Jose Fabio Sousa Aguiar es el número 19 de los 153 Carreiros que transportan a turistas en cestos de madera desde el santuario de Monte hasta la ciudad de Funchal. Los Carreiros do Monte son una tradición introducida en el siglo XVIII para transportar mercancías. A partir de 1850, los Carreiros empezaron a transportar también a personas.
En este recorrido de 2 kilómetros cuesta abajo, se alcanzan velocidades de 40 kilómetros por hora y las mayores dificultades están en las curvas.
El número 19 de los Carreiros do Monte hace ya tiempo que pasó a manos de José Fabio Sousa Aguiar. Hoy tiene 31 años, pero seguirá llevando ese número bordado en la chaqueta de su uniforme hasta que llegue su jubilación. Él ostenta uno de los 153 puestos encargados de transportar a turistas en cestos de madera desde el santuario de Monte hasta Livramento, muy cerca del centro de la ciudad de Funchal. Lo hacen de dos en dos -el número 19 siempre forma equipo con el número 13- conduciendo estos vagones en un recorrido cuesta abajo en el que se pueden alcanzar los 40 kilómetros por hora. Una profesión con más de dos siglos de antigüedad que se ha transmitido de generación en generación y que, curiosamente, hoy se ha convertido en uno de los principales atractivos de Madeira.
La tradición de utilizar cestas de madera como método de transporte se introdujo a mediados del siglo XVIII para llevar las frutas, los pescados o las verduras desde el mercado de Funchal hasta las casas de los habitantes de Monte. Y durante un tiempo solo estuvo enfocado en mercancías, hasta que alrededor del año 1850, uno de los Carreiros como Jose Fabio tuvo que llevar a una mujer de urgencia al hospital en uno de los cestos. A partir de este momento se empezó a utilizar para transportar a personas y, más tarde, incluso los turistas.
Hoy en día, es una de las más conocidas atracciones para los visitantes de la isla que suben en funicular hasta el santuario de Monte y aprovechan para bajar de nuevo a Funchal llevado por dos de estos corredores. En la subida, se disfrutan las vistas de las cubiertas de las casas, de la ciudad y de sus alrededores. En la bajada, se sienten con fuerza los 40 kilómetros hora que alcanza la cesta y las pronunciadas curvas en las que los Carreiros tienen que efectuar maniobras coordinadas para evitar choques imprevistos.
El oficio de Carreiro es, por otro lado, un verdadero ejemplo de tradición y continuidad. Los padres pasan el relevo a sus hijos y les enseñan todas las cosas que deben saber para desenvolverse bien. Aunque el número 19 cuenta todo esto con una suerte de emoción y morriña, reconoce que él aprendió este arte en una especie de autoescuela en la que se enseñan los principios básicos de la conducción de una cesta, como tener bien engrasada la madera para que el cesto se deslice por el suelo, atarse bien las cuerdas a los dedos para controlar las direcciones o aprender a efectuar las maniobras conjuntas para tomar las curvas.
Uno de los compañeros de Jose Fabio tiene un cometido muy especial: Ricardo Vieira es el responsable de la oficina de Carreiros y se encarga, a su vez, de elaborar y reparar los cestos, un trabajo que algunas veces se puede ver in situ mediante reserva previa de visita a la oficina.
La experiencia de montar en uno de estos trineos madeirenses no solo es apasionante por la adrenalina que se siente en el trayecto cuesta abajo, sino también por conocer toda la logística que conlleva y las divertidas historias de personas como Jose Fabio o Ricardo.