Albacete), el Convento de Santo Domingo de Villanueva de Los Infantes (Ciudad Real) y la Real Fábrica de Paños de Brihuega (Guadalajara), perfecto ejemplo de institución expoliada y dotada de una segunda vida gracias a esta iniciativa. Por lo pronto, los cinco hoteles actuales, cada uno con sus particularidades, hablan el lenguaje común de la región y resumen sus atributos.
Molino de Alcuneza. Alta gastronomía en el corazón de La Mancha
Concebido como un oasis de puro hedonismo, Molino de Alcuneza es uno de esos establecimientos que determinan la elección del destino. Su historia se remonta a 1992, cuando los padres de Blanca y Samuel Moreno, actuales propietarios, deciden comprar un molino de piedra del siglo XV a las afueras de Sigüenza y rehabilitarlo para transformarlo en un hotel boutique con 17 habitaciones, restaurante y spa. Poco a poco y gracias al empuje de los dos hermanos, que pronto tomaron las riendas del negocio familiar, el establecimiento fue convirtiéndose en todo un referente de la hotelería de lujo gracias a una ubicación privilegiada, en plena naturaleza; a una cuidada decoración; a la atención exquisita que brindan sus anfitriones y a una gastronomía de altura asentada en las bases de la cocina de proximidad. El restaurante de Molino de Alcuneza, galardonado con una estrella Michelin, está dirigido por el propio Samuel (formado en comedores de la talla de El Celler de Can Roca y con algunos de los mejores reposteros y panaderos de Europa) y en él cobra vital importancia el pan, que el chef elabora en su propio obrador a partir de granos autóctonos caídos en desuso y recuperados en cultivo ecológico y de las mismas levaduras con las que se hacía el pan hace 500 años en el Molino de Alcuneza. Un molino que aún funciona y que preside el salón social del hotel. Amén de la variedad de panes artesanos (una de las mejores del país), su vanguardista propuesta se distingue por el uso de una materia prima excelsa, de temporada y eminentemente local en la que no faltan las verduras ecológicas de cultivo propio, las carnes y chacinas de Sigüenza, las truchas del Alto Tajo, las legumbres ecológicas de Palazuelos y los espárragos y caracoles del valle del Henares, a 30 kilómetros del hotel. A nivel culinario, cuenta además con una carta de almuerzos para disfrutar en la terraza (muy basada en el producto), mientras que de las instalaciones del hotel destacan también su amplio y cuidado jardín con piscina de verano y el spa, de uso privado, con carta de tratamientos y masajes individuales o en pareja.
Palacio del Infante Don Juan Manuel: Historia y modernidad
El Palacio del Infante don Juan Manuel Hotel & Spa está ubicado en la que fuera la primera fortaleza de Belmonte (uno de los municipios patrimonialmente más ricos, tanto de la provincia de Cuenca como de toda Castilla-La Mancha), construida en 1323 sobre una anterior edificación visigoda. Fue el lugar de nacimiento de don Juan Pacheco (primer Marques de Villena, quien ordenaría la construcción del actual Castillo de Belmonte), convertido en monasterio en 1499 y, ya en el siglo XX, transformado en hospedería con la idea de ser una Venta Del Quijote que diera hospedaje a los viajeros de la ruta. Entre los muros de este edificio cargado de historia, que ha sido completamente rehabilitado pero que conserva la esencia de la arquitectura originaria, se encuentra en la actualidad un hotel de lujo equipado con todas las comodidades: cuenta con 39 espaciosas habitaciones alrededor de un hermoso claustro central; un jardín con piscina exterior en el que se hace más evidente esa fusión entre tradición y modernidad patente en todo el complejo; un spa en el que relajarse tras disfrutar de una ruta enológica o cultural por la zona (donde destacan el citado Castillo de Belmonte, la Colegiata de San Bartolomé y los pueblos de Mota del Cuervo, El Toboso o Campo de Criptana, descritos en la célebre obra de Cervantes); un bar-cafetería y el restaurante Los Alarifes, que debe su nombre a los maestros de obra andalusíes que construyeron en el siglo XIV el primer alcázar de Belmonte sobre el que se sitúa el hotel. Inspirándose también en la maestría de estos constructores, cuya obra sigue en pie transcurridos los siglos, el equipo de cocina de Los Alarifes pone en valor la cocina tradicional manchega, con especial atención a los platos típicos de los Montes de Toledo y a la caza mayor, una de las especialidades de la casa. Cuenta además con una amplia carta de vinos, muchos de ellos de manufactura local.
