La baronesa Francesca Thyssen-Bornemisza acaba de conceder al Museo Nacional Thyssen-Bornemisza el préstamo a largo plazo de dos esculturas de Auguste Rodin de su colección particular: La muerte de Alcestes (h.1889) y Una joven confiando su secreto a Isis (1906).
Ambas pueden verse ya en la sala Rodin, en la primera planta del museo, y se suman a los otros cuatro mármoles del autor francés que forman parte de la Colección Carmen Thyssen, expuestas en la planta baja.
Todas ellas fueron encargadas al propio artista por August Thyssen (1842-1926), abuelo del barón Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza, convirtiéndose en el punto de partida del coleccionismo artístico de la familia.
Poco después de adquirir el Schloss Landsberg en 1903, el empresario alemán August Thyssen decidió encargar al escultor Auguste Rodin un conjunto de siete esculturas para ser instaladas en el denominado “jardín de invierno” del castillo, estableciendo a partir de entonces una estrecha relación epistolar con el artista francés.
La instalación en la denominada sala Rodin del museo recrea de alguna manera esa ubicación original para la que fueron realizadas las esculturas.
Salvo una de ellas, que acabó en manos de otra rama de la familia, este conjunto de esculturas fue heredado sucesivamente por el hijo de August Thysssen, Heinrich (1875-1947), y por su nieto Hans Heinrich (1921-2002), los verdaderos creadores de la colección que hoy conocemos y que en su mayor parte alberga el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza de Madrid.
El escultor francés Auguste Rodin (1840-1917) alcanzó un importante prestigio internacional a raíz de la gran retrospectiva dedicada a su obra en un pabellón de la Exposición Universal de París en 1900. Su atención al cuerpo humano o su forma de trabajar a través del modelado, para posteriormente ser tallado en mármol por otros, ilustran su apego a la tradición escultórica. Pero, simultáneamente, el abandono del vocabulario tradicional de símbolos alegóricos, el contenido muchas veces erótico, o el modo de penetrar bajo las apariencias externas, llevaron a su escultura mucho más allá de su tiempo y algunas de sus obras estuvieron rodeadas de polémica.
La escultura Una joven confiando su secreto a Isis formó parte del primer encargo de August Thyssen a Rodin y fue uno de los primeros mármoles en llegar al castillo en 1906. El poeta Rainer Maria Rilke, durante varios años secretario del artista, fue quien tituló la obra “Jeune fille confiant son secret à Isis ou à la nature”. Al relacionarla con el mito de Isis, Rilke encontró un sentido poético influido por el simbolismo finisecular. Esta diosa de origen egipcio era por aquel entonces un símbolo de la tierra nutricia y la escena evoca la intimidad de una madre, interpretada como la naturaleza, con su hija.
Por su parte, La muerte de Alcestes llegó a Alemania en 1911. Es una obra que pasó por varias fases y supuso una prolongada experimentación para Rodin. El mármol final fue realizado por François Pompon en 1898. Está inspirada en la ópera del compositor alemán Christoph Williblad Gluck y muestra a la moribunda princesa Alcestes en el regazo de su amado esposo el rey Admeto al que ha salvado de la muerte inminente al aceptar ocupar su lugar. Mercurio espera junto a ellos para llevarse su alma al Inframundo. “Quería poner un poco de la melodía de Gluck; no sé si lo he conseguido” escribía Rodin