También se guardaron en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes el borrador incluso de un artículo de 1984, una pipa y la placa del Premio Nacional de las Letras que le otorgó el Ministerio de Cultura en 19
Rosa Chacel (Valladolid, 1898 – Madrid, 1994), una de las más reconocidas escritoras españolas del siglo XX, ha entrado en la Caja de las Letras con un legado “in memoriam” formado por una carta original que envió a María Zambrano y el borrador inconcluso de un artículo publicado 1984, entre otros objetos. Todo ello quedó guardado en la caja de seguridad número 971 de la antigua cámara acorazada de la sede del Instituto Cervantes, donde también se atesoran legados de otros grandes autores de la época, como García Lorca, Luis Cernuda, Pedro Salinas o María Zambrano.
El documento original depositado es una carta “absolutamente inédita”, con correcciones hechas a mano, que Rosa Chacel dirigió a otra enorme figura coetánea, la escritora y pensadora María Zambrano. Se trata de un documento original mecanografiado con retoques autógrafos de la propia Chacel, que refleja la buena sintonía que ambas habían mantenido y, cuarenta años después, las diferencias que les distanciaron.
También se guardó el borrador del artículo (sin concluir) titulado “Rosa mística”, que fue publicado en noviembre de 1984 en la revista “Cuadernos Hispanoamericanos”, en su número 413. El texto apareció publicado en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
El legado se completa con una vistosa pipa en su estuche original y la placa que la autora recibió del Ministerio de Cultura cuanto fue distinguida con el Premio Nacional de las Letras Españolas en 1987.
Por su parte, el Instituto Cervantes aportó, para su Biblioteca Patrimonial, una decena de títulos de la novelista y cuentista vallisoletana, entre ellos, primeras ediciones de libros como “Memorias de Leticia Valle” (1945), “A la orilla del pozo” (1936), “Alcancía” (1982), “Sobre el piélago” (1952), “La sinrazón” (1960) o “Saturnal” (1972).
El director del Instituto Cervantes rememoró la trayectoria de Rosa Chacel, quien da nombre a la biblioteca del centro de Porto Alegre, en Brasil, uno de los países en los que vivió un largo exilio que comenzó en 1938 y se prolongó hasta 1974. Luis García Montero recordó cómo la autora llegó a Madrid a los diez años de edad, procedente de su Valladolid natal, y en la capital “se convirtió en alguien que respiró todos los aires de la transformación artística de la época”.
Tras aludir a los diarios de Chacel en los que hablaba de cómo una persona occidental “se contamina” cuando renuncia a sus valores, García Montero afirmó que “al recibir este legado con contaminamos de la calidad literaria y cultural que enriquece nuestros valores y nos compromete con el futuro”.
Antonio Piedra declaró que Rosa Chacel “no obtuvo el Premio Cervantes por razones estrictamente políticas”, y destacó el contraste entre ella y María Zambrano. Siendo ambas feministas, su planteamiento ideológico y progresista fue diferente: Chacel era absolutamente pragmática, mientras que la filósofa malagueña creaba “en las nubes, en el cielo, su discurso poético”.
Además de publicar una extensa obra narrativa, Rosa Chacel mantuvo una estrecha relación con los jóvenes poetas de la Generación del 27. Participó activamente en tertulias y debates entre los intelectuales de la época y colaboró en las revistas más destacadas de esos años: Revista de Occidente, Gaceta Literaria y Hora de España.