Salir de la ciudad para adentrarse en un mundo de película; en el norte de Burgos se dibuja la ‘Ruta de El disputado voto del señor Cayo’, un viaje con siete paradas en el que seguir los pasos de Paco Rabal y Juan Luis Galiardo por un Burgos tan costumbrista como hermosamente apabullante. Desde asomarse al impresionante Cañón del Ebro, a salinas explotadas desde época romana y anfiteatros rocosos llenos de galerías pintadas de azuritas y malaquitas en una antigua mina de cobre. Un viaje de cine por el mundo rural burgalés
Cuando uno planea una escapada busca muchas veces vivir un viaje de película: melenas enredadas asomando por la ventanilla del coche, un picnic entre árboles milenarios, un escenario natural testigo de una gran batalla, un pequeño pueblo con encanto refugio de tal o aquel protagonista… y revivir las secuencias de títulos legendarios.
El disputado voto del señor Cayo fue una película revolucionaria en su tiempo y un título indispensable en la historia del cine español. Fue rodada en el norte de la provincia de Burgos por el director burgalés Antonio Giménez Rico en el año 1986, adaptando con éxito a la gran pantalla la novela homónima de Miguel Delibes (1978). Ahora, una ruta permite al viajero adentrarse en los escenarios reales, una inmersión rural llena de paradas donde disfrutar de la belleza de la sencillez y la naturaleza en estado puro.
Imagina el viaje. 1977. España está a punto de celebrar sus primeras elecciones democráticas y los candidatos quieren llegar hasta el último pueblo para prometer que nadie quedará atrás en este nuevo país que despierta tras la dictadura. Uno de los candidatos (Juan Luis Galiardo) se presenta por Burgos y emprende camino al norte de la provincia para hacer campaña. En su andadura por el Burgos rural, llega a un pueblo en el que solo viven tres habitantes, siendo uno de ellos su alcalde, el señor Cayo (Paco Rabal). Un hombre tan inocente como astuto, aparentemente resignado a su realidad, pero consciente de su inmensa riqueza inmaterial.
El señor Cayo es un guía de excepción por estas tierras a través de una ruta de 150 kilómetros que se puede hacer en coche o en bicicleta. Es la sencillez y es la riqueza que se esconde en medio de una gran tierra que atesora historias, personajes y paisajes de película.
Burgos: el punto de partida
El punto de partida hacia el paraíso rural es la capital: sus calles son el escenario de película perfecto. Varios puntos de la Calle Vitoria y otras arterias del centro urbano son parte del Camino de Santiago, Patrimonio de la Humanidad, y qué decir de su archiconocida catedral, máximo exponente de la arquitectura gótica, otro tesoro también declarado por la Unesco.
Orbaneja del Castillo y un refugio de la Guerra Civil
Esta aldea medieval, de apenas 50 habitantes y tan bucólica que parece salida de un cuento, sorprende con una cascada que atraviesa el pueblo y desciende por una escalera natural de 25 m de altura, formando terrazas que culminan en unas pozas de intenso azul turquesa.
El camino de esta lengua de agua hacia el Ebro es parte del Complejo kárstico de Orbaneja del Castillo; un auténtico regalo de la Naturaleza que nace en la Cueva del Agua, una gruta que sirvió de refugio a muchos vecinos durante la Guerra Civil Española, tal y como cuenta el Señor Cayo en la película. Recorrer el pueblo y conocer a su gente puede convertirse en una apasionante lección de historia.
Cañón del Ebro-Pesquera del Ebro
Al margen izquierdo, Pesquera de Ebro, un pueblo encantador lleno de escudos que enmarcan las casas solariegas que se mantienen en pie desde el siglo XVI. En uno de los blasones puede leerse: Ieus Maria. Esta es casa de placer i la gente de alegría. Abe María Año 1712. Prostíbulo para unos, fonda o casa de huéspedes para otros, encontrar la voz del vecino que dé su propia versión sobre esta inscripción es la verdadera aventura de la ruta. Tradición oral llena de verdad, mitos y leyendas.
Cortiguera, un pueblo tallado en los desfiladeros del Ebro
Ubicado en el Parque Natural de las Hoces del Alto Ebro y Rudrón, Cortiguera es un lugar único. Descolgado prácticamente por uno de los desfiladeros del cañón del Ebro, las vistas que se pueden apreciar desde este pueblo, en proceso de repoblación, son impresionantes. Un manto de vegetación ha ido cubriendo las ruinas de este rincón abandonado del norte de Burgos, si bien aún puede admirarse la riqueza de un pasado que aún se resiste a desaparecer, como es el caso de algunas casas de los siglos XVI, XVII y XVIII, en cuyos blasones aún se puede distinguir el linaje de dos de las grandes familias que un día habitaron este paraje: Los Del Moral y los De la Fuente Bustamante.
La Iglesia de San Miguel de Cortiguera muestra todo su esplendor entre decadencia y ruina. Este templo del siglo XVII con elementos claves del gótico tardío, aún deja ver sus dos capillas coronadas por sendas bóvedas de nervios, entre maleza y ruina. Un abandono que ya denunciaba Delibes en su novela.
Huidobro y los túneles de la mina de cobre abandonada
Abriéndose paso entre bosques de robles y hayas aparece Huidobro y su Iglesia de San Clemente. Una construcción del siglo XII que encarna a la perfección el románico burgalés. Una joya de la arquitectura que aguarda su renacimiento junto a uno de los enclaves con mayor singularidad de la provincia de Burgos: la Hoya de Huidobro. Este anfiteatro natural de roca esconde una antigua mina de cobre, ahora abandonada. Un escenario de cine lleno de cuevas, grutas y pasadizos secretos que conducen hasta naves en las que los arcos naturales están repletos de azuritas y malaquitas que pintan de azul y verde las paredes. Un paisaje digno de película de ciencia ficción.
Mozuelos y los embistes del tiempo
Agitado por el viento que atraviesa el páramo, resiste a las inclemencias del tiempo Mozuelos de Sedano; un encantador pueblo burgalés, rodeado de la naturaleza más impresionante, que logró sortear el olvido a finales del siglo XX. Su iglesia, humildemente rehabilitada, es punto de encuentro para algunos vecinos que de vez en cuando pasan temporadas en la zona.
Poza de la Sal, cuna de Félix Rodríguez de la Fuente
El mejor final para una ruta de cine. Esta pequeña villa medieval despertó ya el interés de todos en tiempos del Imperio Romano, pues bajo sus cimientos se esconde lo que el César terminó bautizando como ‘oro blanco’: la sal. Una singular riqueza que en la época convirtió a esta localidad en la principal productora de sal de toda la Península Ibérica.
Visitar las salinas y las pozas de sal es un viaje en el tiempo del que sorprenderse mucho, pues la sal emerge en un cráter de 2,5 km de diámetro procedente de un antiguo mar que antes ocupaba lo que todo el oeste de la Península Ibérica. En lo alto, el castillo de Los Rojas, del siglo XIV, que fue levantado para proteger a las salinas de los saqueadores.
Pero Poza de la Sal es conocido por algo más. Por estas calles de innegable encanto y señorío castellano, jugaba de niño el naturista Félix Rodríguez de la Fuente, pues aquí nació y aquí se puede visitar un museo que honra su memoria.