La primavera no solo la sangre altera, pues también transforma profundamente los paisajes, ofreciendo nuevas panorámicas de una naturaleza que renace tras el invierno. En el Alentejo, los vastos campos, frondosos bosques y recortadas costas se llenan de nuevos colores durante la época de floración, regalando un espectáculo que pide a gritos ser fotografiado.
La Ruta Vicentina, una escarpada costa de flores silvestres
Las condiciones meteorológicas y el despertar de la naturaleza hacen de la primavera una época idónea para recorrer la Ruta Vicentina, una red de senderos que discurren por la costa alentejana. Allí, en el trecho de litoral europeo mejor conservado de Europa, la especial luz del Alentejo crea unas vistas únicas. En pequeños pueblos como Zambujeira do Mar, las playas son cortadas por altos acantilados bordeados de flores que sirven de plataforma de observación del vasto océano, ofreciendo el encuadre perfecto para una foto panorámica.
Monsaraz, un balcón al lago de Alqueva
El gran lago de Alqueva es una parada imprescindible para cualquier viajero que desee conocer los paisajes más sorprendentes de la región. En primavera, sus azules aguas surcadas por pequeñas embarcaciones contrastan con el verde de la vegetación colindante, mientras que los paseos en globo y actividades de astroturismo (que pueden reservarse incluso desde alojamientos como São Lourenço do Barrocal) pondrán el broche de oro a la experiencia de cualquier fotógrafo, ya sea profesional o amateur. ¿Un consejo? Capturar la espectacular estampa desde lo alto del castillo de Monsaraz.
Serra d'Ossa, un verde paraíso arbóreo
El verde estalla en esta sierra del Alentejo central, conformada por suaves valles poblados de alcornoques, encinas, pinos, eucaliptos y retamas vestidas de amarillo. El asombroso paraje está atravesado por los Passadiços da Serra d'Ossa, unas pasarelas de madera en lo profundo del bosque que constituyen un emplazamiento idóneo para inmortalizar toda su belleza. Es recomendable visitar también los diferentes monumentos megalíticos escondidos en la zona, así como el cercano pueblo de Redondo, conocido por sus exquisitos vinos y cerámicas de motivos naturales.
Noudar, el secreto de la naturaleza alentejana
Terena, un pueblo de película
Terena encarna el clásico encanto de las villas alentejanas con su arquitectura de bajas casas rurales y su patrimonio histórico, entre el que se cuentan un castillo medieval o el curioso santuario de Nossa Senhora da Assunção da Boa Nova. Idílica y perfecta para un paseo, sus blancas y tranquilas callejuelas se llenan de destellos naranjas, rojos y rosas durante la época de floración, componiendo un escenario perfecto para retratar a amigos y familiares. Antes de seguir el camino, es preciso detenerse a degustar la sabrosa gastronomía alentejana en los tradicionales restaurantes de la zona.