Tal vez usted sea una de las muchas personas que sufre la que también se conoce como “depresión postvacacional”. Puede que incluso ya la haya experimentado en el pasado, por lo que ahora mismo piense que no hay nada que pueda hacer. Que hay que aceptarlo como una realidad innegable.
Si es su caso, le pido que no tire todavía la toalla, pues le traigo muy buenas noticias.
Así puede acabar con la “bajona” de las postvacaciones
El síndrome o depresión postvacacional, aunque no es considerado un trastorno clínico en sí, puede afectar a nuestro bienestar físico y mental.
Se caracteriza por distintos síntomas depresivos, como tristeza, desánimo o melancolía, así como por una falta de motivación y agotamiento que, además, suelen ir acompañados de crisis de ansiedad y estrés.
Estos síntomas pueden durar unos días, hasta que conseguimos acostumbrarnos de nuevo a la rutina, pero a menudo duran semanas debido a que se produce una especie de círculo vicioso.
Por ejemplo, la ansiedad puede conllevar problemas de insomnio que deriven en una fatiga generalizada y, a su vez, en ciertos síntomas depresivos.
Y todo ello puede mermar considerablemente nuestra salud. Sobre todo, si tenemos en cuenta que septiembre es la puerta de entrada a los meses más fríos, donde los resfriados y catarros están a la orden del día.
Por ello hay que concederle la importancia necesaria a este problema, en lugar de pensar que “ya se me pasará”.
Pero, ¡ojo! Porque no estoy hablando de acudir a fármacos como los ansiolíticos, que es la estrategia por la que lamentablemente apuestan muchas personas, sin pararse a pensar en los efectos secundarios asociados a su toma (somnolencia, mareos, problemas de memoria o de equilibrio...), que hacen que al final el remedio sea peor que la enfermedad.
En lugar de ello, puede apostar por estrategias naturales para conseguir que la transición a la rutina sea más suave.
Además, las tiene más cerca de lo que imagina.
Por ejemplo, ¿sabía que el ejercicio físico es el mejor antidepresivo? Con la actividad física el sistema nervioso produce endorfinas, las conocidas como hormonas “de la felicidad”, ¡y con razón!, pues incrementan la sensación de euforia y placer. Por tanto, cuanto más ejercicio haga, mayor bienestar experimentará, así como un menor estrés.
¡Usted decide la “dosis”! Y, por supuesto, libre de efectos secundarios.
De hecho, si opta por caminar para liberar endorfinas, y además lo hace al aire libre, también se estará beneficiando de otro gran aliado frente al síndrome postvacacional: la luz solar.
Y es que los rayos del sol intervienen en la síntesis de vitamina D, que es clave para el estado de ánimo. Así lo han confirmado numerosas investigaciones al relacionar un bajo nivel de vitamina D con un mayor riesgo de depresión.
Tan importante como saber qué hacer, lo es el saber qué no debemos hacer. Es el caso, por ejemplo, de seguir una mala alimentación a base de productos ultraprocesados o con un exceso de glúcidos, ya que agravan los síntomas postvacacionales.
Ahora bien, en el lado opuesto tenemos auténticos “alimentos antiestrés” que ayudan a mitigarlos. Y también serán útiles en caso de crisis de ansiedad, cuando ya estemos plenamente incorporados al día a día. Como plátanos, chocolate y miel.
Todas estas estrategias le ayudarán a tener un buen tránsito del verano a septiembre y su vuelta a la rutina.
(Extraído de https://www.saludnutricionbienestar.com/)