Cuando los días se acortan, el tiempo comienza a refrescar y la niebla envuelve los paisajes, Estonia da la bienvenida a la época más mística del año. Durante este oscuro periodo, en el que los mundos de los vivos y los muertos se entremezclan, los locales reciben la visita de las almas difuntas y realizan rituales para la buena suerte. Entre celebraciones llenas de historia y planes escalofriantes, Estonia es uno de los mejores destinos para experimentar un otoño de lo más tenebroso.
Ritos y fiestas para honrar a los difuntos
Aunque la fiesta pagana de Halloween también tiene adeptos, los estonios celebran en otoño sus propias festividades locales, enraizadas en costumbres centenarias. El Hingedepäev, el Día de Todos los Santos, el 2 de noviembre, es tan solo el primero. Pueblos y ciudades se iluminan con el suave titilar de las velas, pues los estonios las encienden en sus ventanas o en los cementerios en señal de respeto, aunque tradicionalmente se ha intentado complacer a los difuntos ofreciéndoles comida o incluso calentándoles la sauna.
Un poco más adelante, el Mardipäev (San Martín, celebrado el 10 de noviembre) y Kadripäev (Santa Catalina, el 25 de noviembre) son las fiestas más importantes de la temporada. Durante el Mardipäev, los niños visten con ropas oscuras y van de casa en casa. Cantan, tocan instrumentos, golpean ollas y cuentan adivinanzas para atraer la buena suerte en las cosechas; a cambio, los lugareños les dan caramelos. En Narva, al noreste de Estonia, la imagen es todavía más siniestra: los trajes tradicionales incluyen máscaras de animales y barbas postizas.
Durante el Kadripäev, la estampa es completamente opuesta: los niños también salen a las calles, pero son guiados por una mujer que adopta el personaje de Kadri (el espíritu guardián del ganado) y visten ropas femeninas de colores claros. Ese día, los estonios comen kama (una comida tradicional a base de harinas molidas), gachas, judías y guisantes acompañados de cerveza artesana, una de las bebidas más populares del país.
Para introducirse de lleno en estas celebraciones estonias, no hay nada como una experiencia inmersiva en el Museo al Aire Libre de Tallin, una reconstrucción a tamaño real de un pueblo rural de los siglos XVIII-XX completamente ambientado para transportar al visitante a la Estonia más auténtica. Entre granjas y casas de diferentes regiones y épocas, se organizan actividades especiales para celebrar las fiestas tal y como como manda la tradición.
Un Tallin medieval plagado de leyendas
Los valientes que quieran ir más allá pueden atreverse a vivir una experiencia culinaria única en el castillo embrujado de Alatskivi, en el condado de Tartu, y viajar al pasado para conocer a la familia Nolckens, que habitó la mansión hace más de un siglo. Entre bocado y bocado, los comensales podrán explorar las fantasmagóricas estancias del castillo y descubrir sus tétricas leyendas. En un entorno auténtico y completamente ambientado, la terrorífica cena no sabrá a poco.