Mezclar lo dulce con lo salado puede parecer una técnica arriesgada y moderna cuando la realidad es que lleva con nosotros miles de años. Ya en el Imperio Romano, numerosos platos se preparaban utilizando este peculiar mix de sabores que en nuestros días tiene su máximo exponente en la cocina fusión de raíces orientales, las extendidísimas tablas de queso y embutidos y las hamburguesas gourmet como las que encontramos en la cadena de restaurantes Timesburg.
Aunque pueda parecer de lo más moderno, mezclar en un mismo plato sabores dulces y salados tiene una larguísima tradición en la gastronomía mundial y, por supuesto tuvo (y tiene) su reflejo en la cocina española. Ya en la mesa del Imperio Romano, y por tanto en Hispania, encontramos multitud de platos que usaban esta combinación: champiñones con miel, cerdo con albaricoques o ensalada de lechuga y pasas son algunas de ellas. Siglos más tarde, con la llegada de los árabes, era fácil encontrar platos de carne, especialmente cordero, pollo y caza, bien aderezados con frutas secas, canela y miel, una influencia hispanomusulmana que aún vemos en muchos platos e incluso en la nomenclatura de algunas referencias de nuestra gastronomía actual.
Ya a partir del siglo XIV, con recetas más refinadas y elaboradas, encontramos un plato, de origen español, parece ser que nació en la zona de Reus, que se extendió como una plaga por las mesas de los poderosos de toda Europa: el manjar blanco. Se considera como una de las primeras elaboraciones de cocina fusión, pues contaba con ingredientes de todas partes: azúcar, harina de arroz y azafrán, árabes; almendras del Mediterráneo; agua de rosas y canela de Oriente y una pechuga de una gallina local. Debió ser uno de los bocados más de moda en el Viejo Continente durante siglos, puesto que incluso se menciona en El Quijote.
En esta línea gastronómica llegamos a mediados del siglo XX, cuando los viajes y el gusto por lo exótico se extiende y democratiza. Es entonces cuando comienzan a aparecer los primeros restaurantes de comida oriental en los que los sabores están fuertemente mezclados. Como sabemos, en Asia, la comida sale toda a la vez, es decir no hay como en Occidente primero, segundo y postre, sino platos que contienen distintos sabores mezclados: ácido, amargo, dulce y salado, aunque lo más habitual es la combinación dulce y salado, como la de la salsa de pescado con azúcar de la zona de Indochina o la salsa de soja con azúcar típica de China.
No solo en platos orientales
Y así llegamos hasta nuestros días, cuando todas estas tendencias encuentran su máxima expresión con platos originarios de cualquier lugar del planeta, versionados con ingredientes locales y elaboraciones sencillas, en las que se pone en valor la calidad de las materias primas. Un buen ejemplo de ello son las tablas de queso acompañadas de miel y mermeladas o las hamburguesas: una buena carne a la parrilla a la que se añaden los ingredientes más variados para conseguir una mezcla de sabores original y rica.
Un claro exponente de este tipo de burgers es la cadena de hamburguesas gourmet Timesburg, que con 11 locales en Barcelona, han llevado esta combinación de lo dulce y lo salado a su máxima expresión. Así su burger La Raclette preparada con carne de vacuno, alcachofa encurtida sobre queso Raclette, cebolla caramelizada y mayonesa, constituyen una mezcla untuosa y equilibrada, con puntos dulces, ácidos y cremosos; o La Foie y La Cabra, ambas a base de carne de vacuno acompañada de foie y mermelada de arándanos la primera y esa misma mermelada y queso de cabra la segunda.