La isla de Mallorca concentra el mayor número de relojes solares catalogados por kilómetro cuadrado a nivel mundial, con un total de 829, de los cuales 112 están situados en la ciudad de Palma.
La capital balear es una de las ciudades con mayor número de estos marcadores del tiempo, que forman parte de una olvidada -pero entrañable- parcela de nuestro patrimonio cultural y que se convierten en un elemento omnipresente en la isla.
La historia de la humanidad y la búsqueda del ser humano por conocer el tiempo discurren paralelas a la historia del reloj de sol. Un objeto que desde tiempos inmemoriales y hasta no hace mucho ha brindado el mejor sistema de medición temporal creado por el hombre, trabajando de día cual girasoles y durmiendo por la noche hasta la siguiente aparición del astro rey.
Las nociones astronómicas de los egipcios hicieron posible que orientaran la pirámide de Keops, c. 2550 a. C. a través de referencias estelares. Mil años más tarde, en tiempos del faraón Tutmosis III (c. 1500 a. C.), se diseñó un instrumento llamado sechat, un pequeño reloj solar para medir el tiempo mediante la longitud de las sombras. No obstante, España tuvo que esperar a los tiempos de los romanos para conocer su existencia y ver cómo los construían ubicándolos en villas y caminos.
Con la instauración en el siglo XIX del actual sistema horario (más artificial) en detrimento del antiguo sistema solar, los relojes solares perdieron su utilidad fundamental y cayeron en el desuso.
Curiosamente, Mallorca concentra el mayor número de estos artilugios catalogados por kilómetro cuadrado a nivel mundial, con un total de 829 relojes solares. De estos, 112 están situados en la ciudad de Palma (ver catálogo aquí), según explica Miquel Àngel Garcia Arrando, autor de la obra “Los relojes de sol de Mallorca” y miembro de la Comisión de Relojes de Sol de la Asociación ARCA.
Pueden encontrarse fácilmente en los edificios más característicos de la isla, sea en grandes fincas o en sencillas casas de campo, así como en iglesias, conventos, calles, plazas, edificios públicos y privados, muchas veces desapercibidos por el efecto mimético del paso del tiempo. Esta gran cantidad de relojes solares no solo es muestra del gran protagonismo que tuvieron en el pasado de la isla, sino que revela un desconocido “paraíso Gnomónico” que sitúa a Mallorca y a su capital, Palma, como una de las regiones más privilegiadas por su presencia.
Dos rutas para descubrir la magia y los secretos de los relojes solares de Palma
La capital balear ofrece una rica variedad de estos ingenios. Por ejemplo, recorriendo el Casco Antiguo pueden encontrarse relojes solares: en la Plaza Juan Carlos I (sobre la fachada frente al Borne), en la Iglesia de San Nicolás (en el lateral de la Plaza de Santa Catalina Tomás), en la calle Bolsería 1 (sobre la fachada), en la Plaza Sta. Eulalia (esquina con la C/ Cadena, sobre el último balcón), en Plaza San Francisco (sobre el frontón de la iglesia del mismo nombre), en calle Portella 8 (en la esquina con el edificio colindante) y en la calle Palau (donde está el Obispado, en la clastra -su patio central-, hay dos ejemplares).
Otro interesante itinerario es el del Paseo Marítimo de Palma, que cuenta con relojes de construcción más reciente y, por tanto, de características más técnicas. Un recorrido en el que se encuentran los relojes solares de Parc de la Mar (junto al edificio de la Aduana), Muelle Viejo (en el camino de la escollera), secadero de redes (Paseo Sagrera, Puerto), Jardines de Sa Faixina (frente monumento Baleares) y Av. Gabriel Roca (Explanada de Sto. Domingo y muelle frente al Auditorium).
Además, en las zonas ajardinadas de este recorrido, existe una importante colección de relojes de sol monumentales realizados por Rafael Soler, socio de honor de la Asociación de Amigos de los Relojes de Sol (AARS). Esta ruta puede completarse con la visita a los relojes de Portitxol, Muelle de Peraires y Escuela Náutico Pesquera.