Son pueblos cuyo nombre quizá no te suene tanto como el de Évora, Comporta o Monsaraz y no suelen figurar en las listas de “los más” pero puede que, gracias a eso, tengan algo que les haga más especial e imprescindibles en cualquier visita a Alentejo y a Portugal. Marvão, Mértola, Grândola, Golegã y Odemira son pueblos históricos que conservan curiosas historias, tradiciones y así como unos paisajes inigualables. ¿Te vienes?
Marvão es un pueblo agradable y tranquilo, que resulta un lugar ideal para desconectarse de la rutina diaria, especialmente al amanecer y a la puesta de sol, ya que ofrece excepcionales panorámicas de la llanura y de la Sierra de São Mamede.
Sus calles son estrechas y las casas tienen tejados pintorescos. La localidad está repleta de flores de colores y goza de vistas maravillosas, un magnífico castillo, algunas casas de huéspedes y buenos restaurantes. Sin duda, un destino perfecto para irse una temporada a teletrabajar y escapar y desconectar de todo.
Mértola es un pueblo medieval encaramado sobre unas colinas rocosas que se alzan a los pies del río Guadiana, en el bajo Alentejo. Sobre la ciudad aparece un castillo pequeño pero importante, que domina un conjunto de casas blancas y una pintoresca iglesia que en tiempos pasados fue una mezquita.
Esta aislada población ha pasado por un largo período de estancamiento económico, lo cual ha favorecido la conservación de muchos vestigios de la ocupación islámica, hasta el punto de que Mértola es considerada como una Vila Museu (villa museo) y uno de los pueblos portugueses que mejor conservan su esencia árabe.
En Grândola se puede encontrar un mar verde y uno de los grandes santuarios de alcornoques del Alentejo. Se trata de una zona natural de gran valor ecológico en la que impera una excelente biodiversidad, y en la que la extracción de corcho constituye una de las grandes riquezas del bosque. Otro de los grandes más demandadas en la costa alentejana.
¿Te imaginas terminar de teletrabajar e irte a dar largos paseos por la playa? Aquí podrás hacerlo y además cruzándote con muy poca gente. La playa de Melides es una larga ensenada de arena que separa el mar de la Laguna de Melides. Entre estos dos tramos de agua, la playa de Melides ofrece un escenario espléndido y salvaje que uno nunca se cansa de contemplar. La puesta de sol es magnífica. Un momento ideal para los amantes de la fotografía cuando los últimos rayos de sol se reflejan en la laguna.
Su relación con la actividad agrícola propició la realización de ferias y mercados, donde campesinos y criadores de ganado venían a exponer sus productos y animales. Durante el s. XVIII, las fiestas en honor de San Martín, el 11 de noviembre, eran las preferidas por los criadores de caballos para mostrar con todo su orgullo los animales de raza. Por aquel entonces se celebraban concursos hípicos y competiciones. Este evento, que fue ganando importancia gradualmente, es el precedente de la actual Feria Nacional del Caballo, de gran relevancia a escala nacional en la especialidad ecuestre.
Si visitas la localidad, aprovecha para dar un paseo por el jardín romántico que rodea el antiguo estudio de Carlos Relvas, un conocido fotógrafo del s. XIX, o para ver el Museo Martins Correia, un escultor contemporáneo
Y terminamos en un auténtico remanso de paz y descanso. Los puntos clave de la zona de Odemira están entre sí a media hora en coche: Vila Nova de Milfontes (una localidad muy viva perfecta para asentarse, con su castillo y sus playas sin olas, donde muere el río Mira), Zambujeira do Mar, Porto Covo y la propia villa de Odemira, un hermoso lugar con un caso historio de obligado paseo.
Sin lugar a dudas, Alentejo tiene aún mucho por descubrir y se presenta (ahora más que nunca) como la región idónea para los nómadas digítales gracias a su poca densidad de población, su cercanía con España y la posibilidad de ir en coche y la belleza de sus paisajes. ¿A qué esperas para dar el paso?