La localidad de Trujillo, en la extremeña provincia de Cáceres, alberga un importante conjunto de iglesias, castillos y casonas solariegas, que se estructuran en torno a su Plaza Mayor. Su centro urbano está declarado Bien de Interés Cultural, Patrimonio Histórico de España.
Esta ciudad ha dejado una profunda huella histórica, ya que en el siglo XVI fue cuna de ilustres personajes vinculados al Descubrimiento de América como Francisco de Pizarro, descubridor del Perú; Francisco de Orellana o Ñuflo de Chaves, descubridor de Bolivia. Por esta razón, Trujillo queda enmarcada en plena Ruta de los Conquistadores, que recorre otras muchas localidades extremeñas como Medellín, Villanueva de la Serena o Jerez de los Caballeros.
Trujillo en el siglo XVI fue cuna de ilustres personajes vinculados al Descubrimiento de América
Trujillo conserva su sabor antiguo en las dos zonas que la componen, la ciudad, de los siglos XV-XVI y la villa medieval, de origen árabe, separadas por la muralla.
La ciudad
La ciudad se estructura en torno a la monumental Plaza Mayor, que se encuentra presidida por una estatua ecuestre de Francisco Pizarro realizada en bronce. Durante siglos, ha sido el centro de la vida social y comercial de la urbe, albergando mercados, fiestas y todo tipo de espectáculos. En el siglo XVI se convirtió en una plaza señorial, ya que los conquistadores y diversas familias de la nobleza comenzaron a edificar en ella casas y palacios. Alrededor de la plaza se alzan las iglesias de San Francisco, Santa Clara y San Martín.
Uno de los edificios más destacados de este entorno es el Palacio de los Marqueses de la Conquista o del Escudo. Su construcción, en 1570, fue costeada por Hernando Pizarro. En su fachada se encuentra un balcón de esquina con decoración plateresca y dos columnas abalaustradas. El conjunto está rematado por el escudo de Francisco Pizarro.
El Palacio del Marquesado de Piedras Albas es otro de los edificios nobles que dan a la plaza. Esta casona renacentista, obra de Pedro Suárez de Toledo, ocupa los soportales conocidos como los “del pan” y destaca por tres arcos escarzanos.
La villa
Por su parte, la villa está rodeada por un recinto amurallado, jalonado por diecisiete torres, los restos del Alcázar de los Bejarano y el mirador de las Jerónimas.
En un extremo, el castillo árabe califal y en el centro iglesias como las de Santa María la Mayor, Santiago y de la Vera Cruz y casas solariegas como los alcázares de Luis Chaves “el Viejo” y de los Altamirano.
El templo de Santa María está considerado como uno de los más bellos ejemplos del románico en Trujillo. El edificio, levantado sobre una antigua mezquita árabe, posee en el exterior varias portadas medievales y una torre correspondiente al románico tardío.
Plaza Mayor
Trujillo se despliega por callejas estrechas y empedradas que confluyen en la plaza Mayor, una de las ágoras más bellas de España, síntesis de una ciudad épica.
Antes de quedar conformada con su forma asimétrica fue arrabal, barrio de mercaderes y primitiva judería. Fue también escenario de mercados medievales, de juegos, autos y justas hasta que a mediados del XVI, bajo los influjos del renacimiento, asomaron a ella las grandes casas palaciegas. Fue entonces cuando sus bajos se soportalaron y se remozó la iglesia de San Martín, altiva y vertical, de una sola nave y una airosa espadaña que se asoma intencionadamente a la plaza mostrando un reloj que marca la hora oficial de la ciudad, que sobre todo tiene un ajetreo continuo, un ir y venir que imprime vida a la plaza, terrazas y veladores que en las mañanas y las tardes gratas de primavera están concurridas de vecinos y foráneos, tiendas de artesanía, de recuerdos y productos gastronómicos que elaboran con mimo en las comarcas de Cáceres.
