Como testigos mudos de cientos de historias y de los vaivenes del tiempo, las estaciones de tren han formado parte de las vidas de los viajeros desde mediados del siglo XIX.
Muchas estaciones de trenes de la República Checa son el camino para viajar en el tiempo, desde aquellos años en que los trenes a vapor llenaban de humo y hollín a los pasajeros o aquellos en que los arquitectos recurrieron a estilos como el art nouveau para dotar de belleza a las salas de espera, cafeterías o dependencias administrativas.
Un gran número de estaciones, ya sea en importantes ciudades o en pueblos alejados de todo, conservan su estética gracias al trabajo voluntario de asociaciones de apasionados por el ferrocarril como Entente Florale CZ-Souznění, con el mismo entusiasmo con que otras entidades protegen y reparan locomotoras antiguas y vagones clásicos.
No hay otro medio de transporte capaz de transmitir un grado similar de romanticismo ni de recoger tan bien la esencia del viaje
Si las emociones ocuparan un espacio tangible las estaciones de tren tendrían que construirse del tamaño de las catedrales, ya que han sido, desde siempre, punto de inicio y punto final de millones de historias. Esos lugares de tránsito, testigos de rutinas, resultan muchas veces invisibles para quienes persiguen la vida en una carrera contrarreloj. Ese es uno de los motivos por el que la mayoría de las estaciones que recordamos con cariño son las de la infancia o aquellas que hemos descubierto mientras viajamos por placer.
Por algunas estaciones, injustamente relegadas al olvido, ya no circulan los mismos trenes de hace un siglo, no se agitan pañuelos ni se escuchan el silbido de la locomotora o el “viajeros al tren” del revisor. Tampoco se arrastran pesadas maletas cargadas de esperanza, ahora todo es más liviano, trolleys sobre cuatro ruedas y menos incertidumbre al viajar (al menos hasta estos últimos meses).
Sin embargo, aún sin ser prioritario hoy día, no hay otro medio de transporte capaz de transmitir un grado similar de romanticismo ni de recoger tan bien la esencia del viaje. En ese vagar por el mundo, las estaciones de ferrocarril son ese marco fundamental que quedará grabado junto al abrazo o el beso de despedida.
Estaciones que compiten en belleza y comodidad
Por suerte, siempre hay personas o grupos que velan para que espacios tan valiosos como las estaciones de ferrocarril sigan presentes en la era de la modernidad y de los trenes de alta velocidad. En Chequia, esa labor la realiza la Entente Florale CZ – Souznění, una asociación de amantes de los trenes que pusieron en marcha el concurso ‘La estación de tren más bonita de Chequia’ en 2007. Con esta competición se ha logrado incentivar el cuidado de las estaciones, ya que no solo se valora de forma positiva la parte estética, arquitectónica o histórica sino que también se considera el grado de comodidad de los viajeros. El mecanismo del certamen es muy particular, ya que son los propios trabajadores del ferrocarril los que realizan la selección previa de 10 estaciones, que serán las que los usuarios podrán votar posteriormente.
A continuación compartiremos algunas de las estaciones que frecuentemente forman parte de ese selecto grupo elegido por los ferroviarios.
Estación de tren de Lednice
Esta es una de las estaciones más mágicas de la República Checa, tanto que incluso ha sido protegida por la Unesco. Su estética te transporta a su fecha de construcción, a finales del siglo XIX, un viaje en el tiempo favorecido por el hecho de que solo pasen por ella trenes históricos de vapor. Aunque solo circulen en verano, sigue mereciendo la pena acercarse para admirar su maravillosa fachada cubierta de cerámica. Es, sin duda, una excusa perfecta para visitar Lednice, una ciudad de Moravia del Sur que sorprende también con un magnífico palacio gótico, jardines y balnearios.
Estación de Nemilkov
Rodeada de árboles, la estación de Nemilkov da la bienvenida al viajero como si fuese un impecable anfitrión con un hogar en perfecto orden de revista. La preciosa fachada de ladrillo rojo está adornada con losas decorativas blancas que rodean las ventanas, de cuyos alféizares asoman flores. Y esto ha sido así desde su origen, en 1888, cuando se decide conectar Bohemia del Oeste con Eslovaquia. Su aspecto, que hoy día puede sorprender, era el habitual en los edificios de esta localidad de la región de Pilsen. El conjunto acoge no sólo la sala de espera sino también un depósito de carga y habitaciones para los trabajadores de la estación.
Estación de Mariánské Láznĕ
Una ciudad balneario de la importancia de Mariánské Láznĕ, que atraía a personalidades tan relevantes como Strauss, Goethe, Kafka, Chopin, Freud, Kipling o el mismísimo rey británico Eduardo VII, debía tener una estación a su altura. Y lo consiguió, porque en 1872 se construyó este majestuoso conjunto de estilo Art Nouveau, donde no sólo se recibían trenes sino también calesas y tranvías. La armonía de sus tonos cremas, los grandes ventanales y su ornamentación eran y son los mejores compañeros de las esperas.
Estación de Rynoltice
Si no fuese por el rótulo azul con el nombre sobreimpreso en blanco, pocos identificarían la de Rynoltice como una estación ferroviaria. Antes pensarías que es una vivienda, un hotel o una casa rural. Es tan encantadora, con su tejado a dos aguas, fachada de ladrillo rojo con elementos de madera, ventanales blancos y flores por doquier, que dan ganas de quedarse a vivir en ella. Su coquetería, unida a los elementos de confort, auparon su candidatura en el concurso de las mejores estaciones de tren hasta el primer puesto en 2013.
