Se despliega el pergamino. ¡Ha llegado carta desde el antiguo reino de Flandes! Se hace saber que el emperador Carlos I de España y V de Alemania ha comenzado su último viaje rumbo al monasterio de Yuste (Cáceres), donde pretende acabar sus días. Su desembarco en Laredo (Cantabria) es inminente y anhela tomar descanso en Medina de Pomar, en el corazón de Las Merindades, en tierras burgalesas. Es octubre de 1556. ¡Suenan las trompetas! ¡Ya llega! Nobles y señores se acercan a la localidad para hacer presencia en su recibimiento. La Iglesia manda a sus representantes. Llega el rey viajero, apodado ‘El César’, que hará noche en Medina de Pomar siguiendo los pasos de otros reyes, que otrora eligieron la belleza y recogida distinción de estas tierras para su descanso.
De su visita se habló en cuadernos, en libros, en documentos oficiales. La historia de Medina de Pomar está marcada por la Ruta de Carlos V y por ello, desde 1999, la villa rememora la visita de este ilustre monarca con ‘Ruta de Carlos V. El último viaje del emperador’: dos días de festejos, que este año se celebrarán el fin de semana del 14 al 16 de octubre, en los que el municipio regresa al Renacimiento para recordar la importancia de su Historia y escenificar la llegada a la ciudad de Carlos V. Un momento histórico y una fiesta declarada de interés turístico regional llena de momentos para el recuerdo intramuros y, más allá de las murallas, con muchos reclamos para el disfrute de los amantes de la naturaleza y los paisajes bonitos salpicados de vestigios de otras épocas.
Murallas, catapultas y el Gran Desfile Imperial
Trovadores y caballeros se abren paso entre las plazas y callejuelas de origen medieval. Los palacios y casas nobiliarias, la arquitectura impecable enmarcada por murallas que aún conservan muchas de sus puertas de entrada a la villa… todo convierte a Medina de Pomar en un auténtico escenario renacentista. Y es que esta villa fue el marco real del último viaje del emperador en 1556. Y sigue siendo un lugar maravilloso que rezuma historia y mucha magia, especialmente en estos días.
Suenan los laúdes y los niños bailan al compás de las dulzainas. Las calles se llenan de vida. El Mercado Medieval se abarrota de artesanos y mercaderes; huele a vino y a canela, malabaristas, escuderos y alquimistas inundan el espacio. Las banderas ondean, los escudos lucen lustre y el pueblo viste sus mejores galas.
Los niños se arremolinan en la Plaza del Alcázar para demostrar sus dotes en el tiro con arco, la catapulta, los zancos… En las inmediaciones de la Plaza Mayor todo está preparado para la Cena Renacentista, que reunirá a la mesa a los invitados más ilustres. Un festín de productos de la tierra que deje manifiesto el poderío de la villa. ¡Que nada falte! Chorizos a la sidra, sopa castellana, torreznos, carrillera estofada, torrijas de canela y peras al vino.
Con el alba, se esfuma el olor de las viandas y se oye la caballería. El emperador Carlos V entra en tierras de Castilla y la comitiva es inmensa. Es el Gran Desfile Imperial. Reverencias, vítores y nervios. El rey Carlos V ha llegado a Medina de Pomar. Por una de las puertas de su muralla, el Arco de la Cadena, se encuentra la casa-torre del antiguo alcalde y allí pasará la noche. No sin antes recibir los honores de los presentes, que representarán diversas escenas de la vida de Carlos I de España. La fiesta continúa hasta el día siguiente en Medina de Pomar…
El camino de Carlos V por Burgos
Seguir los pasos del emperador por Europa es vicio de viajeros de todo el mundo que reproducen sus aventuras gracias al proyecto ‘Rutas europeas del Emperador Carlos V’, incluido dentro del Itinerario Cultural del Consejo de Europa. Una oportunidad de conocer la historia de pueblos y villas europeas, con un pasado de esplendor y que conservan como legado una historia y un patrimonio muy valioso, lleno de anécdotas, curiosidades y leyendas que amenizan aún más la experiencia viajera. Es el caso de Medina de Pomar, que el emperador Carlos V de Alemania visitó, en su tránsito al monasterio de Yuste, en Cáceres, donde acabaría su vida.
La localidad ofrece un inmenso patrimonio enclavado entre murallas medievales, como es el Alcázar de los Velasco, un castillo del S. XIV declarado Bien de Interés Cultural, que hoy alberga el Museo de las Merindades. Extramuros, merecen una parada el Monasterio de Santa Clara o el convento de San Francisco, que hoy acoge un restaurante que hace las delicias de los buenos foodies.