Aire puro, cultura, historia y gastronomía. Así podría resumirse un paseo estival por la costa más emblemática de Portugal: el Algarve. Además de fantásticas playas de arenas y aguas cristalinas, los pueblos costeros de la región ofrecen innumerables opciones para acercarse a la naturaleza, relajarse, disfrutar del ocio y conocer los retazos del pasado que han quedado enmarcados para siempre en sus calles empedradas, su cocina tradicional y la amabilidad de sus gentes
En el Algarve se encuentran algunas de las playas más bonitas y buscadas de Europa (no en vano es el Mejor Destino de Playa del Mundo) y un montón de pueblos blancos, adoquinados, de casas típicas coronadas por chimeneas tradicionales, conformando un destino de postal. Hoy nos vamos de ruta por algunos de esos pueblos más bonitos en los que es obligado detenerse en todo viaje al Algarve.
Cacela Velha, un rinconcito de historia
Comenzamos por la parte más oriental del Algarve. Cacela Velha, perteneciente al municipio de Vila Real de San António, es una de esas aldeas de ensueño digna de postal fotográfica. Frente a ella, se despliega el Parque Natural de Ría Formosa. Pero lo que más llama la atención de quienes la visitan son sus casitas blancas de una sola planta con ornamentaciones que recuerdan a su pasado musulmán.
Siglos de historia han hecho de Cacela Velha un enclave para navegantes griegos, fenicios y romanos, pero recientemente se han descubierto restos arqueológicos que apuntan a que allí debía situarse la ciudad árabe de Qast’alla Daraj en el siglo X. De hecho, una de sus calles lleva el nombre del poeta Abú Al-Abdarí, que habría nacido en este lugar.
Ahora es un pueblecito de agricultores y pescadores, salpicado de campos de naranjos y olivos, una iglesia del siglo XVI y un fortín algo posterior. Tranquilo, acogedor y a tan solo una hora de Huelva se encuentra este rinconcito lleno de historia que no debes perderte.
Tavira, todo un abanico para el ocio y la cultura
Tavira es una ciudad de un tamaño nada desdeñable, 13.500 habitantes, pero que ha sabido mantener su auténtica esencia. Atravesada por el río Gilão, es éste precisamente el que configura una de las estampas más pintorescas de la ciudad: la rua Borda d’Água da Asseca, una calle por donde pasear y sentarnos en algún bar o restaurante para degustar el plato típico algarvio, la cataplana, una zarzuela de pescado exquisita.
Tavira dispone de una boyante actividad turística, con miles de posibilidades: recorrer la ciudad en tuk-tuk, en el tren turístico, subir a un barco o hacer una excursión para avistar aves. También tiene un castillo, cuyo acceso es gratuito, y múltiples pequeñas iglesias de paredes caladas cuyos campanarios pintan el tradicional sky line de una de las ciudades con más encanto de la región. ¿Más opciones? Recorrer las tiendecitas de artesanías de la Rua da Liberdade, fotografiarnos en el puente romano o tomar un refresco en la Praça da República, donde se halla un anfiteatro a cielo abierto que durante el buen tiempo aloja espectáculos culturales.
En definitiva, se trata de una ciudad para disfrutar con tranquilidad y bebiendo la vida a pequeños sorbos.
Olhão, la ciudad de los pescadores
Más hacia el oeste, se encuentra Olhão, ciudad de pescadores. Conocida por sus fábricas de conservas y por ser uno de los centros exportadores de atún, la ciudad posee el puerto de pescadores más grande de todo el Algarve y algunas de las mejores playas de Europa.
El mejor plan es perderse por sus barrios, de casas cúbicas y fachadas de azulejos, que desprenden ese encanto tan especial que solo se ve en los territorios más al sur. En contraste con la blancura de la arquitectura común, resalta el Mercado Municipal, con sus dos grandes naves, una dedicada a la venta de pescado fresco y otra dedicada a la venta de verduras. Este edificio, de ladrillo naranja, data de 1912 y a su alrededor proliferan soleadas terrazas exteriores.
