TURISMO NACIONAL

Dónde ver en España los únicos personajes mitológicos desnudos en una catedral europea

Redacción | Jueves 25 de marzo de 2021

Allá donde Bécquer recibiera a las musas para escribir “Cartas desde mi celda”, donde la naturaleza bulle en un Moncayo ya florido y donde transcurre, apacible, el Queiles y se brinda con vinos de vides de su ribera. Allá donde se ubica uno de los pueblos más buscados de España se esconde también uno de los secretos más ocultos en la historia de las catedrales: la Capilla Sixtina del Renacimiento Español. Tarazona tiene mucho que contar: y qué mejor momento para hacerlo que desde el cimborrio de su catedral y en el décimo aniversario de su reapertura.

No es casualidad que sea el pueblo más deseado de la provincia de Zaragoza. A los pies del Moncayo, siempre apetecible, Tarazona reserva en sus 245 kilómetros cuadrados sorpresas a docenas. Sólo el entorno ya vaticina un destino mayúsculo: los ecosistemas se suceden y pinceles invisibles juegan a pintar paisajes alternos increíbles. De las zonas áridas al verdor del Parque Natural del Moncayo, de las dehesas del Somontano a la vega del Queiles. Y los pinceles invisibles siguen pintando, ahora un skyline de torres, pináculos y linternas que anuncian un pueblo bonito de ésos que tanto nos gustan con un secreto maravilloso: la Capilla Sixtina del Renacimiento Español.

Escapada slow con secretos top

La Catedral Santa María de la Huerta de Tarazona cumple años: diez concretamente desde su reapertura. Fue en 2011, después de casi treinta años de labores de restauración que permitieron sacar a la luz algo especial en España y Europa: unas magníficas pinturas del siglo XVI únicas en su singularidad.

Y aun cuando el aniversario llega en un año complejo para las celebraciones, poder festejar la recuperación de la “Capilla Sixtina” española bien merece un homenaje: cuál mejor que planificar una escapada slow para saborear con mimo, ganas e ilusión el placer de volver a salir cuando por fin se pueda y redescubrir el disfrute de un destino con encanto.

Pero, ¿de dónde le viene a la Catedral de Tarazona el apelativo de “Capilla Sixtina”? De sus pinturas en el cimborrio y en la bóveda de la capilla mayor, una obra única, que introduce novedades sólo vistas hasta el momento en la Capilla Sixtina de Roma y que llegan a este templo gracias a la influencia del artista italiano Pietro Morone en Tarazona.

Se trata de grisallas -pinturas en tonos grises imitando esculturas en relieve- en las que predomina la desnudez, colocando a la seo turiasonense en la vanguardia del Renacimiento, de la mano del artista Alonso González, que provocó en su momento todo un escándalo y, en consecuencia, el ostracismo durante siglos.

Las escenas del cimborrio representan el camino de la virtud, que mediante la fortaleza y la razón puede superar todos los vicios, hasta la lujuria. El artista pintó desnudos a gran tamaño de personajes bíblicos, como Adán y Eva, Safira y José, Judit y Holofernes, y el arcángel Rafael y Tobías, y también incluyó, de manera insólita, personajes mitológicos, como Dido y Eneas, Apolo y Venus, Periandro y Baco.

Estas escenas de desnudos son únicas en una catedral europea y para poder verlas, lo mejor es hacerlo subiendo al cimborrio, el más complejo y evolucionado del arte mudéjar aragonés, ese arte propio de esta tierra. La experiencia “Kiborion” es una visita de altos vuelos: permite, hacia afuera, disfrutar de una panorámica única de la ciudad, predominada por el Moncayo en un paisaje perfecto; y, hacia adentro, andar por las bóvedas y adentrarse en el interior del cimborrio para contemplar una magnánima obra de arte única en su especie, en España y en Europa.

La experiencia “Kiborion” es uno los platos fuertes de la Catedral de Tarazona en las celebraciones de su décimo aniversario. Se realizan visitas guiadas en grupos, con cita previa, con todos los protocolos free-Covid, y se pueden complementar con un recorrido por esta preciosa ciudad de frontera.

Una ciudad de frontera que, marcada por el cruce de caminos entre Aragón, Navarra, La Rioja y Soria, ha bebido de múltiples influencias y culturas y es rica en patrimonio, consecuencia de ese rico pasado. Así lo atestiguan ejemplos tan especiales como la lonja, hoy Casa Consistorial; la Mezquita de Tórtoles; la Torre de la Magdalena; la antigua zuda y castillo que desde el s. XIV es Palacio Episcopal (con nuevas salas abiertas como los calabozos eclesiásticos); la Plaza de Toros Vieja o el Teatro Bellas Artes. Y también su milenario urbanismo, marcado por el río Queiles, con trazado romano que acoge una judería, una morería, barrios mudéjares y la ciudad cristiana amurallada con restos de torreones defensivos, todo ello salpicado por la modernidad de edificios industriales del s. XIX y XX.

Los secretos de una catedral única en Europa

La Catedral de Tarazona es una de las joyas artísticas más importantes de Aragón y, dentro del panorama peninsular, toda una singularidad, pues en ella conviven el gótico francés y el mudéjar con elementos renacentistas únicos en Europa.

Se acerca a las de Toledo o Burgos en cuanto a novedad en su tiempo original, el siglo XII, y a la vez se aleja de ellas por sus cambios posteriores, como las flamantes pinturas del XVI que le han dado fama en toda Europa. Todo lo cual confiere al conjunto un aspecto original y alternativo respecto a otros modelos catedralicios. Si su construcción no se hubiera alargado tanto en el tiempo y no hubiese sufrido graves daños durante la Guerra de los Dos Pedros (1356-1369), la seo de Tarazona constituiría el mejor ejemplo de arquitectura gótica de influencia francesa de España.

En el interior, la catedral gótica temprana se reconoce perfectamente en la esbeltez del espacio de la nave principal o los pilares torales fasciculados. A media altura de los muros del crucero corre un elegante finísimo triforio con arquillos góticos del s. XIII muy estrechos y apuntados. Es ésta otra singularidad de este monumento, siendo el más primitivo del gótico peninsular. A la verticalidad se sumaría una fuerte iluminación proveniente de unos amplísimos ventanales, modificados en el siglo XVI con magníficos alabastros policromados.

Siguiendo el recorrido por singularidades, imposible no detenerse en las celosías de yeso del inmenso claustro mudéjar, de gran complejidad y todas diferentes en sus más de 150 diseños geométricos, que se abren al patio tamizando la luz del interior. Maravilla es poco para referirse a ellas. El claustro, de nuevo algo irrepetible, es uno de los mejores exponentes del mudéjar (además actualmente alberga una interesante exposición sobre la que han sido una de las obras de restauración más complejas del país, galardonada con el premio Europa Nostra). Y si estando en él tenemos la suerte de oír resonar sus nueve campanas, de nuevo seremos partícipes de algo magnífico: el repicar de uno de los campanarios que mejor suenan de España. Fue construido entre 1496 y 1491 y se remató con el último cuerpo en 1588, con una decoración resuelta a base de frisos de esquinillas y rombos y troneras de medio punto.

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