Se acerca la Semana Santa y con ella las ganas de salir, desconectar y pasarlo bien.
Con este propósito, Vinissimus, que conecta dos de las actividades más placenteras, el viajar y el vino, y ofrece un recorrido para disfrutar esta Semana Santa de los vinos de cinco regiones españolas.
El viaje empieza en la esquina noroeste de España, en la DO Ribeira Sacra, una tierra de naturaleza impactante y vinos mágicos. La uva mencía y sus frescos vinos tintos son allí la estrella. Para desconectar en este fabuloso paraje lo mejor es caminar entre los bancales de granitos y pizarras y dejarse seducir por sus vertiginosas sensaciones.
Además, la Feria del Vino de Amandi, una de las de mayor interés turístico de Galicia coincide con el fin de semana del Domingo de Ramos y se celebra en la bella localidad de Sober, en cuyos alrededores también se puede disfrutar del arte Románico y de una reputadísima gastronomía. Si se dispone de tiempo extra, bodegas como Adega Algueira ofrecen tours en barco por el río Sil y fantásticas catas de sus mejores vinos.
Si se quiere apostar por lo clásico hay que dirigirse a La Rioja, más concretamente a La Rioja Alavesa. Allí la celebración de las diferentes manifestaciones religiosas y otras tradiciones de varios siglos de antigüedad decoran, durante la Semana Santa, fortalezas medievales, casas blasonadas y edificios renacentistas. Algunos pueblos conservan las famosas bodegas subterráneas en las que aún se elaboran vinos de manera artesanal, entre los que destaca de manera notoria Laguardia, capital de la zona y una de las localidades más bellas de España. Casi huelga hablar de los vinos, tintos de tempranillo, blancos de viura, intensos, afrutados y aterciopelados, que basan en su historia y su saber su enorme prestigio internacional; bodegas como Viña Real, Baigorri o Izadi dan buena fe de ello.
Continuemos el viaje en dirección este y se llega a las mágicas aguas de la Costa Brava, más concretamente a la DO Empordà. Rincón de paz e inspiración para genios como Dalí, cuyo museo se puede visitar en Figueres; hogar de espacios naturales de fauna y flora de singular belleza como Els Aiguamolls de l’Empordà o de rincones históricos cruciales en la historia del vino como las ruinas grecorromanas de Empúries, pueblo por el que se cree que la vid y el vino llegaron al norte de Catalunya. Entre sus vinos se encuentran los dulces de garnacha o los impresionantes y corpulentos vinos tintos elaborados con variedades tradicionales en la región, como la cariñenas tintas; para una experiencia única, lo mejor es visitar bodegas como el Celler Cooperatiu d’Espolla o Finca Olivardots y pedir un vino de la limitadísima cariñena blanca.
Si lo que apetece es un buen arroz cerca del mar, acompañado de un fresco y afrutado vino blanco, nada mejor que la Costa Blanca, en Alicante. Región de clima atemperado, gentes acogedoras y enorme diversidad vínica: históricos vinos de licor como el Fondillón, intensos y jugosos tintos de monastrell, bobal o garnacha tintorera y, por supuesto, los seductores y aromáticos moscateles de la Marina Baixa garantizan que Alicante tiene un vino para todos. Enrique Mendoza o Gutiérrez de la Vega son visitas obligadas con catas guiadas en las que comprender todo el proceso de elaboración del vino.
El viaje finaliza en las Islas Canarias, Tenerife. El Teide, unas papas arrugadas con mojo picón en un guachinche (casa de comidas típicas), espectacular fauna marina, flora exuberante, temperaturas perfectas, y vinos de variedades únicas de intenso carácter volcánico y aromas impactantes ¿qué más se puede pedir? En Tenerife se cultivan vides incluso por encima de los 1000 metros de altitud y muchas de ellas ofrecen variedades de uva prácticamente exclusivas de las Islas Canarias. Entre las 5 denominaciones de origen de la isla (Abona, Tacoronte-Acentejo, Valle de Güímar, Ycoden-Daute-Isora y Valle de La Orotava) se encuentran florales y delicados vinos de malvasía, una de las variedades más antiguas de las que se tiene conocimiento, pero también infinidad de vinos elaborados con uvas autóctonas y prefiloxéricas como la gual, la vijariego o la listán negro que desconciertan y seducen para siempre a todo aquel que se anima a probarlo.