Mdina y Rabat son ciudades que en su interior presentan la más pura esencia maltesa. En sus calles es posible sentir la historia del archipiélago, así como su esencia, que permanece en cada una de estas ciudades ofreciendo a sus viajeros una experiencia única e inolvidable. Es por ello por lo que se han acabado convirtiendo en paradas esenciales para quienes busquen descubrir los tesoros de Malta.
Mdina, una ciudad amurallada de esplendor
Mdina, conocida como la "Ciudad Silenciosa", brinda una experiencia donde siglos de historia descansan en cada rincón. Pasear por sus callejones, flanqueados por solemnes palacios y casas señoriales, se traduce en adentrarse en un mundo lleno de esplendor y misterio.
La puesta de sol en Mdina es sencillamente excepcional, cuando cae la noche, cientos de luces iluminan esta joya arquitectónica, que ha sido incluso escenario de la aclamada serie Juego de Tronos. La visita a esta ciudad-museo incluye paradas tan imprescindibles como la muralla y la Puerta de Mdina, el Palacio de Vilhena, una obra maestra de arquitectura barroca francesa que presenta el Museo de Historia Natural de Malta, la Torre del Estandarte, y la imponente Catedral de San Pedro y San Pablo, entre otros. El Palacio Falzon, un edificio medieval excepcional, es un verdadero tesoro que alberga colecciones de pintura y una biblioteca con más de 4.500 volúmenes y manuscritos.
Rabat, un laberinto de lleno de historia
Adyacente a Mdina, Rabat, bajo sus calles, descansan las catacumbas de San Pablo y Santa Águeda, auténticas maravillas subterráneas que datan de los siglos III al VIII d.C. Con más de 4 kilómetros de longitud y su capacidad de contener a mil tumbas, ofrece una mirada fascinante a la historia antigua de Malta. Se cree que San Pablo, quien introdujo el cristianismo en Malta, se refugió en estas grutas, otorgándoles su nombre.
Rabat, en contraste con su vecina monumental, muestra un lado más típico de la vida maltesa, con callejuelas atractivas y la iglesia de San Pablo, que posee una gruta bajo el mismo nombre, donde se dice que el santo rezó durante su estancia en la isla.
Mdina y Rabat se encuentran a solo media hora en coche de La Valletta, y son accesibles en taxi o mediante las líneas de autobús locales. Estas ciudades son un claro testimonio de la rica historia maltesa, donde el pasado y el presente se entrelazan de manera sorprendente.
Descubrir Mdina y Rabat es una experiencia indispensable para completar un viaje por el archipiélago maltés. Estas dos ciudades, con su historia cautivadora y sus tesoros arquitectónicos, son un recordatorio de que Malta es un destino que ofrece una inmersión en su rico patrimonio cultural.