Te invitamos a hacer un “regreso al pasado” por los confines de la Península Ibérica, para descubrir el lugar donde acababa el mundo (y verlo con otros ojos). Desde allí, vivirás aventuras de piratas, conocerás los puertos de dónde salían las carabelas portuguesas a la conquista de nuevos mundos y descubrirás muchos tesoros.
Un viaje por el Algarve más fascinante.
Es tiempo de viajar con la imaginación y de contar historias que nos lleven a descubrir lugares maravillosos, lugares que cuando todo esto pase podremos visitar en tiempo real. Y erase que se era un lugar no muy lejano, al sur de la Península Ibérica, hace miles de años…
… donde el mundo se acababa…
En el sur de Portugal, el lugar que hoy ocupa el Cabo de San Vicente ha sido desde el comienzo de los tiempos un lugar misterioso. Los confines del mundo. El lugar donde acababa todo. Y qué mejor lugar para empezar este viaje en el tiempo, un “regreso al pasado” en versión portuguesa para descubrir los lugares donde tuvieron lugar algunos de los capítulos más trepidantes de la historia de Portugal.
El Cabo de San Vicente es posiblemente el lugar más mágico de la Península Ibérica. Porque allí, en el punto más occidental de Europa, estaba el mismísimo fin del mundo. Una creencia que se mantuvo fervientemente entre los primeros pobladores, dotando al lugar de un fuerte componente ritual y religioso, que se fue heredando de civilización en civilización. Ya en la Edad Media, el Cabo de San Vicente fue lugar de peregrinación, porque allí, en el siglo VIII, se ubicaba la tumba del mártir San Vicente (que en el XII sería trasladado a Lisboa).
Hubieron de pasar unos siglos para que el protagonismo de estas tierras lo disputaran dos frentes distintos: los piratas, ya que estas costas fueron frecuentemente asediadas; y los navegantes, ya que el infante Don Henrique eligió estas tierras de los confines para construir su famosa Escuela de Navegación, que llevó a los portugueses a descubrir nuevos mundos y vivir uno de los capítulos más gloriosos, prósperos y florecientes de la historia de Portugal.
Quien en la actualidad visita el Cabo de San Vicente encuentra un fascinante paraje natural de una belleza inusitada que escapa a las palabras. Un lugar entre el cielo, el mar y la tierra donde se viven unos de los atardeceres más bellos del mundo. El halo misterioso de ese fin del mundo. Pero también encuentra una inmensa fortaleza: la Fortaleza del Cabo de San Vicente.
La Fortaleza de San Vicente fue construida en el siglo XVI para proteger esta costa de los frecuentes ataques de piratas árabes. Se levantó en el lugar donde estaba el convento medieval que, según la historia que relatábamos al comienzo de este viaje, había custodiado los restos mortales de San Vicente mártir siglos atrás.
Esta fortaleza es una construcción militar de planta poligonal con un portón de entrada coronado por el escudo real, y donde se encontraba el puente levadizo en sus tiempos. En el interior, actualmente encontramos el famoso Faro de San Vicente, construido muchos siglos después (en el año 1904) y que hoy en día sigue en funcionamiento.
La Fortaleza de San Vicente forma parte del nuevo sistema defensivo que se creó para proteger las tierras del Algarve del ataque de los piratas, muy frecuentes en esta zona. Otras grandes fortalezas se levantaron a tal fin, como la de Beliche o la archiconocida Fortaleza de Sagres, en el mismo cabo, y que debe su origen al infante Don Henrique, que fundó aquí una villa (que pervive, rezumando encanto, y que es un must see en el Algarve actual).
La Fortaleza de Sagres es un lugar de profundo valor histórico y simbólico, que permite al viajero descubrir uno de los capítulos más novelescos y gloriosos de la historia de Portugal: la época de los Descubrimientos marítimos. Y es que Don Henrique “El Navegante”, padre de los Descubrimientos, construyó aquí su Escuela de Navegación, en la que se formaron ilustres marinos.
Sin embargo, de la primitiva Fortaleza de Sagres poco queda en la actualidad. En su interior la fortaleza conserva uno de los grandes tesoros patrimoniales del Algarve y Portugal, la rosa de los vientos, así como un reloj de sol de la época del infante. También se conservan varios cañones, un torreón del siglo XVI y la Iglesia de Nuestra Señora de Gracia, construida en el punto exacto donde estuvo la Iglesia de Santa María, fundada por el Infante y que fue destruida en el cruento ataque del corsario inglés Francis Drake en 1587 a estas costas.
Pero hablemos del pirata Francis Drake. Uno de los corsarios ingleses más famosos, que protagonizó en estas costas una de las historias de piratas más célebres de la Península y a la vez destructiva de cuantas se produjeron en estas aguas…
El ataque del corsario a las costas del Algarve se enmarca en el contexto de la guerra anglo-española (1585-1604). En 1587, Francis Drake dirigió una expedición militar hacia el sur de la Península Ibérica y atacó a la armada española amarrada en la Bahía de Cádiz. Siguió su destructor camino y llegó al Algarve, donde saqueó varios puertos y destruyó varias fortalezas, en su viaje hacia Lisboa.
