Aunque en la actualidad Tailandia se ha sumado a la tradición occidental y celebra la llegada del nuevo año la noche del 31 de diciembre, no ha renunciado a la suya propia. Del 13 al 15 de abril, el bullicio toma las calles para celebrar el Songkran, festividad del Año Nuevo Tailandés, también conocida como el Festival del Agua debido a las multitudinarias batallas de agua que se organizan en las calles. Este hecho tiene su origen en el ritual del agua, donde se ungen las imágenes de Buda con aguas aromatizadas y en el que los jóvenes las vierten también en las manos de los mayores en señal de humildad y respeto, así como para pedir sus bendiciones, siendo también un símbolo de purificación. En este sentido y como hogar de la cocina tailandesa en Madrid, BAAN se convierte en el lugar perfecto donde disfrutar de estos días tan especiales en la cultura de este país del sudeste asiático.
De la mano de su chef Víctor Camargo, el restaurante presenta como plato especial durante esta celebración un satay de cordero a la brasa con salsa de cacahuete y crema de coco, que estará disponible de forma exclusiva los días 13,14 y 15 de abril. Esta elaboración se suma a la carta especial para mediodías donde se ofrecen también delicias como el pad thai de muslo de pollo marinado en aceite de chiles, cacahuetes y judías baby, todo un clásico de la gastronomía del país con fideos frescos de arroz y cuyo punto especial es la salsa preparada con tamarindo y azúcar de caña, que lo baña y le da un sabor dulce y agradable al paladar. Otra receta imprescindible es el curry amarillo de tamarindo y lima con carrillera de cerdo ibérico, un plato picante y sobre todo ácido que, gracias a estar guisado en leche de coco, resulta una elaboración potente y suave a partes iguales. Continuando con los sabores y aromas propios de las calles de Bangkok, tampoco faltan el satay de cordero marinado en cúrcuma y especias, carne de cordero molida y aromatizada con ajo, jengibre y lemongrass, que le da ese toque thai y al que acompaña una salsa de yogurt y granada, la ensalada de pak choi con encurtidos, y la lubina crujiente adobada en salsa de kimchi con boniato frito y lima. “El rebozado en harina de arroz y trigo a modo de copos es lo que le da esa increíble sensación crunchy en la boca que traslada a una Tailandia tradicional”, indica Víctor Camargo.
Todas estas recetas se completan la propuesta habitual del restaurante, configurada por platos que parten de productos locales y reconocibles como el cerdo ibérico, la mejor vaca gallega o los pescados y mariscos de lonja, para ponerlos al servicio de técnicas y recetas tradicionales tailandesas, dando lugar a una cocina creativa con un sabor potente y divertido. Entre estas elaboraciones, pueden encontrarse el pad thai de pulpo asado con edamames, salsa agridulce de sake y soja y fideos frescos de arroz, nem rán de pollo de corral y bull negre del Pirineo o los dumplings de cerdo ibérico. De igual modo, no pueden faltar la costilla de vaca ahumada al momento en hoja de platanero con patatas mantecadas al eneldo y relish de rabanitos, acompañada con manzanas ácidas encurtidas al momento, el sándwich banh mi con láminas de pastrami, pickle de pepino, hierbas aromáticas y mousse de paté con vino amontillado y la oferta de currys, representada por el curry rojo tailandés o el curry panang, entre otros. Y como opciones de postre, el merengue crujiente con cassis, fruta del dragón y lichee con salsa de frutos rojos o la mousse de chocolate templado relleno de chutney de piña ahumado a la parrilla y helado de coco, ideales para poner fin a la comida.
Cousi ha sido el estudio encargado de este ambicioso proyecto, cuyo elemento principal es una estructura de madera y hierro recubierta con una malla de piel que crea un pequeño techo con forma sinuosa inspirado en las formas que se crean entre los arrozales. Este camino genera un efecto espectacular tanto desde la planta baja donde se ubica el restaurante como desde la primera planta que alberga su Cocktail House con una barra propia de alabastro retroiluminada y un reservado para los encuentros más íntimos, con capacidad para ocho personas y con vistas a la planta baja del restaurante. Para la decoración de este elegante espacio, el estudio ha tomado su inspiración en el estilo colonial del sudeste asiático, combinando patterns de dibujos orgánicos, piezas antiguas, pieles y telas tenidas a mano en colores tierra que forman un techo a modo de jaima, que se combinan con telas azul índigo que dejan entrever alguna mascara tailandesa puntualmente iluminada.