El sur de Portugal ofrece planes, sorpresas, lugares por descubrir… y sin duda motivos para volver. De este a oeste, hay ocho paradas de “obligado cumplimiento” en un viaje al Algarve.
A nadie se le escapa lo impresionante de las playas del Algarve y toda la riqueza natural que allí aguarda al viajero. Por eso resulta todavía más enriquecedor poder combinar esta oferta con una visita a los pueblos pintorescos y animadas ciudades que se encuentran en el sur de Portugal. Un plan perfecto en cualquier momento del año.
Aquí una pequeña selección para diseñar una ruta de visitas obligadas en el Algarve.
Es una de las primeras paradas (no la única) que querrás hacer si llegas al sur de Portugal en coche desde la frontera con Huelva. La encantadora ciudad de Tavira presume de una arquitectura tradicional portuguesa que se mezcla con la influencia norteafricana, aunque algunos la conozcan como la “Venecia del sur” por el canal del río Gilao, que la atraviesa. Llegó a tener hasta 37 iglesias intercaladas entre sus calles estrechas y adoquinadas, en las que destacan las pintorescas chimeneas decoradas con motivos geométricos o vegetales, influencia en muchos casos del Arto Nouveau de principios del siglo pasado. Desde aquí se accede a la Isla de Tavira, en el Parque Natural de la Ria Formosa, considerada una de las playas más espectaculares del sotavento algarvío.
Famoso por su mercado de pescado y marisco, ubicado en un edificio de ladrillo rojo brillante en el corazón de la ciudad, Olhao podría parecer una alfombra de cubos que se superponen en múltiples perspectivas. Es el efecto de sus peculiares casas, que tienen terraza con escaleras exteriores en vez de tejado, la típica azotea del Algarve. Desde aquí parten conexiones regulares en ferry con Culatra, entre otras islas de la Ría Formosa, un lugar donde no encontrarás casas de vacaciones ni coches. Como sucede en toda la ría, el tiempo se detiene para darle todo el protagonismo a un espectáculo natural entre el mar y la tierra: islas de barrera, bancos de arena, dunas, salinas, riachuelos… y una explosión de vida.
Es la puerta de entrada a quien llega en avión. Entre la pintoresca maraña de calles adornadas por mosaicos de mármol, en la parte vieja se encuentran rincones únicos como la Puerta Árabe del siglo XI, el arco de cerradura más antiguo de Portugal que servía de entrada a las murallas para quien llegaba por mar, o la famosa capilla de los huesos, en la iglesia de Nuestra Señora del Carmen, que alberga mil huesos y cráneos de monjes que una vez sirvieron en un monasterio cercano. Faro bien merece una visita a pie por sus calles peatonales, entre las tiendas, restaurantes y el bullicio de su zona moderna, fuera del perímetro de la muralla. Desde el muelle se puede acceder fácilmente a las playas tranquilas de Ilha Deserta, un plan único para ponerle el broche final a una visita a Faro.
Es uno de los destinos de playa más concurridos del Algarve. Albufeira debe buena parte de su fama al ambiente que se vive día y noche en su casco antiguo, entre calles estrechas de casas blancas y pintorescas que conducen hasta la playa del Túnel o de Peneco, un anfiteatro asomado al mar desde el que se puede admirar un extenso arenal que hace inolvidable a esta ciudad. Nunca faltan los barcos de pescadores con sus vistosos colores en la arena, a los que los numerosos bares y restaurantes del lugar les deben cada día una buena parte del fresquísimo marisco y pescado que en ellos se degusta. Su costa, tan variada como diferente, comienza en el oeste, en las dunas de arena blanca de la playa de Salgados, y termina en la playa de Falesia, que fue votada por los usuarios de TripAdvisor como una de las 25 playas más bonitas de Europa.
Se trata de un antiguo pueblo de pescadores levantado entre acantilados cuyas paredes rocosas le dan una peculiar forma de anfiteatro. Así es Carvoeiro, con su color blanco luminoso, que se ha convertido en todo un centro turístico cosmopolita. No en vano, puede presumir de contar con una de las calas de arena más bonitas del litoral algarvío, a cuyos pies se extiende una animada oferta de bares y restaurantes. Desde esta localidad se accede a Algar Seco, una impresionante formación rocosa donde una escalera de más de cien peldaños conduce a un laberinto de piedras calcáreas a los pies del Océano Atlántico. Bien merece una visita, al igual que las grutas marinas, inaccesibles desde tierra, que se encuentran en toda esta costa.
En el interior del Algarve se encuentra la Sierra de Monchique, un idílico pueblo de montaña donde parece que el tiempo no ha puesto su mano. El camino hasta este lugar regala una singular panorámica entre la sierra y el mar, con su punto más álgido en Fóia, a 902 metros de altura. Se trata del lugar más elevado de la región y regala unas vistas únicas sobre el Cabo de San Vicente hasta Faro, abarcando casi todo el Algarve. Típicas del lugar son las casas tradicionales con “chimeneas de falda”, tan diferentes del litoral. Pero si algo hace a Monchique un lugar único son sus afamadas aguas termales, apreciadas desde la época romana y un motivo único para visitar sus balnearios.
La conexión del Algarve con el mar queda patente en Lagos, donde nos adentramos en un lugar lleno de historia de navegantes y piratas. Aquí armó el Infante Don Henrique las carabelas que alcanzaron la costa de África en los siglos XV y XVI, lo que significó el inicio de la epopeya de los Descubrimientos portugueses. El Fuerte de Ponta da Bandeira, la iglesia de Santo Antonio con su talla dorada y azulejos, el Castillo de los Gobernadores o el primer mercado de esclavos de Europa (hoy convertido en un centro cultural con exposiciones y venta de artesanía) son algunas paradas obligadas en Lagos, al igual que su puerto deportivo en el que se resguardan yates de todo el mundo.
Visitar el solitario faro del Cabo de San Vicente es lo más parecido a llegar al fin del mundo. Sagres, en general, es un lugar con un aura de misterio especial. Desde su fuerte partió Enrique el Navegante en el siglo XV a explorar África y todavía hoy este lugar luce una rosa de los vientos gigante que recuerda cómo navegaban los marineros hace siglos. Sagres ostenta hoy la reputación de destino surfista por excelencia y paraíso para los amantes del birdwatching, gracias a las numerosas aves que anidan en esta costa durante sus migraciones.