En este cruento camino piratesco, Francis Drake dañó no sólo la Fortaleza de Sagres y la del Cabo de San Vicente. También la ciudad de Lagos, hoy destino turístico de primer nivel en el Algarve, con playas muy hermosas y conocidas, y antaño ciudad comercial de primer nivel por otros motivos.
La ciudad de Lagos es antiquísima, ya que por su ubicación estratégica se convirtió pronto en un puerto neurálgico. Tiene orígenes celtas y se cree fundada hacia el año 2000 a.C. De aquel entonces se sabe que su puerto tenía mucho tráfico y era habitualmente frecuentado por pueblos mediterráneo, como fenicios, griegos y cartagineses. En la época romana también tuvo gran relevancia.
Trasladándonos en el tiempo a los siglos que nos ocupan, Lagos vivía en el XV y XVI un gran auge poblacional y económico. Su puerto se había convertido en el principal puerto de entrada y salida de las naves hacia la costa africana, precisamente de la mano de Don Henrique El Navegante. Él hizo de esta ciudad el puerto de las naves de Gil Eanes, el marino algarvío que consiguió doblar el Cabo de Bojador, también conocido como el Cabo del Miedo. Todo lo cual había convertido a Lagos en uno de los centros mundiales de comercio de productos exóticos y especias.
El momento más difícil de la ciudad fue a manos de Francis Drake, como decíamos. El corsario inglés llegó a las costas del Algarve procedente de la Bahía de Cádiz y en su camino arrasó todas las naves que encontró. El 14 de mayo los piratas de Drake desembarcaron en Lagos, saqueando la ciudad y destruyendo las fortalezas de Sagres, La Valiera, Beliche y el Cabo de San Vicente.
De los años pujantes de Lagos la ciudad conserva interesantes monumentos históricos, que merecen verse in situ, más aún tras este peculiar viaje a su pasado, a su corazón, a su historia más íntima.
Como las murallas de Lagos, un conjunto originario del periodo romano, que fue remodelado por los árabes y ampliado en el siglo XVI ante la necesidad de proteger a la creciente ciudad. O el mercado de esclavos, uno de los escenarios tristemente importantes de aquella época y uno de los edificios más antiguos de la ciudad, que actualmente alberga un museo dedicado a la esclavitud.
En cuanto al puerto de Lagos, poco queda de aquel antiguo puerto que fue bombardeado por Drake. Sin embargo, el de hoy día luce orgulloso un emblema de los años gloriosos de El Navegante: la carabela Buena Esperanza (Boa Esperança). Réplica fiel de las del siglo XVI que utilizaron los marinos portugueses en los viajes de exploración del Atlántico y la costa africana, la nave se puede visitar hoy en el puerto deportivo de Lagos. Destaca la figura del ya nombrado Gil Eanes, algarvío, que a bordo de una de estas naves consiguió doblar el Cabo Bojador en el año 1434, marcando un hito en la historia de la Navegación.
A las afueras de Lagos, a la entrada de la ría de Bensafrim, el Fuerte de Punta de Bandeira permite disfrutar de unas vistas magníficas. Es posterior, data ya del siglo XVII, de la reconstrucción llevada a cabo en la zona en siglos posteriores. Rodeada por un foso, es de planta cuadrada, con una imponente puerta de armas con puente elevadizo. En el interior se puede visitar una capilla con cubierta de azulejos, grandes piezas artísticas y tradicionales de Portugal.
Más hacia el sur, de nuevo en el entorno de Sagres y antes de llegar al Cabo de San Vicente, en el escenario de una de las playas más conocidas del Algarve por su inusitada belleza, volvemos a encontrar la huella de los piratas de Drake. Hablamos de Beliche.
La playa de Beliche es una espectacular playa, de arena blanca y dorada y aguas limpias de color turquesa. Uno de esos rincones del Algarve más paradisíaco y embaucador. Su belleza ha permanecido intacta con los siglos.
En tiempos lejanos, era una playa de pescadores, siendo la pesca uno de los grandes pilares económicos de la zona. Precisamente para proteger a los pescadores de los ataques, se construyó aquí la Fortaleza de San Antonio de Beliche, que si bien no se conoce exactamente el siglo del que data, sí que es cierto que en el siglo XVI operaba como tal. Se trataba de una muralla de planta poligonal con torreón y, en su interior, varias estructuras, entre las que destacaba una capilla consagrada a Santa Catalina, coronada por una cúpula.
La fortaleza se vio gravemente dañada en el ataque de Francis Drake de 1587. Se recuperó en el siglo XX y hoy los viajeros pueden visitarla, para seguir navegando hasta el corazón de las historias más novelescas del Algarve que vieron ocurrir estas tierras, en los confines del mundo.