Declarada Monumento Histórico-artístico, la Catedral de Mallorca -también conocida como La Seu-, está catalogada como uno de los templos más recocidos del mundo en estilo gótico y constituye uno de los enclaves más espectaculares de Palma. Muchos la llaman la “Catedral de la Luz” y razones para ello no faltan. Visitar este imponente templo es toda una experiencia ya que desprende una belleza extraordinaria a primera vista. Una oportunidad de dejarse sorprender por la elegancia de sus formas, sus esbeltas columnas y sus juegos de luces.
Ubicada en lo que fue la antigua ciudad romana, la Catedral de Mallorca comenzó a construirse en el año 1.229, hace cerca de 800 años, tras la conquista de la isla por la Corona de Aragón. Por orden del rey Jaime I, se construyó un gran templo dedicado a Santa María, aunque la construcción de “La Seu” finalizó en 1.601 y ha sido restaurada en diferentes ocasiones. Entre los trabajos llevados a cabo, uno de los más destacados ha sido la obra realizada por el artista Antonio Gaudí, que aportó una gran dosis de su gran ingenio a este monumento imperdible de la capital balear.
Una restauración pensada para los fieles donde demostrar su gran ingenio
Los trabajos de Antoni Gaudí en Palma constituyen una de las etapas más desconocidas de su obra. Prácticamente 700 años después del inicio de la construcción de la catedral, el obispo de Mallorca, Pere Joan Campins, le pidió al arquitecto tarraconense una restauración total de sus interiores en la que poder demostrar todo su talento. Las obras empezaron en 1904 y perduraron hasta 1914, cuando a la muerte del obispo se tuvieron que interrumpir definitivamente los trabajos de restauración impulsados por Gaudí. A pesar de estar inacabada, esta reforma dejó marcada una huella que posee la fuerte personalidad del autor, pero que a su vez se integra perfectamente en la base gótica del templo mallorquín.
Entre las primeras acciones que pensó Gaudí para este proyecto se encontraba el desmontaje de dos retablos que impedían a los fieles la visión de la cátedra episcopal, lugar donde se colocaba el obispo. Además, ordenó abrir los ventanales de la catedral con el fin de aumentar la iluminación natural y crear así un clima más adecuado para la oración. Una concepción más comunitaria del culto en la línea de lo que ya acometió en la Sagrada Familia años antes y para las que también incluyó otros cambios como el desplazamiento del altar mayor frente a la cátedra del obispo, el traslado del coro de la nave central al presbiterio, la restauración de dos púlpitos y el diseño de nuevos elementos, como el mobiliario litúrgico, ornamentos de forja, cerámica y pintura.
Gaudí también se encargó de la eliminación del retablo mayor gótico, la incorporación al presbiterio de la sede episcopal y de la iluminación del espacio a base de ventanales de cristal, luz artificial y candelabros.
Especial mención merece la colocación del baldaquino en el altar mayor de la catedral, situado con el fin de dignificar y engrandecer este espacio central. Para ello, el arquitecto diseñó una enorme corona heptagonal culminada por un conjunto escultórico en el que aparecen Jesucristo en la cruz y la Virgen y San Juan a sus pies. Pero, sin duda, la marca gaudiniana más clara está en las 35 lámparas de latón que cuelgan de la corona iluminando el altar y a las que se une un tapiz brocado de tema eucarístico que se proyecta oblicuamente sobre los fieles. No obstante, hay que decir que el baldaquino actual es una maqueta natural, debido precisamente a que las obras de reforma no llegaron a finalizar.
Gaudí llevó la iluminación eléctrica a La Seu
En todo este proyecto el arquitecto entendió que era fundamental hacer una instalación eléctrica en la catedral, ya que muchos de los lugares de Palma contaban con iluminación de este tipo desde 1903. El 6 de junio de 1912 se inauguró definitivamente la obra conjunta en la que colaboró el ingeniero mallorquín Felicià Fuster con un alumbrado que no dista mucho de lo que hoy podemos ver: innumerables bombillitas que al encenderse dejan a sus visitantes boquiabiertos y lámparas en las columnas que rompen con la verticalidad del templo. La Seu es un homenaje a la luz, a la natural, sí, pero también a la eléctrica.
Durante sus estancias en Mallorca, Gaudí realizó otros trabajos menores, como la restauración de la capilla de San Bernardo, el diseño del pavimento de la iglesia parroquial de Pollença o reformas en el propio Palacio Episcopal. Su huella por la isla hoy es visible en todos estos lugares, en especial en La Seu, donde antigüedad y modernidad conviven en una de sus obras más desconocidas.