Hospedería santa Elena. Sosiego y relax
La plaza Mayor de San Carlos del Valle, municipio perteneciente a la comarca de Campo de Montiel (Ciudad Real), está considerada como una de las más bonitas de nuestro país. Entre sus encantos se encuentra la iglesia del Santo Cristo del Valle, conocida como el ‘pequeño Vaticano manchego’, y la Hospedería Santa Elena, un singular edificio de finales del siglo XVII que, según reza una placa en su fachada, fue construido como lugar de reposo de peregrinos y viajeros del Camino Real y que hoy ofrece todas las comodidades exigibles en el siglo XXI. La calma y el sosiego que se respiran en la plaza peatonal, de estilo típico manchego, se hace extensible a sus nueve habitaciones temáticas, estancias en las que hasta los actuales Reyes de España se rindieron al descanso tras almorzar en su restaurante durante una visita oficial por Castilla-La Mancha hace cuatro años. Su apuesta por la gastronomía y los productos locales son también santo y seña de la casa. En la recepción pueden adquirirse viandas de la zona; tiene una coqueta terraza en la entrada, habitualmente dominada por los residentes en la villa, contribuyendo a esa mímesis con el ambiente que busca el turista que recala en la región, y en su interior alberga un restaurante donde son protagonistas las carnes y pescados a la brasa, el bacalao en diferentes versiones y los platos típicos manchegos (gachas, lomo de orza, Duelos y Quebrantos, platos de caza…). Mención especial merece su bodega, donde priman etiquetas de la Mancha, aunque no faltan los grandes chateaux franceses y vinos italianos. Cuenta además con una pequeña sala de catas donde el cliente puede elegir el vino antes de comer.
Hotel Convento del Giraldo
Situado al comienzo de la calle más señorial del casco antiguo de Cuenca, a escasos metros de la Catedral y de la plaza Mayor y con unas vistas únicas sobre la hoz del Huécar, el hotel de gestión familiar Convento del Giraldo debe su nombre a una de las torres que forman parte del imponente edificio palaciego en que se ubica. Se trata de una construcción del siglo XVII levantada como casa fundacional de la Congregación de las Madres Celadoras (curiosamente, en la segunda planta siguen dispuestas sus dependencias religiosas), que posteriormente sirvió de vivienda tanto a familias de antiguo linaje como, ya en la historia reciente, durante la primera mitad del siglo XX, al escritor, periodista y folclorista Luis Martínez Kléiser. Rehabilitado en 2010 y perfectamente adaptado a su actual propósito (el de cubrir todas las expectativas del viajero más exigente), el hotel conserva intactos la arquitectura de su fachada blasonada, los artesonados, el aljibe (excavado en la propia roca, de unos cuatro metros de profundidad y más de treinta metros cúbicos de volumen), la fuente medieval y las canalizaciones originarias, así como algunas de las actividades propias del convento en su parte privada, encarnando a la perfección el espíritu, la historia viva y la cultura de una ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad. Acoge 34 habitaciones, algunas de ellas abuhardilladas, en las que se mezcla el regusto del pasado con las más modernas tecnologías al servicio del confort; una terraza de ambiente mágico donde tomarse una copa o un café junto a las antiguas ruinas de la Iglesia Templaria de San Pantaleón, del siglo XII, y un restaurante El Aljibe. Luminoso, amplio y exquisitamente decorado bajo una impresionante cubierta de madera vista, se sitúa en el antiguo invernadero y ofrece una variada carta de platos regionales conquenses que compiten de igual a igual con exquisitas recetas de la cocina nacional elaboradas por el chef Ángel Saiz. Por último, el spa, de reciente creación, se ubica en la primera planta del hotel con una amplia carta de servicios: sauna finlandesa, baño turco, tumbonas térmicas, etc.
Hotel Boutique Adolfo
Muy cercano a la catedral y al Alcázar se ubica el hotel boutique Adolfo, grupo fundado por el restaurador Adolfo Muñoz en 1979 y unido indisolublemente a la ciudad de Toledo desde sus orígenes. Considerado uno de los padres de la cocina manchega renovada, Muñoz define el establecimiento como “un proyecto para la ciudad” y lo construye sobre las bases de lo natural y lo bio, que también se vislumbran en la cocina que aquí se practica: “muy natural y tradicional, muy del interior y del terruño, de las denominaciones de origen, del uso de productos con trazabilidad, locales y de calidad diferenciada”. Con su inauguración, el establecimiento, que ocupa un precioso inmueble de principios del siglo XX, consolida el dominio del sello Adolfo en el casco antiguo de la ciudad manchega. Destaca por las impresionantes vistas de todas sus habitaciones (un total de doce, tres de ellas suites) sobre la plaza de Zocodover, plaza mayor y centro neurálgico del municipio durante buena parte de su historia y actual punto de encuentro de locales y foráneos. Pese a lo concurrido del enclave y de poseer un delicioso balcón, todas las estancias son muy silenciosas, pues están separadas por tabiques de corcho, también bio. Asimismo, acoge una terraza en la última planta en la que descansar y tomar algo con cierta intimidad y un restaurante abierto al público, Café Español, en homenaje al emblemático local que ocupó los bajos del edificio durante años y que ha sido restaurado combinando la madera de principios del siglo XX con materiales como el corcho, la tierra o la cal. En él opera un menú degustación y una amplia carta de vinos con referencias nacionales (con predominio de las D.O. de la tierra) e internacionales.