¿Cómo sería el turismo gastronómico si no existiese el queso? ¿Se puede imaginar Italia sin mozzarella en la pizza ni parmesano en la pasta, Grecia sin feta en las ensaladas, Holanda sin sus escaparates rebosantes de gouda o Francia sin tercer plato antes de los postres?
Los viajes tendrían un sabor muy distinto. Existen más de 2.000 variedades de queso en el mundo y, de ellas, más de 200 se elaboran en España, de los cuales 26 tiene distintivo de Denominación de Origen Protegida.
El 27 de marzo se celebra el Día Mundial del Queso. Y para celebrarlo, la agencia de viajes online Rumbo ha establecido una ruta quesera a través de curiosidades sobre el queso asociadas a 10 destinos, para todos los "turófilos" (amantes del queso).
El queso nació en Mesopotamia hace más de 8.000 años. Existen múltiples teorías sobre su origen, y aunque no se ponen de acuerdo en la fecha, en lo que sí parecen coincidir es en el lugar: Oriente Próximo. Dentro del templo de la diosa de la vida Ninchursag, en Mesopotamia, se encuentra el primer documento gráfico de la historia sobre su producción, en un friso llamado “La lechería”.
La primera fábrica de quesos se inauguró en Suiza en 1815. Hasta entonces, los quesos se elaboraban en casa y con una finalidad eminentemente práctica: evitar que se estropease el excedente de leche.
Grecia es el país donde se consume más queso en el mundo, con más de 37 kilos por habitante al año, y un 75% corresponde a queso feta. Casualmente, la palabra con la que se designa a los amantes del queso, “turófilos”, procede de la unión de los términos griegos Tyros (queso) y Philos (afinidad). En España, la comunidad autónoma más quesera son las Islas Canarias, en las que se consumen más de 9 kilos de media por persona al año (2 kilos más que la media nacional). Le siguen Murcia, Valencia y Asturias.
El mayor productor de queso del mundo es Estados Unidos. Concentra el 30% de la producción mundial, con más de 4.300 toneladas al año. Le sigue Alemania, con más de 1.900 toneladas.
La leche más utilizada en la fabricación de quesos es la de vaca. Y dentro de nuestro país, Galicia es la comunidad autónoma con más ganaderías vacunas. Un 40% de las vacas de España son gallegas.
Galicia es también la región en la que se celebran más fiestas de exaltación del queso: un total de 12 a lo largo del año, la mayoría de ellas dedicadas a alguna de sus cuatro variedades con D.O.P. (Tetilla, Cebreiro, San Simón da Costa y Arzúa-Ulloa).
Como buen manchego, Cervantes era amante del queso, más concretamente en su variedad Tronchón. Prueba de ello es que en El Quijote lo menciona varias veces.
El queso más caro del mundo es el “pule”, y se fabrica en Croacia. Su precio puede alcanzar los 1.000 euros por kilo. Se elabora en los Balcanes con leche de una raza especial de burras de la que sólo quedan unos 100 ejemplares, de ahí su prohibitivo precio. Y si ya de por sí era un producto de lujo, desde hace seis años lo es todavía más: en 2012 el tenista Novak Djokovic adquirió el total de la producción mundial de “pule” para distribuirlo en exclusiva en su cadena de restaurantes.
En el Reino Unido se produce un queso-joya: el “White Stilton Gold”. Se trata de una edición especial del Stilton blanco que sólo se elabora en fechas especiales como la Navidad. En su confección se incluyen virutas de oro amarillo comestibles, y por eso los británicos lo han coronado como the king of cheese, el rey de los quesos. El precio del kilo puede superar los 700 euros.
Prácticamente cualquier leche sirve para elaborar queso: vaca, cabra, oveja, burra, búfala… ¡e incluso alce! Se elabora en Suecia, en la granja Moose House, a partir de leche de alces a los que sólo se puede ordeñar de mayo a septiembre. Como resultado, la producción de este queso es limitadísima, y por eso es también uno de los más caros del mundo: el kilo de queso de alce puede superar los 900 euros.
Se recomienda maridarlo con vino, sidra o cerveza, nunca con agua, las grasas no se disuelven bien y puede provocar indigestión. Y olvidarse del pan (salvo que lo pida, como por ejemplo los quesos de untar). Un buen queso se vale generalmente por sí mismo, sin necesidad de compañía.