Desde septiembre, la capital de la Plana vuelve a añadir a su oferta experiencial Pescaturismo, para dar a conocer este oficio y compartir las vivencias en un pesquero.
¿Cómo llega el pescado a la lonja… y de allí al plato? Nada mejor para descubrirlo –¡y saborearlo!– que una jornada completa de pesca en el mar, embarcados en un pesquero totalmente equipado. Castellón de la Plana permite desde hace dos años vivir esta aventura experiencial, aderezada con un desayuno de cortesía, almuerzo y comida marinera. Todo ello, a bordo de la propia embarcación, en contacto con la naturaleza.
Antes que los primeros rayos de luz pongan fin a la oscuridad nocturna alumbrando un nuevo día ellos, los barcos pesqueros, se aprestan a abandonar sigilosamente el puerto del Grao tras dormitar amarrados junto a la lonja. Empieza una intensa jornada en busca de los ‘tesoros culinarios’ sumergidos en las mediterráneas aguas de la Costa de Azahar que tanto enriquecen la prestigiosa gastronomía castellonense. Pero… ¿qué ocurre a lo largo de una singladura de unas 10 horas en el mar?
Para descubrirlo y experimentarlo, en Castellón de la Plana, El Paraíso, un barco de pesca de 28 metros de eslora (largo) y 7,80 metros de manga (ancho), propone desde hace un par de años la experiencia de Pescaturismo. Es junto a otro pesquero de Vinaroz –Els Jovens– las únicas embarcaciones que ofrecen esta actividad en la provincia de Castellón. Tres hermanos –Pedro, Llorens y Rosa–, descendientes de varias generaciones de pescadores de Peñíscola, lideran ahora este proyecto que auna pesca, turismo y tradición. Un grupo de máximo 7 personas en cada jornada pueden vivir esta experiencia marinera con los 5 sentidos.
Con el alba, comienza la aventura
A las 5 de la madrugada, el patrón, junto a los turistas, se dirigen a la embarcación donde se les hace entrega del equipo de seguridad y se les informa de las zonas desde donde observar todas las maniobras de pesca.
Sobre las 06.00 horas, la embarcación sale de puerto, arropada por un revoloteo de gaviotas. Mientras el patrón fija el rumbo hacia el caladero seleccionado, pendiente del timón, el resto de la tripulación se relaja y ofrece un desayuno de cortesía a los turistas, poco antes de que llegue el mágico momento de contemplar el maravilloso espectáculo natural del sol naciente que emerge por el horizonte marino.
Minutos antes de llegar al caladero, todos toman posiciones para iniciar el calado. Durante un cuarto de hora las redes –de unos 100 metros– se van desenrollando mecánicamente de las gigantescas bobinas hasta extenderse majestuosamente sobre las aguas… y luego desaparecer hasta unos 300 metros de profundidad. En ese instante empieza la pesca de arrastre –con dos compuertas de acero que mantienen abiertas las redes para que penetren las capturas– que dura un par de horas aproximadamente, en busca de los más variados frutos del mar.
Durante esa plácida espera de navegación, patrón y tripulación cautivan a sus pasajeros turísticos con mil historias y anécdotas de sus vivencias en alta mar, explicaciones de las maniobras de pesca, tradiciones marineras, especies más habituales en el litoral de la Costa de Azahar e incluso enseñándoles a hacer algunos nudos marineros.
Hasta que llega el momento más esperado: la recogida de redes, para comprobar el resultado de la pesca. De repente emergen del agua y con la ayuda de una grúa son izadas sobre la cubierta, donde el ansiado ‘botín’ de pesca se deposita en una plataforma elevable para su posterior selección.
Ante los curiosos y expectantes ojos de los presentes irrumpe al abrir el copo de la red un variopinto y colorido conjunto de especies: rapes, merluzas, potas, sepias, cigalas, bacaladillas, quisquillas (camarones), salmonetes, morralla, gallos, pulpos, caballas, jureles, besugos, doradas, galeras, langostinos… Especies que varían según el caladero, época del año y meteorología. Entre 400 y 500 kilos de pescado conforman la captura de especies, algunas de ellas nunca vistas por los turistas; o si bien han sido saboreadas previamente ahora conocen su aspecto original, como es el caso de las espardeñas, que sorprenden mucho.
Acto seguido se procede a calar el segundo lance. Y tan pronto las redes están de nuevo en el mar, los marineros se apresuran a seleccionar la captura del primero. Es uno de los momentos más llamativos para los turistas, sorprendidos por la destreza en la selección –por especies y tamaños– y celeridad, para que no pierdan un ápice de frescura. Una vez clasificado, el pescado se limpia con agua salada y se estiba en cajas que se cubren con hielo picado, para ser de nuevo estibadas en las neveras del buque hasta su llegada a puerto.
Los turistas, siempre curiosos, no dejan de preguntar qué pez es este o aquel otro y toman decenas de fotos para inmortalizar un momento único, lleno de autenticidad, que luego contarán a sus familiares y amigos. La operación tras el primer lance se repite en el segundo y todos esperando como niños a que se abra la ‘piñata’ y aparezcan las nuevas capturas.
En ocasiones incluso se tiene la suerte de avistar cetáceos, como delfines, que –juguetones– se divierten nadando junto a la proa. También es especialmente impactante divisar la línea de costa desde el mar, así como las islas Columbretes, cuando se navega cerca de ellas.
Terminado el proceso de selección del segundo lance llega otro de los momentos más esperados: saborear un exquisito rancho marinero, como se conoce a la típica comida marinera a bordo elaborada por Javier, el excelente chef de El Paraíso, con pescado y marisco recién capturado. Fidegua de cigalas, guiso de potas, gambas a la sartén, arroz a banda, pulpo a lo Paraíso… siempre con el aderezo del omnipresente alioli. Un auténtico festín que aún sabe mejor por degustarlo prácticamente en su hábitat, en alta mar, y en un barco de pesca. En cuestión de minutos, el pescado pasa del mar a la mesa; o, en lenguaje marinero, ‘de la mar al caldero’. Auténtico producto de cocina km 0.
A la llegada al puerto del Grao, sobre las 16.00 horas, las capturas, en cajas perfectamente ordenadas, son llevadas a la lonja. Allí, tras ser pesadas, desfilan por una cinta transportadora ante los ojos de los compradores, en una subasta a la baja que se cree ya practicaban los fenicios. Es el ‘the end’ a 10 intensas horas de aventura y experiencias sensoriales en el mar que los practicantes de Pescaturismo jamás olvidarán.