Las Islas Cook son 15 islas dispersas en una vasta área en el corazón del Océano Pacífico, entre el oeste del Reino de Tonga y el este de Tahití. Con Capital en la isla Rarotonga, sin duda su gran icono es la isla Aitutaki, cuya laguna está considerada entre las más bellas del mundo. Con un clima tropical y una hospitalidad única, las Islas Cook se configuran como un destino idóneo para descubrir toda la magia de la Polinesia.
Uno de los enclaves naturales más impresionantes del Pacífico
Exploradores españoles, caníbales, motines … en 15 siglos de historia el archipiélago ha sido escenario de increíbles aventuras.
Hoy en día, los habitantes de las Islas Cook son auténticos polinesios, expertos navegantes del vasto océano Pacífico para quienes viajar en sus canoas por el mar es como estar en casa, pero durante años los autóctonos de este archipiélago de la Polinesia Neozelandesa han vivido auténticas aventuras.
Primeras llegadas y avistamientos
En el siglo VI, la superpoblación en algunas islas pequeñas de la Polinesia, llevó a sus habitantes a viajar en sus frágiles embarcaciones en busca de nuevas tierras, desembarcando así en las Islas Cook. La tradición cuenta que desde la Polinesia Francesa llegaron los primeros habitantes de Aitutaki y Rarotonga. Asimismo, las islas del norte se vieron probablemente ocupadas por expedicionarios llegados desde Samoa y Tonga.
Entre 1773 y 1779 el capitán James Cook desembarcó en varias islas del sur y reclamó el archipiélago para la corona británica
La historia escrita de las Islas Cook comienza con el avistamiento de Pukapuka por el español Álvaro de Mendaña en 1595, seguido de otro avistamiento de la isla de Rakahanga en 1606 por otro explorador español, Pedro Quirós, quien la llamó “Gente Hermosa”.
La llegada del capitán Cook y el motín del Bounty
Entre 1773 y 1779 el capitán James Cook desembarcó en varias islas del sur y reclamó el archipiélago para la corona británica, mientras que el capitán William Bligh llegó a Aitutaki en 1789 a bordo del Bounty, famoso por el motín que estalló durante su viaje de regreso.
Varios tripulantes se hicieron con las armas de fuego durante el turno de noche y apresaron a Bligh en su camarote sin derramamiento de sangre. Los amotinados proporcionaron a Bligh y a los dieciocho tripulantes leales un bote, cuatro sables, alimentos y agua para unos días, un sextante y un cronómetro.
Bligh y su tripulación pusieron rumbo a la isla de Tofua para obtener suministros, pero fueron atacados por los nativos y uno de los tripulantes murió. Después de huir de Tofua, Bligh no se atrevió a detenerse en las siguientes islas (Fiyi), ya que no tenían armas para defenderse y esperaban recepciones aún más hostiles.
Bligh, que tenía confianza en sus habilidades de navegación perfeccionadas bajo la instrucción del capitán Cook, se embarcó entonces en un aparentemente imposible viaje a Timor (a 6.700 km). Tras navegar durante 47 días, alcanzó su destino con la única baja del hombre muerto en Tofua, pero varios de los hombres que sobrevivieron a esta hazaña con él murieron al poco tiempo por enfermedad mientras esperaban un transporte para regresar a Gran Bretaña.
Por su parte, el capitán Cook bautizó el archipiélago como las Islas Hervey, pues el nombre de Islas Cook se lo dieron los rusos en honor al gran navegante inglés a principios de 1800.
Canibalismo, misioneros y epidemias
El primer avistamiento oficial europeo de Rarotonga lo hizo el Endeavour en 1813, mientras que el primer desembarco oficial lo hizo el Cumberland en 1814. Esta última era una expedición comercial procedente de Australia y Nueva Zelanda cuyo objetivo era encontrar sándalo pero que finalmente derivó en conflictos entre los marineros y los isleños causando muchas muertes en ambos lados. Entre las víctimas estaba la novia del capitán del Cumberland, Ann Butchers, la única mujer blanca asesinada y devorada por habitantes del Pacífico, cuyos huesos descansan hoy en día en Muri.
Porteriormente empezaron a llegar misioneros a las islas, responsables de la interrupción del canibalismo, de la introducción de la escritura y de la creación de escuelas, quienes también ejercieron un férreo control entre la población. Este contacto con el mundo exterior fue devastador, llevando a las islas muchas enfermedades y reduciendo la población, que pasó de unos 6.000-7.000 a menos de 2.000 habitantes durante la segunda mitad del siglo XIX.
Sin duda su gran icono es la isla Aitutaki
Tras varias maniobras políticas, las islas Cook finamente adquirieron el estatus de protectorado en 1888, pasando a formar parte de Nueva Zelanda desde 1901 a 1965, año en que se produjo la descolonización.
Hoy en día, las Islas Cook son uno de los enclaves naturales más impresionantes del Pacífico, un destino ecofriendly en el que adentrarse en las culturas polinesia y maorí y disfrutar de las manifestaciones artísticas, la danza y la amabilidad de sus habitantes. Además, su economía respetuosa con el medio ambiente y su principal producto de exportación – las perlas negras-, hacen que las Islas Cook sea un lugar ideal en el que disfrutar de los productos locales que ofrece la naturaleza.
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