El consumo de frutas deshidratada está de moda. Su uso se ha extendido especialmente durante el confinamiento, ya no sólo se consumen puntualmente como topping de ensaladas, sino que muchas personas las usan como snack deportivo o como sustituto de la fruta fresca.
Junto a los frutos secos, la fruta deshidratada tiene grandes beneficios para la salud gracias a sus propiedades antioxidantes y antiinflamatorias o a su alto contenido en fibra y fenoles, entre otros, que previene de enfermedades cardiovasculares, enfermedades crónicas o cáncer. Todas estas bondades, además de su capacidad saciante, convierten este producto en una alternativa sana como tentempié frente a los dulces ultraprocesados cuya ingesta, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), está relacionada con un impacto negativo sobre el peso y la salud, debido a su alto nivel de azúcares simples y su baja densidad nutricional.
Desde Calconut, empresa líder en el sector de los frutos secos y fruta deshidratada como orejones de albaricoque, higos secos o uvas pasas, recuerdan que los azúcares que encontramos en las frutas deshidratadas están en ellas de manera natural y tienen vitaminas, minerales o fibra. En cambio, si nos fijamos en los dulces ultra procesados su azúcar es añadido, lo que no tiene ningún nutriente de interés y aporta “calorías vacías” que inyectan glucosa al torrente sanguíneo elevando el riesgo de sufrir enfermedades como la obesidad, diabetes o enfermedades cardiovasculares.
La deshidratación viene realizándose desde tiempos antiguos con el fin de conservar los productos. Tradicionalmente este proceso se basaba en dejar la fruta fresca en secaderos al sol. Aunque es una práctica que aún se realiza en algunas regiones españolas, lo habitual es que el proceso se realice mediante túneles de aire caliente para controlar la humedad y disminuir el riesgo de contaminación durante el secado.
Malen Dobarro, responsable de I+D+i de Calconut, destaca que “en el proceso de secado se evapora el agua exterior de la fruta y el interior migra por capilaridad hacia el exterior, alargando la vida útil del alimento, reduciendo su tamaño y peso”. Si bien todas las frutas pueden someterse a este proceso, según Dobarro “el albaricoque, la uva o el higo quedan muy bien, en comparación con otras más fibrosas como las naranjas o las mandarinas”.
Mitos y realidades en torno a las frutas deshidratadas:
- “Las frutas deshidratadas tienen menos calidad que las naturales”: esta creencia es falsa, ya que numerosos estudios científicos han demostrado que la calidad no se pierde al deshidratar la fruta.
- “Se conservan mejor que las naturales”: al contrario que la fruta en su estado natural, la deshidratada aguanta hasta varios meses en condiciones óptimas de almacenamiento gracias a su ausencia de agua.
- “La fruta deshidratada engorda más”: la deshidratación se hace eliminando parte del agua de la fruta, por lo que las calorías de cada pieza de fruta no se alteran, concluyendo que esta acusación es falsa. Lo que puede llevar a esta confusión es que el mismo peso de fruta deshidratada que de fruta en su estado natural tiene más calorías porque son muchas más piezas de fruta las que se necesitan para hacer una equivalencia en peso. Por ello, se recomienda consumir la misma cantidad de fruta desecada que la que se debe tomar en su versión fresca.
- “No son buenas para los niños”: esta idea es falsa ya que los azúcares presentes en las frutas deshidratadas son azúcares naturales y aportan muchos nutrientes.
- “Las frutas deshidratadas tienen un bajo índice glucémico”: verdadero. Según la INC (International Nut & Dried Fruit Council), su bajo índice glucémico hace que sean una excelente opción dulce para los diabéticos, ya que mejoran el control de la glucosa en sangre y ayuda a reducir el riesgo de desarrollo de diabetes tipo 2.
- “Los dátiles, los higos secos y las uvas pasas son las frutas secas más antiguas que se conocen”.