La vista se pierde en la inmensidad transparente de unas aguas que desde hace siglos custodian el bien marino más preciado de Islas Baleares: la Posidonia oceánica. Esta pradera milenaria ha alimentado el fondo marino de las islas, convirtiéndolo en un lugar idóneo para la práctica del buceo.
El núcleo donde se acumula esta riqueza subacuática reside en el Parque de Las Salinas (Ses Salines), que a su vez integra las reservas marinas y terrestres, hogar para las diferentes especies de aves que eligen este paraíso para nidificar en sus migraciones.
Se trata de un entorno ecológico de primer orden dentro y fuera de nuestras fronteras.
La Posidonia, guardiana del parque
Con más de 14.000 hectáreas, el medio marino supone un 85% de la totalidad del entorno, por lo que la importancia de estas praderas a la hora de conservar este hábitat es crucial. Tesoro natural exclusivo del Mediterráneo, nutre a cientos de peces y organismos marinos y oxigena estas aguas convirtiéndolas en un hogar limpio y cristalino. Las playas de estas costas, también se ven favorecidas por la Posidonia, que las preserva frente a la erosión de las olas y las dunas propias del fondo marino de Ibiza y Formentera, que ven garantizada su existencia gracias al efecto protector de estas praderas.
Famosas a nivel internacional por la enorme belleza de sus aguas, la zona ibicenca del parque cuenta con playas como la de Ses Salines, Es Cavallet o Es Codolar. Por otro lado, de la benjamina de las islas, destacan playas imprescindibles como s´Espalmador, s´ Estany des Peix o Punta Prima y joyas como las lagunas de s´Estany Pudent.
Las casi 3.000 hectáreas terrestres acogen numerosas especies vegetales de las Islas Pitiusas, como los pinares mediterráneos, los sabinares de la costa, las salicornias y el resto de la vegetación que habita los estanques, las dunas y los acantilados. La reserva natural de Ses Salines destaca por ser el lugar elegido por muchas especies de aves marinas en sus migraciones o como lugar permanente. Flamencos, charlatanes, tarros blancos, gaviotas o pardelas son solo algunas de ellas.
Destaca especialmente el lago Pudent, en Formentera, donde habita una de las mayores concentraciones de zambullines de Europa.
La reserva terrestre es el hogar por excelencia de la lagartija pitiusa, que cuenta con diferentes sub especies en función del islote balear en el que nos encontremos. Escarabajos endémicos, diferentes especies de caracoles y la rata de cola blanca son también especies propias de este parque natural.
Los caminos, diferentes itinerarios para sentir Ses Salines
Cuatro rutas integran este parque milenario, todas ellas con posibilidad de recorrerse a pie o en bicicleta. Integradas en un solo paisaje, donde la naturaleza balear invita a descubrir todos sus tesoros.
El camino de s´ Estany des peix recorre el litoral de la playa del mismo nombre a lo largo de 3 kilómetros. Sa Campamento es el punto de partida de una ruta que discurre por toda esta bahía semicerrada, hasta terminar en un camino de tierra en el último tramo. Las aguas de la laguna se funden aquí con las del mar, formando un paisaje lleno de encanto salpicado por pequeñas embarcaciones. Un itinerario de dificultad baja, de unos 35 minutos de duración.
También a pie o en bicicleta se puede recorrer el camino de sa Guía, salvo el último tramo que solo se puede realizar andando. Este recorrido de poco más de una hora de duración comienza en el puerto de La Savina, junto a la cofradía de Pescadores. Desde los primeros pasos ya se puede disfrutar de una increíble panorámica de la playa de Es Cavall d´en Borràs, una ruta que discurre por la antigua explotación salinera de Formentera, así como de las famosas salinas Marroig. Pero quizá el punto más paradisiaco sea la zona de Ses Illetes, con sus playas de arena blanca y aguas cristalinas.
De la misma duración (70 minutos aprox.) es el Camí des Brolls, que bordea toda la laguna de s´Estany Pudent. Esta ruta también supone una buena incursión por la antigua industria salinera de Formentera, que comienza en el núcleo urbano de La Savina. Con unas vistas de las salinas de Ferrer, este camino comienza rodeado de salicornias y diferentes especies vegetales. En este hábitat encontramos diferentes especies de aves acuáticas, gracias a los diferentes nacimientos de agua dulce (brolls, en catalán) que dan nombre a este recorrido.
El último camino de Ses Salines gira en torno a las casas de Can Marroig, que dan nombre a esta ruta. Una finca llena de biodiversidad, que en su día perteneció a una familia mallorquina (los Marroig) y posteriormente pasó a manos ibicencas. 149 hectáreas con un amplio mosaico de ecosistemas que comienzan en un camino de cultivo donde las sabinas intentan recuperar su antiguo territorio. Campos de cereal, viñas e higueras acompañan al caminante por este recorrido, cuyo paisaje va cambiando poco a poco a pedregoso, con grandes llanuras cuya vegetación es propia de zonas de acantilados. Una ruta donde antiguas fortificaciones defensivas se convierten en protagonistas del territorio, como la torre de sa Gavina, construida en el siglo XVIII.
El itinerario ofrece unas vistas impresionantes donde poder contemplar las pequeñas embarcaciones que salpican esta parte de la reserva natural, donde, si da tiempo, merece la pena una excursión a sus canteras de piedra arenisca.
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