La colaboración entre el Museo Nacional del Prado y la Biblioteca Nacional de España ha permitido la organización de “El Marqués de Santillana. Imágenes y letras”, un proyecto que podrá visitarse hasta el próximo 8 de enero en ambas instituciones y que ayudará a entender y conocer mejor al marqués de Santillana, una de las personalidades más relevantes de la Castilla del siglo XV.
En el Museo Nacional del Prado, la exposición, ubicada en la sala 57 A del edificio Villanueva y comisariada por Joan Molina Figueras, Jefe de Departamento de Pintura Gótica Española del Museo Nacional del Prado, pone de manifiesto el protagonismo de este noble como innovador promotor artístico a través de una selección de manuscritos y otras pinturas singulares.
Y en la Biblioteca Nacional de España, la exposición, ubicada en la antesala del Salón de Lectura María Moliner y comisariada por Isabel Ruiz de Elvira Serra, Directora del Departamento de Manuscritos, Incunables y Raros, se centra en el contenido de su biblioteca personal, exhibiendo una serie de piezas representativas de la tradición hispana bajomedieval, las encuadernaciones, el humanismo italiano y las obras literarias escritas por el Marqués.
“El marqués de Santillana. Imágenes y letras” se acompaña de una publicación que profundiza en el estudio de los miniaturistas responsables de las imágenes, así como en el desvelamiento del interés del marqués por las tendencias estéticas más innovadoras de su época, y en particular por aquellas gestadas en Flandes e Italia. También se celebrarán diferentes actividades en el Museo Nacional del Prado, la Biblioteca Nacional de España y la Real Academia Española.
Con estas exposiciones también se pretende rendir homenaje a los tristemente desaparecidos Javier Docampo y Fernando Villaseñor, dos de los mejores especialistas españoles del libro medieval, promotores de una muestra sobre la biblioteca del marqués de Santillana, de la que ahora se recoge el testigo bajo una nueva perspectiva y dimensión.
Íñigo López de Mendoza, el marqués de Santillana (1398-1458), noble culto y poderoso, se distinguió tanto por cultivar las letras – fue un destacado poeta e historiador de la literatura que reunió una excepcional biblioteca- como por una activa labor de promoción artística.
Junto al Retablo de los Gozos de santa María, obra maestra de Jorge Inglés depositada en el Museo en 2011 por Íñigo de Arteaga y Martín, XIX Duque del Infantado, se reúnen de manera excepcional, ya que se encuentran en colecciones particulares, otras cuatro obras de este mismo autor, que confirman el protagonismo del marqués en la asimilación de nuevas fórmulas pictóricas de inspiración flamenca en Castilla, como son el San Jorge y el dragón de la Leiden Collection de Nueva York y tres tablas que formaron parte del retablo de la Virgen en Villasandino (Burgos).
Los 15 manuscritos suntuosamente iluminados que incluye la exposición, procedentes en su mayoría de la Biblioteca Nacional, son destacados ejemplares del libro de lujo del siglo XV y sirven para poner de manifiesto los innovadores gustos estéticos de Íñigo López de Mendoza, que van desde la aceptación de las propuestas del realismo flamenco hasta las renovadoras decoraciones desarrolladas en la Italia del Renacimiento. Junto a ellos, se exhiben también un relieve con la efigie de Alfonso V El Magnánimo y dos medallas de Pisanello.
La inclinación del marqués hacia el nuevo lenguaje septentrional, y su expresión a través de los encargos a Jorge Inglés, constituye el segundo objetivo de la exposición. En este ámbito, además de pinturas, es relevante la presentación de algunos manuscritos castellanos que, muy probablemente, cuentan con iluminaciones de signo flamenco anteriores a la realización del retablo, circunstancia que pone de relieve su preeminencia cronológica en la rápida asimilación de este nuevo lenguaje visual por parte del marqués.
La tardía pero decidida afición de Santillana hacia los libros humanistas constituye el tercer vértice la muestra. Es allí donde se abunda en su relación indirecta con Vespasiano di Bisticci, uno de los libreros más activos en la Florencia cuatrocentista, pero también con otros destacados bibliófilos hispanos, como el monarca Alfonso el Magnánimo y los nobles castellanos Nuño de Guzmán e Iñigo Dávalos, todos ellos relacionados con destacados representantes del humanismo italiano.
Por último, el cuarto y conclusivo objetivo intenta desentrañar hasta qué punto las inclinaciones estéticas del marqués deben interpretarse, más allá de un refinado e innovador gusto, como una manifestación de prestigio y autoafirmación en un contexto político de fuertes enfrentamientos entre los miembros en el estamento nobiliario. Una interpretación que, en otro orden de cosas, también puede aplicarse a la propia biblioteca, expresión del signo legitimador de la cultura en el Cuatrocientos.