teamLab Planet Tokio en es un museo donde los visitantes pueden caminar por el agua y un jardín donde se fusionan con las flores. En total son diez obras de arte, que incluyen cuatro enormes espacios de exposición y dos jardines.
Al sumergir todo el cuerpo con otras personas en estas enormes obras de arte de inmersión del cuerpo, el límite entre el cuerpo y la obra de arte se disuelve, los límites entre el yo, los demás y el mundo se convierten en algo continuo, y exploramos una nueva relación sin límites entre nosotros y el mundo.
Los visitantes entran descalzos en el museo y se sumergen completamente con los demás en los enormes espacios de arte.
Ahora el colectivo artístico de teamLab Planetofrece dos nuevas instalaciones en su museo de Tokio que sumergirán al visitante en una apasionante aventura y lo convertirán en protagonista de la obra. Desde un jardín que se despliega sobre la cabeza de las personas que lo recorren y los mimetiza con el ambiente, hasta un manto de musgo sobre el que se despliegan unos objetos con forma de ovoide y que emiten luz y sonido cuando se tocan.
Las flores vivas que forman la obra artística son orquídeas epifitas, capaces de crecer absorbiendo agua del aire sin necesidad de tierra
Ofrecer experiencias inmersivas y multisensoriales: esa es la apuesta de las nueve instalaciones artísticas que el colectivo teamLab ofrece en su museo teamLab Planets de Tokio, en la zona de Toyosu. Coincidiendo con su tercer aniversario, la muestra ha inaugurado una nueva área denominada Jardín, donde el visitante decide cómo continúa la obra artística a través de su interacción con la misma, y para ello deberá entrar descalzo y sumergirse completamente en estos dos originales jardines.
El objetivo de este museo es que, al sumergir todo el cuerpo en obras de arte inmersivas, el límite entre el cuerpo del visitante y la obra de arte se difumine, explorando una nueva relación entre nosotros y el mundo.
Formado por una masa tridimensional de flores, este jardín flotante sube y baja a medida que los visitantes interactúan con la obra. El espacio artístico está repleto de orquídeas que van mimetizándose con las personas. Así, a medida que estas se mueven, las más de 13.000 plantas descienden hasta situarse frente a ellas, conectando el espacio de los visitantes y el de la obra hasta convertirlos en solo uno.
Las flores vivas que forman la obra artística son orquídeas epifitas, capaces de crecer absorbiendo agua del aire sin necesidad de tierra. Además, el aroma del espacio varía del día a la noche en consonancia con los insectos que portan el polen de las flores.
Durante el amanecer, los ovoides que conforman esta instalación comienzan a reflejar el mundo a su alrededor, dando inicio a esta original experiencia de arte digital. Los visitantes pueden interactuar con la obra moviendo los ovoides, que se caen y vuelven a erigirse liberando un peculiar sonido que se transmite a los ovoides vecinos, emitiendo todos el mismo son.
Con la puesta de sol, son los propios ovoides los que brillan por sí mismos y, además del sonido que emiten cuando el viento o los visitantes los mueven, también emanan un color claro para cada sonido. Colores y tonalidades que, uno tras otro, replican los ovoides que están más próximos. Pero la experiencia no termina aquí, y en los momentos de mayor tranquilidad, sin viento ni movimientos, son los ovoides los que comienzan a parpadear lentamente, llegando a emitir hasta 61 colores diferentes.