Es altamente recomendable en Olhão visitar las paradisíacas playas de Armona y Fuseta. No hay cielo más azul ni arena más blanca. Desde los puertos de Olhão y Fuseta salen regularmente barquitos para poder disfrutar de este par joyas, pertenecientes al Parque Natural de Ría Formosa.
Ferragudo no llega a los 2.000 habitantes y rezuma encanto, siendo para muchos uno de los pueblos más bonitos de la región. Sa alza sobre una colina en los bancos de la ría del Arade, como un montículo de callejuelas estrechas, desordenadas y particulares. Entre la combinación de blancas paredes y colores vibrantes, aparece su cima, coronada por la iglesia de Nuestra Señora de la Concepción, una construcción que tuvo que remodelarse completamente tras el gran terremoto que asoló Portugal en 1755.
Hablar de Ferragudo es hablar de humildes pescadores que establecieron allí su asentamiento en el siglo XIV buscando comida en la desembocadura del río Arade. Es un lugar idóneo para desconectar, donde se respira calma. Una calma que contrasta con su entorno más cercano, ya que a tan solo 15 minutos se encuentra la Praia da Rocha, con una intensa actividad social, bares, pubs y fiestas, y un poco más allá, al fondo de la ría, se levanta la ciudad de Portimão, una de las más importantes del Algarve portugués. De hecho, ¡hay un taxi acuático a Portimão!
Una de las actividades que no puedes olvidar hacer en Ferragudo es la ruta por la cueva de Benagil, famosa en todo el mundo. El barco parte de Ferragudo, pasa por Carvoeiro y Alfanzina hasta llegar a esta gruta de impresionantes formas rocosas caprichosamente modeladas por el mar. Esta excursión dura 1 hora y 45 minutos. Como alternativa para los más pequeños, también hay excursiones en barco para el avistamiento de delfines.
Carvoeiro, naturaleza en estado puro
Si hay algo que caracteriza Carvoeiro son sus rutas senderistas y sus posibilidades para la escalada. Es uno de aquellos lugares donde el mar estalla frente a los acantilados, de escarpadas paredes y de una belleza inigualable. Para recorrerlos solo hay que seguir la ruta de los Siete Valles Suspendidos donde, cima a cima, vamos desde Praia de Centeanes a Praia da Marinha. Si lo que prefieres es un paseo más tranquilo, siempre puedes caminar por la pasarela de madera de Carvoeiro hasta Algar Seco.
Aquí no hay grandes hoteles ni aglomeraciones de turistas, por eso es un destino privilegiado para los visitantes de mayor edad, que pueden relajarse y disfrutar de sus playas durante la temporada baja (de octubre a abril).
Un lugar idílico, de doradas bahías y tan solo 2.700 habitantes, cerca del cual se puede disfrutar de la aventura en familia en el parque acuático Slide and Splash o en el parque temático marino Zoomarine, opciones irresistibles para los pequeños de la casa. También Sand City, un “parque temático” de figuras de arena, en el que poder disfrutar de casi un centenar de esculturas gigantes con personajes tan populares como los Simpson, los superhéroes de Marvel o figuras mitológicos. Además, por la noche se ilumina para recrear un ambiente de luces, colore y magia para todos los públicos.
Vila do Bispo, el paraíso de los surfistas
Vila do Bispo consta de varias freguesías (pedanías), todas ellas con algún detalle que las hace únicas, como Sagres y el cabo de San Vicente, el punto más al sudoeste de toda la Europa continental.
Es una zona a la que habitualmente viajan los amantes del surf para cazar olas. De hecho, también existe esta posibilidad para los visitantes que quieran aprender, ya que hay varias escuelas de surf. Pero quizás prefieras practicar el parapente lanzándote desde los acantilados o te decantes por el submarinismo. Todas son opciones que Vila do Bispo te permite realizar en un entorno casi inexplorado, con playas salvajes, vírgenes, remotas, que forman parte de una de las áreas protegidas más grandes de Portugal: el Parque Natural Costa Vicentina.
Además, allí descansan vestigios prehistóricos con más de 6.000 años de antigüedad, ubicados en zona de monte. Concretamente, son muy visitados tanto el Menhir do Padrão como el Monte dos Amantes.
Nuestro viaje por los pueblos más bonitos de la costa termina en este lugar, considerada la joya del Algarve occidental.