No es ningún secreto que en Alentejo se lleva años practicando el slow travel. La naturaleza y los campos alentejanos, el turismo sostenible, las largas comidas con alimentos del mar y de la tierra, la baja densidad de población, la autenticidad de los lugares y de su gente hace que soñemos con volver a Alentejo….
A los pies de la Sierra de Sao Mamede y muy cerca de la localidad extremeña de Valencia de Alcántara, se encuentra un imprescindible de Alentejo: Marvão. Rodeadas de murallas, todas sus calles apuntan al castillo, situado en lo alto de una colina y desde donde disfrutar de las mejores vistas panorámicas sobre el Alentejo y la vecina provincia de Cáceres. Como curiosidad, el Castillo de Marvão fue el refugio de muchos judíos sefardíes que huían de España en la época de la Inquisición.
Seguimos con Elvas, repleta de fortificaciones, sin duda alguna la mejor perspectiva será la que tengamos desde el aire. Entre ellas destacan las fortalezas de Santa Luzia y la de Nossa Senhora de Graça, levantadas en forma de estrella. El acueducto contribuye a sorprender a quien pasa por Elvas con sus 843 arcos, 40 metros de alto y 7 kilómetros de largo. La zona del castillo es la más antigua de la ciudad. Otro ejemplo de la originalidad de las construcciones de Elvas es la Iglesia de las Dominicas, de planta octogonal. Évora fue residencia de los reyes de Portugal en el siglo XV y no es de extrañar porque tiene algo que la hace especial. Igual es la luz o que ésta reverbera en sus casas blancas o los restos de su época romana. O cómo todo casa a la perfección con sus calles estrechas repletas de tiendas. Costará mucho no esbozar una sonrisa con la variedad e inverosímiles artículos elaborados en corcho: bolsos, corbatas, gorras, postales…, pero no es por otra razón que la de ser la capital portuguesa del corcho. Évora aporta aproximadamente el 60% de la producción del país.
Es difícil afirmarlo, ya que la región está plagada de pueblos con encanto, pero es cierto que Monsaraz tiene muchos puntos para ser la localidad más bonita de Alentejo. Su mayor belleza reside en sus casas, todas ellas encaladas de blanco y rodeadas por una muralla de piedra medieval. Coronando el montículo donde se erige el pueblo se encuentra el castillo con la imponente Torre del Homenaje, utilizada durante siglos con fines defensivos.
Para los que echan de menos la naturaleza, el embalse de Alqueva es una vasta extensión de agua donde lo más común es encontrar familias paseando en barco o jóvenes practicando deportes como el esquí acuático, piragüismo o kayak. Construida sobre el río Guadiana, parte de ella ocupa territorio perteneciente a Badajoz y hoy en día es la presa más grande de Europa 250 km². La zona promueve el turismo rural, una gastronomía deliciosa y la consideración de su cielo como reserva para la observación de estrellas por la UNESCO. Es un área protegida y registrada como “Starlight Tourism Destination”, que abarca una superficie cercana a los 3.000 kilómetros cuadrados.
Alentejo no solo son castillos y murallas, también hay playas. Uno de los pueblos costeros con más encanto es, sin duda, Vila Nova de Milfontes. Situado en la desembocadura del río Mira, se incluye dentro del Parque Natural del Sudoeste Alentejano, en el que destacan las costas escarpadas y los acantilados. Pero también hay increíbles playas de arena donde disfrutar del sol y del mar como la Playa do Malhao, la Playa de Alteirinhos, la Playa do Farol y la Playa de Almograve. Después de pasar el día entre chapuzones y tumbonas, el centro histórico de Vila Nova de Milfontes también ofrece mucho que hacer, recorrer las calles para admirar las fachadas blancas y azules que dan a Vila Nova su seña de identidad.
Sin lugar a duda, Alentejo ofrece mil opciones para cuando podamos volver viajar. Alentejo es ese aire puro que tanto anhelamos y por eso es nuestra primera opción para cuando podamos volver a cruzar fronteras