Rosas, con su majestuosa bahía y sus puestas de sol, las más espectaculares de la Costa Brava, son la excusa perfecta para disfrutar de una escapada de enamorados.
A pocas semanas de San Valentín, llega el momento de sorprender a la pareja con un regalo especial, más emotivo que material. Una experiencia para dos que convierta el Día de los Enamorados de 2020 en inolvidable, por las sensaciones compartidas. Y Rosas, con una de las más majestuosas bahías del mundo, ideal para románticos paseos sin la vorágine veraniega, es el lugar perfecto. Con el aliciente añadido de un viaje en el tiempo por los 25 siglos de historia cobijados en su Ciudadela o admirar el crepúsculo desde la terraza panorámica de un castillo del siglo XVI junto a la persona amada.
La localidad gerundese, todo un referente veraniego de la Costa Brava, cambia de faz en invierno… pero sin perder un ápice de su encanto. Y es que su privilegiado entorno –entre el Parque Natural del Cabo de Creus y el Mediterráneo– y su patrimonio, le convierten en un lugar ideal para una escapada de enamorados, como la de San Valentín.
Su amplia y majestuosa bahía, una de las mejores del mundo, adquiere una nueva dimensión cuando las playas que la arropan se muestran desnudas, sin toallas, sombrillas y bañistas, dejando diáfana la visión de un Mare Nostrum que parece languidecer susurrando una suave melodía: la de sus tranquilas olas acariciando la orilla. El escenario perfecto para románticos paseos cogidos de la mano, cruzando miradas de complicidad, de las parejas que caminan sintiendo cada paso como un latido de su corazón.
Pero aunque todo –o casi– empieza aquí, ni mucho menos acaba. La Ciudadela, que da la bienvenida al visitante, sin el sofocante calor del verano, es el lugar idóneo para otro tipo de paseo no menos romántico: nada menos que un viaje de retorno al pasado de 25 siglos de historia –¡desde el siglo IV antes de Cristo– admirando las huellas que allí dejaron civilizaciones como la griega y la romana, o el importante legado medieval.
A la salida de Rosas, rumbo al norte al cabo de Creus, otro lugar con historia: el Castillo de la Trinidad. Una fortaleza militar del siglo XVI, en forma de estrella de cinco puntas, que el pasado verano estrenó una museización virtual, con imágenes en 3D y audiovisuales, que hace aun más atractiva la visita. Todo ello, sin olvidarnos de su terraza panorámica con vistas a Rosas y a su bahía, el mejor lugar para admirar el espectáculo natural del crepúsculo, cuando sol se acuna en el horizonte mediterráneo antes que el cielo se convierta en un maravilloso lienzo rojizoamarillento.
Y para rematar la velada, nada mejor que el obsequio culinario de una romántica cena saboreando la exquisita cocina rosense, con arroces, pescado y marisco fresco de su lonja o esa delicia para el paladar más exigente que es el Suquet de Peix, un antiguo guiso de pescadores que, con el paso del tiempo, ha devenido en un excelso manjar… digno de enamorados.