La estación de tren de Lednice es una de las e más mágicas de la República Checa, tanto que incluso ha sido protegida por la Unesco
Para que los viajeros se sientan como en casa, los empleados se esfuerzan en cuidar los jardines y los espacios comunes. Para verla hay que dirigirse al norte del país, cerca de la ciudad de Liberec.
La estación de tren en Ostrava – Hlavní nádraží
Las estaciones evolucionan y se adaptan a los nuevos tiempos. Si un viajero que hubiese hecho el primer trayecto en tren a Ostrava, el 1 de mayo de 1847, pudiese repetirlo ahora no la reconocería. En ese momento, esta parada en la línea Viena-Cracovia supuso un gran impulso para la industria del carbón y siderúrgica de toda la región. Sin embargo, aquella pequeña estación se ha ido ampliando durante los siglos XIX, XX y XXI hasta convertirse en un espacio adaptado a las exigencias actuales.
La remodelación que más dio que hablar fue la del arquitecto Lubor Lacina en 1967, que se prolongó durante ocho años y que apostó por el “estilo Bruselas”, siguiendo la estética de la Expo 58 de la capital belga. Ahora es un importante nudo de comunicaciones de la tercera ciudad más poblada de la República Checa. A los usuarios lo que más les llama la atención es su acceso en forma de estrella de tres puntas, con la que se conecta con el transporte público urbano.
La estación de tren en Nižbor
La mayor particularidad de esta estación del siglo XIX, en el pueblo de Nižbor, es que casi se podría considerar un centro temático ferroviario, ya que no solo se puede admirar la terminal con su tejado a dos aguas y sus fachadas de color amarillo sino que parte de los edificios anexos han sido adaptados para otros usos respetando su impronta.
El depósito ferroviario de madera es un buen ejemplo, ya que allí se ha instalado un restaurante, el Zastávka Nižbor (La Parada), que ha conservado la estructura y disposición para ofrecer una experiencia auténtica. Vagonetas, viejos bancos de las salas de espera, rampas y material obtenido de anticuarios configuran estos espacios a disposición del público. Además, ofrece vistas al excepcional castillo Křivoklát, que fue una residencia real de la estirpe de los Premislitas.
Otras estaciones checas monumentales
Las siguientes estaciones no se encuentran entre las elegidas para el concurso de la Entente Florale CZ – Souznění pero tienen también un alto valor arquitectónico y muchas historias que contar.
Estación Central de Praga
La monumentalidad que presenta la principal estación ferroviaria de Praga se encuentra en consonancia con la del resto de la ciudad. Desde sus inicios, en 1869, en dicha terminal no solo han cambiado los viajeros sino que también se ha modificado su nombre (Francisco José de Austria, Wilson, etc.) y su estilo arquitectónico.
Si no fuese por el rótulo azul con el nombre sobreimpreso en blanco, pocos identificarían la de Rynoltice como una estación ferroviaria
Que hoy día sea el mayor monumento Art Nouveau de la capital se debe al arquitecto Josef Fanta, quien se esmeró tanto en su aspecto exterior como en el interior. De hecho, la cafetería Fanta, con una bellísima cúpula modernista, es una visita muy recomendable en cualquier viaje a Praga. Otro punto obligado de visita es el primer andén, donde se sitúa el conjunto escultórico de Sir Nicholas George Winton con dos niños. Este filántropo, y corredor de bolsa británico, se ha ganado un lugar de honor, ya que salvó a 669 niños, muchos de ellos judíos, enviándolos en tren a Inglaterra en 1939.
Por esta estación, de exquisita estética y gran funcionalidad, pasan diariamente más de cien mil personas.
Estación de ferrocarril de Pilsen
Con una trayectoria un poco convulsa, la estación de Pilsen es un buen ejemplo de superación –y de belleza Art Nouveau– cuya historia comienza en 1862, cuando se inaugura la línea Pilsen- Praga. El edificio principal fue cofinanciado –y llevado a cabo– por el arquitecto checo Rudolf Štech, de quien se dice que fueron las deudas en este proyecto las que le llevaron al suicidio en 1908. Dejando a un lado este triste suceso, no se puede sino alabar el buen trabajo de este profesional que se esmeró en crear bonitas cúpulas, grandes ventanales y toda una suerte de adornos florales y esculturas coronando los extremos del edificio.
Una de las particularidades de esta estación es que tiene una ubicación ‘insular’, es decir sobre terraplenes entre las vías. El edificio fue bombardeado por aviones estadounidenses en la Segunda Guerra Mundial pero no fue demolido sino que se restauró y fue declarado Monumento Nacional Cultural.
Estación de Litoměřice
De lugar de tránsito a un espacio donde compartir tiempo sin mirar el reloj. La antigua estación de Litoměřice se ha convertido en el encantador Café Vapor por el empeño de sus propietarios, quienes la adquirieron y cuidaron todos los detalles para ofrecer un espacio de estilo funcionalista e inspiración ferroviaria, por supuesto. Además de sus mesas, bancos reciclados, etc. también compraron una pequeña locomotora de 1897 que han colocado enfrente. La experiencia está servida.
Las estaciones anteriores son sólo una pequeña muestra en la que también tendrían un lugar de honor la de
Brno y la de
Pardubice, entre otras.