La ciudad se estructura en torno a la Plaza Mayor, que se encuentra presidida por una estatua ecuestre de Francisco Pizarro
La plaza Mayor, además, está abierta a una serie de calles que invitan al caminante a curiosear por otros palacios erigidos por los Bejarano, los Chaves y los Altamiranos, hijos de la América colonial que hicieron fortuna y la trajeron hasta aquí.
Trujillo posee un nuevo centro de interpretación sobre la historia de la localidad en la Torre del Alfiler y dos museos de gran interés. Uno de ellos queda al lado del templo y lleva por nombre Museo de la Coria, antiguo convento franciscano, cuyas salas están dedicadas a glosar la vinculación de la ciudad con la conquista de Nuevo Mundo. El otro es la Casa Museo de Pizarro y recrea la vida, aventura y conquista del hijo más ilustre de esta mítica ciudad.
El Castillo
El Castillo de Trujillo, construido entre el siglo IX y el XII, se alza en la parte más alta de la localidad cacereña de la que toma el nombre, conocida como el cerro Cabeza del Zorro. Este se erigió sobre los restos de una antigua alcazaba, de la que conserva dos aljibes. Esta fortaleza trujillana está dividida en dos partes claramente diferenciadas: el patio de armas y la albacara. Y de que aún conserva cuatro de las siete puertas que poseía: las de San Andrés, Santiago, de Coria y del triunfo.
Estos son algunos de los tesoros más destacados de esta noble ciudad. Entre unos y otros se esconden más rincones y leyendas que se pueden ir descubriendo. La hospitalidad de su gente, el mejor tesoro de Trujillo, junto con los placeres gastronómicos que ofrece (como el frite de cabrito, la moraga o la sopa de obispo) y un ambiente acogedor que te invitará a disfrutar más y mejor de todo. Además, no hay que olvidar eventos destacados como su Semana Santa o la Feria Nacional del Queso.
Historia de Trujillo
Trujillo es el antiguo Turgalium romano, denominación latina del topónimo correspondiente al primitivo castro celta. Desde la época celta hasta nuestros días, incluyendo el esplendor de los siglos XV y XVI, en los que la ciudad se convirtió en cuna de conquistadores y artistas que han pasado a la historia.
Se trata de un importante complejo urbano conformado a partir de diferentes épocas y mentalidades arquitectónico-urbanísticas, cuyos testimonios han hecho de ella una de las más importantes localidades de Extremadura, en lo que al patrimonio arquitectónico se refiere.
Los diferentes testimonios epigráficos y funerarios hacen pensar que la Turgalium prerromana se convirtió, durante la ocupación romana, en una población de cierta importancia: Castras Juliae, tributaria de Norba Caesarina; muestra de ello son el elevado número de estelas funerarias romanas encontradas, algunas reaprovechadas por los musulmanes al construir el castillo.
Después de una época paleocristiana y visigoda, como queda constancia por los restos de una basílica visigoda, tras muros de la puerta de Coria, la dominación musulmana hace de Trujillo un importante enclave, que sólidamente fructificado, mantendrá una notable actividad, siendo testimonio de ella el mercado ganadero que se celebrara en la zona extramuros sobre la que después se habría de urbanizar la actual Plaza Mayor. Hacia el año 900 se inician las obras del Castillo y en el siglo XI están definitivamente configuradas las murallas, cuyo aspecto -al igual que el del Castillo- se modificará después de la Reconquista. Hay noticias de la existencia de al menos dos mezquitas, de las cuales se conserva algún resto.
En 1186 se inician con Alfonso VIII los primeros intentos de reconquistar la Villa. Entregada a las Ordenes Militares de Santiago y San Julián de Pereiro, pasaría de nuevo a manos árabes en la última década del siglo XII, hasta que en 1232 la villa es definitivamente recuperada por las huestes cristianas de Fernando III. Data de aquella fecha la devoción patronal de Trujillo a la Virgen de la Victoria que, alojada entre dos torreones, constituye el emblema heráldico de la Villa.
Entre fines del siglo XV y principios del XVI tiene lugar una importante actividad arquitectónica en Trujillo. Se fundan los conventos de San Miguel, La Encarnación y San Francisco; se levanta el Rollo o Picota en el sitio del Mercadillo y se construyen las nuevas Casas Consistoriales, otros inmuebles municipales y privados van configurando la estructura y fisonomía del espacio de la plaza.
