Erase una vez un lugar llamado Las Caderechas, un pequeño y poco conocido rinconcito del norte de la provincia de Burgos, pintado de color verde manzana y rojo cereza. Un bonito destino de cuento para una perfecta escapada primaveral con una cita clave: la floración. He aquí la hoja de ruta básica para no perdérselo ni perderse.
Erase que se era un bonito enclave llamado Las Caderechas, lleno de fértiles llanuras donde crecen espléndidos árboles frutales, al norte de la provincia de Burgos. Erase que se era un lugar apodado como “El Valle de las Sensaciones”, a medio camino entre el austero paisaje paramero de La Lora y el Valle de Valdivielso. Erase que se era un destino encantador repleto de pintorescos pueblitos de arquitectura medieval. Un lugar de cuento de auténtica realidad, perfecto para una escapada de primavera. Bienvenidos a Las Caderechas.
Un destino de cerezos, manzanos, bosques y pueblos bonitos
Las Caderechas es un pequeño destino de La Bureba burgalesa, de no más de 100 kilómetros cuadrados, que tiene muchísimo que ofrecer siempre, y muy especialmente en primavera. Hacia mediados y finales de abril, y siempre a merced de la meteorología, sus cientos de cerezos en flor tiñen el paisaje de blanco, reproduciendo ese espectáculo tan deseado, fotografiado, anhelado y, efímero, como es la floración.
En primavera, Las Caderechas rezuma magia, luz y belleza, gracias a este espectáculo natural que, sumado al de sus paisajes siempre verdes y sus pueblos siempre bonitos, hacen de éste el destino perfecto para una escapada renovadora. Un lugar en el que lo fundamental es abrir bien los pulmones para respirar y los ojos para deleitar la mirada a base de campos de cerezos y manzanos (que, además de calidad, tienen larga tradición, pues ya están reseñados en documentos del Monasterio de San Salvador de Oña fechados en el año 1032).
La principal puerta de entrada a “El Valle de las Sensaciones” es Salas de Bureba, un pueblecito de abundantes casonas señoriales que bien merece una parada para mimar la vista y situarse en el mapa. Porque, si nos situamos bien y avanzamos por su carreterilla, estrecha y tranquila, nos adentraremos directamente en el corazón de este bucólico lugar.
La carretera nos lleva a Aguas Cándidas que, haciendo honor a su nombre, cuenta con varios manantiales que nutren de aguas claras el arroyo Vadillo. Éste es un bonito lugar para regodease en la arquitectura tradicional, ya que abundan las casas típicas de la comarca, tanto las construcciones campesinas de piedra como las elegantes casas señoriales con escudos blasonados.
Hozabejas es muy pintoresca, rodeada de bosques y árboles frutales, a los pies de la Peña Cironte y a las puertas del desfiladero del que hereda su nombre, por la estrecha y profunda hoz que antecede al pueblo. Su alargado perfil urbano todavía conserva una llamativa arquitectura popular de entramados de madera, así como restos de un acueducto del siglo XVII, que servía para conducir las aguas del arroyo Hozabejas hasta las huertas y los campos de los alrededores. Para apreciar en toda su grandeza y entender mejor el alcance del desfiladero e imaginar un poco los secretos que pueden llegar a esconder (como el complejo de cuevas Las Narices), es recomendable continuar por la carretera hasta Escóbados de Abajo.
En el mapa del valle otra parada imprescindible es Huéspeda, un tranquilo pueblo situado a 859 metros de altura que regala al visitante las mejores panorámicas de Las Caderechas. Indescriptible en palabras, simplemente hay que ir.
Muy cerca de allí, Madrid de las Caderechas es una pequeña aldea que permite entender el paisaje e importancia de las cresterías que protegen el valle, y que se alzan en paralelo a la carretera. Y es que la comarca le debe a ellas su excepcional microclima, al ejercer de barreras protectoras de los fríos vientos del norte, haciendo posible este fértil y bucólico lugar.
Quintanaopio es de nuevo un lugar donde disfrutar del patrimonio local, pues tiene una bonita iglesia de portada gótica florida que esconde en su interior un interesantísimo retablo renacentista. Siguiendo viaje, en Ojeda también el patrimonio y la historia cobran protagonismo, con sus casas de elegantes entramados medievales y, muy cerca, en lo alto de un pequeño alto, los restos de la torre de los infanzones de Ojeda vigilando…
Camino de Río Quintanilla, de nuevo el paisaje toma el protagonismo y se descubren algunos de los parajes más bellos de Las Caderechas. Ya dentro del pueblo, llama la atención de nuevo la arquitectura local, con construcciones realizadas con una bonita y dorada piedra de toba y recercas en las ventanas y las dovelas de las puertas. En sus cercanías, sobre un altozano, se eleva uno de los monumentos más destacados de Las Caderechas: la iglesia de los santos Emeterio y Celedonio, de estilo románico y con una peculiar espadaña sobre el arco triunfal. En su interior, dos tesoros: unas pinturas murales que representan la bóveda celestial estrellada, ejecutadas con el estilo propio del arte rural de transición entre el románico y el gótico, y una valiosa pila bautismal.
A continuación, camino hacia Rucandio de nuevo el paisaje habla, dibujando los imponentes verticales paredones del Portillo del Infierno, donde discurre un viejo camino por el que transitaban antiguamente los arrieros de Las Caderechas y que ahora resulta perfecto para practicar senderismo. En cuanto al pueblo, mantiene todo el encanto de núcleo medieval, con una arquitectura popular caracterizada por el uso de piedra en las plantas bajas y entramados verticales de madera. Casi todas las construcciones son altas, con dos o tres plantas, por la necesidad desde antiguo de contar con amplios espacios para almacenar la abundante fruta que se viene produciendo en el valle desde hace siglos.
Ya de camino a la salida del valle, Cantabrana es otra curiosa parada: de nuevo bonitas casas con entramados y casonas señoriales de amplios aleros, así como una iglesia del siglo XVII con un retablo mayor dedicado al Apóstol Santiago. Y, como novedad, varias bodegas subterráneas en las que se guardaba el chacolí procedente de las viñas de los alrededores. La puerta de salida del valle sería Terminón, cuyo nombre derivaría de Terminus, dios romano de las fronteras, pues ésta fue tierra de frontera para de las legiones romanas, así como lugar de paso de algunas de las importantes calzadas del Imperio.
A pie por el Valle de las Sensaciones: ruta de “Las Canales de Madrid”
Otra experiencia fundamental en “El valle de las Sensaciones” es la de caminar y dejarse llevar, a pie, por el estrecho contacto con un entorno de exultante belleza. Una de las rutas de senderismo más recomendadas es “Las Canales de Madrid”: un recorrido de dificultad baja, de 17 kilómetros. Con salida y llegada en el pueblo de Rucandio, esta ruta permite disfrutar de cerca de los campos de cerezos, pero también adentrarse en los bosques de pinos y quejigos y sorprenderse con el paisaje de páramos y cortados rocosos circundantes. Todo ello en solo 17 kilómetros de ruta: un pequeño dato de todos los tesoros que encierra este “Valle de Las Sensaciones”.