Campo de aventuras para senderistas, ciclistas y amantes de la naturaleza; paraíso geológico por el petróleo y la magia del Geoparque de Las Lora; escenario de novela y película gracias a Delibes; y lugar de ensueño para amantes de los pueblos bonitos. En el norte de la provincia de Burgos, el Parque natural de las Hoces del Alto Ebro y Rudrón es un mundo de tesoros para todos los gustos: dibujamos la hoja de ruta básica para disfrutarlo al máximo
Al norte de la provincia de Burgos, los ríos Ebro y Rudrón han horadado el páramo calizo durante milenios. El resultado es un impresionante paisaje de cañones abruptos llenos de biodiversidad, con unas pintorescas paredes que son además hogar de diferentes especies de aves rupícolas, entre ellas los buitres leonados.
Decenas de caminos conectan los miradores, los pueblos y los parajes más bellos de las Hoces del Alto Ebro y Rudrón. Los hay para todos los gustos: más cortos o más largos, lineales o circulares, de distinta dificultad, para recorrer caminado o sobre dos ruedas y a pie de río o a vista de pájaro.
El más largo es el Camino Natural del Ebro, una gran ruta que acompaña al río durante unos 900 kilómetros. Algunas de sus etapas permiten descubrir esta obra de arte caliza creada por el Ebro, entre ellas las que conectan Pesquera de Ebro con Manzanedo y las que unen Pesquera y Orbaneja del Castillo, pasando por Valdelateja o por Turzo.
En las 45.767 hectáreas de este parque natural, se alzan más de sesenta núcleos de población que pertenecen a una decena de municipios. Ubicados en parajes de gran belleza natural, cada uno de ellos tiene sus particularidades, pero existen varias paradas básicas.
A orillas del río, el patrimonio de Pesquera de Ebro incluye casas solariegas de sillería caliza con arcos en sus entradas y soberbios escudos nobiliarios en las fachadas, de los siglos XVI y XVII. También merecen una visita la iglesia de San Esteban y la ermita de San Antonio, al otro lado del puente medieval que cruza el Ebro. Cerca se halla uno de los miradores más espectaculares sobre el cañón.
Paisajes y patrimonio también compiten en belleza en Escalada, otra de las localidades ribereñas. Fundada en el siglo IX por los condes castellanos para repoblar esta la zona, atesora varias casonas solariegas, como el magnífico palacio de los Gallo. En lo alto, la iglesia de Santa María la Mayor conserva algunos elementos románicos como su magnífica portada.
En Valdelateja, el río Rudrón acude al encuentro con el Ebro en un hermoso paraje de cortados, a pocos pasos de la localidad. Sus calles estrechas y las casas de piedra con tejados rojos a dos aguas crean una estampa muy pintoresca, coronada además por una ermita prerrománica dedicada a las santas Elena y Céntola.
A pesar de haber nacido en Valladolid, Miguel Delibes se convirtió en uno de los vecinos más ilustres del Valle de Sedano: «Yo me enamoré de Sedano casi al mismo tiempo que de mi mujer» confesó el escritor. Su esposa, Ángeles de Castro, veraneaba aquí y un joven Delibes recorría, desde Molledo, en Cantabria, 100 kilómetros en bicicleta para visitarla.
El idilio con esta zona burgalesa le duró toda su vida. En 1958 se construyó una pequeña cabaña para pasar los veranos y, años después, con la familia creciendo a buen ritmo, adquirió una casona de piedra. Su estío familiar transcurría entre salidas al campo, lecturas, paseos en bicicleta y visitas al río Moradillo para coger cangrejos.
La huella de Sedano se percibe en su obra. Personajes, lugares o situaciones aparecen en libros como “Pegar la hebra, “Castilla habla” o “El disputado voto del señor Cayo”, ambientado en el pequeño pueblo de Cortiguera, y llevado al cine con Francisco Rabal como protagonista.
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