Por tierra, mar y aire, los diferentes tesoros patrimoniales de Ibiza pueblan la isla desde todos los ángulos. Restos fenicios, púnicos, un inmenso fondo submarino, así como su solemne recinto amurallado, convierten a la isla blanca en un lugar lleno de guiños a su origen.
Este año, la celebración del Año Europeo del Patrimonio Cultural será la introducción a otro importante aniversario en 2019: el 20 cumpleaños de la declaración de “Ibiza, biodiversidad y cultura” como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Reconocido en 1999 como Patrimonio Mundial, el recinto amurallado de Dalt Vila se construyó como fortaleza defensiva para proteger a la isla de los constantes ataques piratas. Una construcción que aúna restos desde la época árabe a la renacentista, y que tiene en el portal de Ses Taules uno de los accesos más emblemáticos para viajar al pasado.
Un patrimonio histórico que se presta a vivirlo en primera persona también en el caso de la necrópolis del Puig des Molins. Locales y turistas pueden visitar este antiguo poblado fenicio, que constituye uno de los núcleos originarios de la ciudad de Ibiza. Un lugar que data de finales del siglo VII a.c, cuando los fenicios se instalaron en el Puig de Vila, una ciudad que llegó a alcanzar tal dimensión en su pasado que construyó la necrópolis que hoy permanece a lo largo de unas 5 hectáreas. Su extensión y la tipología de sus sepulturas suponen para la UNESCO “un testimonio excepcional de la urbanización y la vida social de las colonias fenicias en el Mediterráneo occidental.”
Asimismo, en la costa de Sant Josep encontramos los restos fenicios de Sa Caleta, un pequeño puerto pesquero al suroeste de la isla y que también constituye otro de los lugares de nacimiento de Ibiza. Aquí se asentaron los primeros fenicios en el siglo VII a.C. antes de trasladarse a Ibiza capital. Dominando un acantilado, este poblado fue descubierto en la década de los 80. Hoy todavía se puede apreciar la trama urbana que dio forma al poblado, con sus calles y plazas aún bien definidas. En lo que fue el barrio sur, aún se pueden apreciar los restos de un horno comunal de pan, un taller de fundido de hierro o un molino de piedra arenosa para moler el grano. Un lugar que con el paso del tiempo sirvió para uso militar debido a su situación estratégica, del que todavía se conservan los restos de un cuartel o un túnel cavado en la roca del acantilado. Según el texto de la declaración de la UNESCO “una fuente única, en cantidad e importancia, de los descubrimientos y el origen de las culturas fenicias y cartaginesas”.
Tres baluartes patrimoniales al que se suma el espectacular manto submarino que supone la posidonia oceánica. Es el pulmón de las cristalinas aguas ibicencas y que protege sus diferentes ecosistemas de la erosión. Para la UNESCO, estas praderas son las mejor conservadas del mundo. Ubicadas en una Reserva Natural, la inclusión del fondo submarino ibicenco en la declaración de Patrimonio Mundial responde también a la necesidad de preservar la isla para generaciones futuras.