Villa y ciudad, separadas por la muralla, mantendrán una evolución arquitectónica de distinto signo
El siglo XVI será definitivo para la historia de Trujillo. La población supera abiertamente sus antiguos límites y se expande fuera de la muralla. El desarrollo demográfico trujillano y el enriquecimiento de ciertos sectores como consecuencia de la empresa americana, son las circunstancias que impulsan ahora el desarrollo de la ciudad. Desarrollo que poblará la ciudad de nuevas construcciones nobiliarias, se ampliarán las antiguas fábricas religiosas y proporcionará a Trujillo el aspecto con que la ciudad, prácticamente sin alteración sustancial, llega al siglo XVIII.
Villa y ciudad, separadas por la muralla, mantendrán desde ese momento una evolución arquitectónica de distinto signo. Torres, aspilleras, alfices, arcos apuntados y demás elementos arquitectónicos militares y goticistas de los palacios intramuros desaparecen de arquitectura de la ciudad. En ésta se empleará una construcción más abierta en la que elogias y patios proporcionarán una fisonomía diferente a los inmuebles. En el interior de la villa, el aspecto defensivo de alcázares y casas fuertes da paso a otro renacentista.
La casa de los Chaves Cárdenas, conocida popularmente como casa del Peso Real y situada en el frente oeste de la Plaza, ha sufrido diferentes reformas, de manera que en la actualidad la portada es uno de los pocos testimonios de su origen. El edificio se levanta a principios del siglo XVI.
Haciendo esquina con la calle de la Carnicería -hoy de Hernando Pizarro- se encuentra el palacio de los marqueses de la Conquista, uno de los edificios civiles más importantes de Trujillo. Comenzando en la segunda mitad del siglo XVI por Hernando Pizarro sobre las antiguas casas de las carnicerías, el edificio domina visualmente el conjunto arquitectónico urbanístico de la Plaza.
Su Plaza Mayor antes de quedar conformada con su forma asimétrica fue arrabal, barrio de mercaderes y primitiva judería
Francisco Pizarro
En marzo de 1478 nació en Trujillo Francisco Pizarro, conquistador de Perú, y su leyenda, su poder y su riqueza convirtieron a esta ciudad de las planicies extremeñas en un mito de la aventura americana. De aquí partieron decenas de trujillenses que escribieron a lo largo del siglo XVI algunas de las más memorables páginas de la historia de la América hispana. Tanto esfuerzo mereció la pena porque, al cabo de los años, al amparo de algunos apellidos memorables, aquella vieja plaza militar romana se convirtió en una de las ciudades más monumentales de la región extremeña.
Francisco Pizarro, cuya escultura ecuestre preside la plaza Mayor, fue el más reconocido conquistador de la América colonial. La Corona española lo nombró gobernador de Nueva Castilla. Tras imponerse al imperio inca estableció su capital en La Ciudad de los Reyes, la actual Lima. Mandó a España decenas de galeones cargados de oro y plata, fundó casa en su ciudad natal y sus herederos obtuvieron marquesados y otros títulos nobiliarios. Murió en Lima, lejos de su patria natal, un 26 de junio de 1541.
A Pizarro le acompañó una extensa nómina de aventureros, caballeros, que partieron a buscar suerte al otro lado del Atlántico. Muchos de ellos la encontraron y volvieron a Trujillo acaudalados y poderosos. El nombre de la ciudad extremeña bautizó nuevas colonias repartidas por Venezuela, Perú, Colombia, Argentina, Chile y Puerto Rico.
Alrededores
Otros enclaves cercanos para disfrutar del paisaje natural cacereño son Montánchez, pequeña localidad ubicada en la serranía homónima, y Alhuéscar, situada entre bosques de encinas y alcornoques.
Asimismo, los bosques y dehesas regadas por ríos, charcas y embalses que se extienden pocos kilómetros al norte de Trujillo crean el Parque Nacional de Monfragüe, uno de los espacios protegidos más importantes de Extremadura.